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Pasar de un paradigma a otro de desarrollo, y encima hacerlo a escala global, es un esfuerzo complejo. Sobre todo, si los 196 actores que están en la mesa tienen realidades desiguales y formas distintas de sufrir el calentamiento de la atmosfera. A pesar de todo eso, ayer en la Cumbre del Clima en París había un cauteloso optimismo de que se pueda llegar a un acuerdo, aunque todavía falta camino por andar.

Una de las novedades fue el ingreso en el texto de negociación de un techo de 1,5 grados de calentamiento tolerable antes del fin del siglo para la temperatura del planeta (antes decía sólo 2 grados). Francia, que como anfitrión de la conferencia pone toda la garra para que sea un éxito, quiere contar con un borrador sólido para el sábado, de manera que pueda ser girado a las capitales el domingo.

El lunes empieza el llamado “segmento de alto nivel”, que es cuando llegan los ministros a ratificar la negociación que hicieron sus técnicos: empezará, entonces, el tiempo de descuento. En la lista preliminar, no había ayer nadie con rango ministerial anotado para hablar en nombre de la Argentina.

Según una alta fuente de una delegación europea, al revés que en otras cumbres no hay “psicodramas” e –incluso– indicó que muchos países que en el pasado habían sido un obstáculo estaban tendiendo puentes. “Hay un espíritu bastante pragmático aunque no quiero minimizar las diferencias”, señaló. Y afirmó que el mejor argumento para sostener este optimismo es el hecho de que 180 naciones hubieran presentado contribuciones para mitigar el cambio climático, algo que nunca había ocurrido. Claro que no todas esas contribuciones están a la altura: de hecho, si todas ellas se cumplieran al pie de la letra, la temperatura subiría 2,7 grados.

Pero nada está cerrado. Y esta es una negociación muy difícil, porque lo que se trata de hacer es ponerle fin a la era del carbón, el petróleo y el gas, cuya quema provoca el calentamiento del clima. ¿Cómo descarbonizar? ¿A qué ritmo? ¿Cómo se verifica el proceso? Y lo que no es menos: ¿quién paga la cuenta? ¿cómo se compensa a los que sufren daños y pérdidas?, son algunos de los temas que tienen en vilo a esta conferencia.

“Hay más entendimiento de que aún un aumento de la temperatura de 1,5 grados es peligroso”, indicó Kaisa Kosonen, de Greenpeace. Las naciones isleñas, que corren el riesgo de desaparecer del mapa si el termómetro sube 2 grados porque subiría el nivel del mar, querían tener esta meta de manera explícita. Barack Obama los apoyó explícitamente cuando los recibió en París a principios de semana.

Otra cuestión contenciosa es la del financiamiento. Ayer, Alex Doukas, de la organización Oil Change Internacional, se quejaba diciendo: “Sabemos que las naciones ricas pueden encontrar más dinero. El G–20 (un grupo del que somos miembro) gasta 452 mil millones de dólares al año en subsidiar combustibles fósiles pero sólo gasta 121 mil millones en subsidiar las renovables. Los subsidios de los países ricos a los productores de petróleo están encerrándonos dentro de una catástrofe climática”.

El acuerdo que se negocia empezaría a regir en el 2020, pero como el clima se está calentando cada vez más –2015 es el año más caluroso desde que se tiene registro– se habla de una revisión cada cinco años. Hoy por hoy, la Argentina no se quiere comprometer a esto. La explicación que se da es que le costó mucho trabajo hacer el informe técnico y luego su contribución, por lo que quiere más margen para este tema. Pero esta posición, claro, puede cambiar.