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Gane quien gane, será inexorablemente un día muy duro para usted.

O tal vez no sea para tanto. Quizá usted se viene preparando para este día desde hace tiempo y ya se mentalizó. Pero aún así, todavía falta lo peor: el 10 de diciembre. Qué difícil, ¿no? Cae jueves. Estamos a tiempo de declarar un feriado puente. Por ejemplo, podríamos decretar Día Nacional de las Reservas Cero, usted se raja al sur y que al nuevo presidente la banda se la ponga un granadero. Al fin y al cabo, usted se hizo poner la banda por su hija. Después de eso, vale todo.

Pensándolo bien, no es mala la idea de festejar el Día Nacional del Banco Central. Podemos hacer un cocktail de despedida adentro del tesoro. Por los pocos dólares que quedan, le entran 500 invitados cómodos. Y les damos un bandejeo de arrolladitos primavera, envueltos con los yuanes que sobraron y no sirven para nada.

La cuestión es que finalmente usted no está en el ballotage. Pasamos del “vamos por todo”, al “y buéh, metámosle de prepo a Zannini y después vemos si salvamos la ropa”.

¿Cómo fue que llegamos a esta situación? Después del 54% en 2011, la mano venía bárbara. ¿Se acuerda Presidenta? Para el año 2012, la oposición estaba destruida y al gorilaje sólo le quedaban las cacerolas.

Fuimos por el 7D y la reforma judicial (dos cosas que anduvieron fenómeno) y finalmente arrancamos el 2013 aprobando el histórico Memorándum con Irán, que tantas satisfacciones nos dio y nos va a seguir dando, si Dios quiere. Un memorable acuerdo entre nosotros y los tipos que hicieron el atentado para atrapar a los tipos que hicieron el atentado. Todavía no entiendo cómo no le dieron el Premio Nobel de la Paz a Timerman.

Pero en el mejor momento se nos cruzó Francisco y ese poder absoluto que teníamos, con el que planeábamos hacer tantas cosas lindas, de repente chocó contra un argentino más poderoso que usted, dispuesto a impedir que se haga cualquier cosa en el patio de su casa.

Meses después, felices por la elección de Bergoglio, pusimos toda la carne en el asador y perdimos las elecciones legislativas. Chau Reforma de la Constitución y adiós al sueño de la reelección indefinida. El Compañero Massa nos había escupido el asado. Estos peronistas cuando quieren son tremendos.

Luego algo pasó y usted delegó el control de la estrategia electoral oficialista. Alguien, vaya uno a saber quién, puso a Recalde como candidato a Jefe de Gobierno en la Ciudad y el tipo se mandó la peor elección en la historia del peronismo porteño.

Para colmo se la pasaron diciendo que Lousteau y Larreta eran lo mismo y en el ballotage sugirieron votar en blanco. Increíble. Hubieran votado por Lousteau, le hacían un desastre al Compañero Mauri y hoy estaríamos en otro escenario ¿Quién habrá sido el cráneo?

Cuando llegaron las PASO nacionales, alguien lo bajó a Randazzo de la carrera presidencial y decidió que el tipo tenía que ir de candidato a gobernador, sin preguntarle previamente si quería o no. Se ve que con esto de que los celulares no andan bien, ustedes no se consultan. Se dan órdenes y se obedecen sin chistar porque como no se escucha bien y se les corta, no pueden intercambiar ideas.

Ante esta nueva situación, alguien pensó una idea genial: “Lo enchufamos a Zannini de vice, lo ponemos a Aníbal en la provincia, metemos a Kicillof y a Wado en el Congreso y de ese modo lo tenemos al Compañero Lancha agarrado de las cornamusas”. El plan era perfecto salvo por un pequeño detalle: primero la gente tenía que votarlos.

Al final, cualquier otra opción en la Provincia de Buenos Aires hubiera sido mejor. Domínguez, Bossio, Berni, hasta con mi Tía Jieshke de candidata a gobernadora hubieran sacado más votos y tal vez hoy la historia sería muy distinta.

Después vino lo que todos sabemos. Cadenas Nacionales, ninguneo al candidato, sabotajes, etc, etc.
La pregunta del millón es: ¿Por qué no se ocupó usted personalmente de la estrategia electoral y la política del oficialismo, Presidenta? ¿Quién estuvo a cargo de todo esto? ¿No habrá sido el mismo inútil que le impuso a Boudou de Vice, no?

En cualquier caso, hasta acá llegamos. Tal vez le queda alguna Cadena Nacional más, y algún evento para celebrar la década ganada que termina hoy. Llena de logros no reconocidos porque en general, los gobiernos autoritarios no son recordados por sus autopistas, ni por sus represas hidroeléctricas, ni por sus logros económicos, ni por ninguna de las cosas buenas (tampoco hay muchas que digamos). Más bien suelen recordarse por sus excesos despóticos, sus atropellos institucionales y su mala praxis. Así de ingrata es la historia política.

Nadie podrá decirme que esto lo escribo porque se van, ya que lo vengo escribiendo desde hace años. 
Aunque reconozco que la cosa empezó simpática y terminó patética. Pasamos del “vengo por el mejoramiento institucional” de 2007, a este “metamos militantes en todos los poderes, rapidito que nos vamos” en el 2015. En el medio, ocho años (o doce) de prepotencia conservadora disfrazada de épica progresista.

Seguramente nadie se ha dado cuenta de que ésta es la primera vez en el año que le hablo a usted, Señora Presidenta, siendo que lo hice habitualmente en los años anteriores. Y tal vez nadie se avivó de que ya no le digo “Compañera Jefa”. Desde hace mucho tiempo. Más precisamente desde que apareció muerto Alberto Nisman. Ahí terminó el tono de comedia. La coartada de que el único perjudicado era el gobierno se cayó a los pocos meses, como todos vimos. Y los agravios a su memoria y a su familia nunca pararon. “No tengo pruebas, pero no tengo dudas”. Lo dijo usted. Fin.

Y a usted amigo lector, ¿qué carajo le pasa? ¿Todavía no lo puede creer? ¡¡Se fueron!! Ok?? Gane Scioli o gane Macri, ya está. Terminó. ¿¿Cuántas veces se lo tengo que decir?? No rompa más las pelotas!!
Ahora agarre su DNI, vaya a votar, cómprese un buen vino y vuelva a su casa cantando el tangazo de Cobián y Cadícamo, sobre todo la parte que dice:

“Hoy vas a entrar en mi pasado
y hoy nuevas sendas tomaremos...
¡Qué grande ha sido nuestro amor!...
Y, sin embargo, ¡ay!,
mirá lo que quedó”.