En 1997 ocurrió la llamada "crisis asiática". Comenzó en Tailandia, donde una corrida contra la moneda local, el baht, era resistida por un banco central que, extrañamente, un día dejó de vender, a pesar de que informaba tener reservas suficientes. Finalmente, su presidente confesó que esas reservas estaban vendidas a futuro. Es decir, ya no eran de la entidad, que había estado tratando de evitar el colapso vendiendo a escondidas.
A fines de 1994, México había sorprendido a los mercados. Confesó que había
estado falseando sus cifras fiscales, devaluó y desató el "efecto tequila". La
Argentina pronto mostró que había estado demorando la difusión de sus cifras,
porque daban mal.
Como parte de una iniciativa global, se rediseñaron los sistemas estadísticos
y el modo de difundirlos, con la intervención del Banco Mundial y del Fondo
Monetario Internacional (FMI). Se crearon el Data Dissemination Standard y el
Dissemination Standards Bulletin Board.
La definición de reservas internacionales de los bancos centrales fue también
cambiada, luego de una encuesta a nivel global de la que participaron
académicos, operadores, y periodistas. Sólo puede llamarse reservas a lo que se
tiene disponible para lanzar al mercado con el fin de parar una corrida.
Pero la Argentina, con el kirchnerismo pagando por adelantado y sin quita, se "independizó" del FMI y de los sistemas estadísticos y puede decir lo que quiera. Que no hay inflación, que los pobres son menos que en Alemania, y llamar reservas a lo que no lo son.
Alfonso Prat-Gay encendió una vez más la alarma ayer por la mañana, cuando
advirtió que con las operaciones de futuros del dólar el BCRA "está vendiendo lo
que no tiene". Es evidente, ya que luego la autoridad monetaria cerró aún más el
cepo cambiario y el Gobierno obligó a las compañías de seguros a vender
anticipadamente bonos de cobertura en dólares. Habrá que ver qué hará en breve
con el dólar para turistas y para ahorro.
Es un escenario muy parecido al de 2011. Cristina Kirchner instaló el cepo a poco de ganar su reelección con el 54% de los votos. Se soñaba "eterna". También obligó a anticipar liquidaciones a los exportadores y puso retenciones a las mineras. Todo muy parecido a lo que hace ahora, cuando lo que tiene asegurada es la partida. Y lega todo a un sucesor que, en el mejor de los casos, recibirá una bomba a punto de explotar.
Cuando comenzó el cepo, las reservas brutas según el BCRA eran US$ 47.523 millones, más de 20.000 millones más que las informadas ayer. La caída es del 43,1%, lo que muestra el nivel del fracaso del cepo.
En septiembre de 2011, el mes inmediato anterior al triunfo electoral de Cristina Kirchner, el superávit de la balanza comercial fue de US$ 1065 millones; en el mismo mes de este año, apenas de US$ 65 millones, una caída del 94%. Podrá decirse que es por la menor demanda de Brasil y por la caída de los precios internacionales. Pero la sobrevaluación cambiaria por la inflación galopante y el dólar congelado no se gestó en el extranjero y ya existía cuando Brasil crecía y China no generaba dudas.
El circulante de pesos cuando Cristina Kirchner fue reelegida era un total de $ 148.747 millones. Hoy, según el BCRA, llega a 417.279 millones, casi medio billón. El aumento en cuatro años de economía estancada y déficit fiscal fue del 180,5%, casi se triplicó.
El Gobierno tienta a los ahorristas a que se queden en pesos aumentando las tasas de las letras del Banco Central. Se parece al final de la convertibilidad.
Axel Kicillof y los suyos intentan desesperadamente que el enorme sobrante de pesos, de alrededor de 200.000 millones, según los economistas Javier Milei y Diego Giacomini, no salte súbitamente a comprar bienes, servicios o dólares. Es alrededor de 3,7% del PBI. Sería una catástrofe si los tenedores se desprendieran aceleradamente ante la certeza de más devaluación e inflación.
Ante el fracaso del cepo, se insiste con más cepo. Miguel Ponce, director del Centro de Estudios para el Comercio Exterior del Siglo XXI, reconoció incluso que los casi 10.000 millones de dólares que el Banco Central adeuda a importadores para que cancelen compromisos con el exterior podrían llevar a un default comercial.