Hay más enigmas. Uno es que el peronismo oficial está siendo amenazado en su principal ciudadela, la provincia de Buenos Aires. También es extraño que la fractura política que se registró en los últimos diez años no se haya proyectado a lo electoral.
La polarización en la que confiaban Daniel Scioli y Mauricio Macri no terminó de desatarse. Al primero le cuesta evitar el ballottage. Al otro, provocarlo.
No hay forma de resolver estos acertijos antes del domingo. Pero sí se pueden identificar los nudos de los que depende el resultado. Algunos son territoriales. Una clave anida en Córdoba. Allí, José Manuel de la Sota obtuvo 635.000 votos, el 33% del total, durante las primarias del 9 de agosto. Ese caudal está ahora disponible porque De la Sota no compite. ¿Adónde irá? Quienes conocen la conducta electoral de los cordobeses calculan que Sergio Massa, aliado del candidato ausente, sacaría un 17 por ciento. Macri, apoyado en la simpatía de los chacareros, llevaría el 35% que obtuvo Cambiemos en las primarias al 45 por ciento. Y Daniel Scioli podría agregar seis puntos a su 14%. Es el equivalente al 0,5% del padrón nacional. Muchísimo para una competencia que se define por milímetros.
El Norte es otro arcano. ¿Podrá Scioli mejorar allí su excelente performance?
En agosto obtuvo una diferencia de 1.400.000 votos. Pero sus estrategas estudian
con preocupación algunas situaciones. Por ejemplo, el temor a que el escándalo
de las elecciones tucumanas deteriore al Frente para la Victoria en esa
provincia. No en vano Macri postuló a la víctima del fraude, José Cano, como
ministro de Salud. La insistencia de Scioli en visitar Jujuy es otro detalle
sugerente: el candidato a gobernador de la oposición, Gerardo Morales, estaría
más cerca que nunca de ganar. En esa provincia, igual que en otras del Norte,
Massa supera a Macri. Pero Massa arranca más votos al kirchnerismo que a
Cambiemos. Aparece aquí un fenómeno obvio, que la astucia del líder de Tigre
consigue por momentos disimular: la coalición UNA es un desprendimiento del
peronismo.
Esta última evidencia vuelve a la elección bonaerense más enigmática que nunca. Si Massa no fuera candidato, no habría dudas sobre un triunfo de Scioli en primera vuelta. Si las hay, es por el daño que le hace Massa en Buenos Aires. Es la casa de los dos.
En esa provincia hay que agregar otro infortunio para Scioli. Propone, si se
lo considera por su imagen, al candidato a gobernador menos recomendable: Aníbal
Fernández. Cuando los encuestadores preguntan por esa categoría, María Eugenia
Vidal supera a Macri por 10 puntos. Se verifica, entonces, lo contrario que el
propio Macri vaticinaba hace un año: "Como Alfonsín con Armendáriz en 1983, voy
a remolcar al candidato a gobernador aunque sea poco conocido". Sucede lo
contrario: Vidal lo empuja hacia arriba. La pésima fama de Fernández es, después
de Massa, la segunda dificultad para la suerte de Scioli.
Estas contradicciones que se corroboran en el laboratorio de los sociólogos ¿se repetirán dentro de las urnas? ¿Cuál será el volumen del corte de boleta? Se podrían apuntar algunos antecedentes. En 1999, Graciela Fernández Meijide sacó 240.000 votos menos que Fernando de la Rúa. Y Ruckauf, su rival, 284.000 votos menos que la suma de Eduardo Duhalde y Domingo Cavallo, los dos candidatos que lo llevaban como gobernador en su boleta. Quiere decir que hubo combinaciones cruzadas. En 2011, Francisco de Narváez superó a su candidato a presidente, Ricardo Alfonsín, por 392.000 votos. Un 4,5% del total de la elección provincial.
Una victoria de Vidal significaría una alteración en el sistema planetario de la política argentina. De modo que Aníbal Fernández apuesta al sentido común y confía en que el corte no supere esas marcas. Pero hay peculiaridades que obligan a seguir observando. Ante la pesadilla de verse arrollados por la corriente de rechazo hacia Fernández, muchos intendentes distribuyen la papeleta ya cortada. Otra incertidumbre: los que promovieron para las internas a Julián Domínguez ¿trabajarán con la misma pasión para Fernández? Domínguez quedó descartado porque el Correo no repartió su boleta en miles de mesas del conurbano. Así de simple.
Estas atipicidades aconsejan no descartar para el domingo un ballottage entre Scioli y Macri. Si la hipótesis se verifica, habrá comenzado una película distinta. La segunda vuelta no es la continuación de la primera. Es otra elección. Un factor crucial en su definición será el estado de ánimo de Scioli. Desde que se frustró con los resultados de las primarias, su malhumor y su ansiedad han aumentado, haciéndole cometer infinidad de errores.
El otro problema de Scioli es que, si debe enfrentar otra elección, ya no contará con una maquinaria que se moviliza en busca del poder. Gobernadores e intendentes ya habrán resuelto su destino. Scioli dependerá del altruismo de la dirigencia peronista. Sin comentarios.
Si hay ballottage, los reproches entre el candidato y la Casa Rosada se volverán más estridentes. Habrá que ver cómo influye en esta contradicción el acto de despedida con el que la Presidenta pretende homenajearse el 5 de noviembre. Se hará rodear por Nicolás Maduro, Evo Morales y Rafael Correa, en el momento en que Scioli estará peleando por cada voto independiente.
Para que en el oficialismo estallen los conflictos no hace falta un ballottage. Perfil divulgó un video que confirma una revelación de Francisco Olivera: el 22 de agosto, el abogado Antonio Sorivaret se reunió en la cárcel de General Alvear con Martín Lanatta, quien denunció a Aníbal Fernández como "la Morsa". Sorivaret, que se hizo acompañar por Mirtha González, una allegada a Fernández, se presentó como representante del jefe de Gabinete para negociar una mejora de la situación penal de Lanatta y sus secuaces, a cambio de una retractación. Fernández, es obvio, negó que Sorivaret, ex asesor del municipio de Quilmes, haya negociado en su nombre. Las imágenes, demoledoras para quien está en campaña, ocultan una segunda cuestión. ¿Quién protege a los presidiarios que ajustan cuentas con el supuesto emisario de Fernández? ¿Cómo pudieron realizar una filmación dentro de un presidio? El jefe de Gabinete tiene una respuesta: los ampara Ricardo Casal, ministro de Justicia de la provincia y candidato a esa cartera nacional si gana Scioli. ¿Se trata de una interna más entre funcionarios o las peleas entre bandas del bajo fondo bonaerense resquebrajan la cúpula del poder? De ser así, el nacotráfico ha invadido la política más allá de lo pensado.
Para Macri, el balance del domingo será muy claro. Si no hay segunda vuelta, tendrá que reevaluar su relación con la política. Y su relación con Horacio Rodríguez Larreta, que se convertiría en el hombre más poderoso de Pro. Siempre y cuando no se imponga una matemática impensada y Vidal conquiste Buenos Aires.
Si las urnas determinan un segundo turno, Macri se subirá a una ola de optimismo. El impulso dependerá de la distancia que le saque Scioli. Macri deberá convencer al electorado de una tesis siempre sospechosa: el 22 de noviembre puede dar un revés a quien cree tener la victoria escriturada. Va a ser simpático escucharlo recurrir al ejemplo de Martín Lousteau, a quien él pedía que abandonara una carrera cuyo desenlace estaba escrito. Lousteau podría haber vencido a Larreta con sólo postergar el torneo una semana. Nada que extrañe demasiado. El ballottage fuerza una mayoría haciendo palanca sobre la imagen negativa de un determinado candidato. El método no se inventó para promover a alguien, sino para evitar a alguien. El problema seguirá siendo, si se configura esa escena, quién será ese alguien.