Pero de los tres candidatos el que más contento se mostró esta semana fue Macri. Los integrantes de su equipo de campaña le dieron una buena noticia: la caída de imagen y la eventual pérdida de votos que le había generado el escándalo de Fernando Niembro se detuvieron. O para ponerlo en las palabras del jefe de campaña, Marcos Peña: "El voto de nuestro espacio se consolidó. Y creemos que a partir de este momento va a ir creciendo". Otra noticia parecida a ésa podría ayudarlos todavía más: en los focus groups la instalación del tema "voto útil", "voto optimista", "voto del cambio" o "voto estratégico" estaba empezando a penetrar en una buena parte de los argentinos. "Primero, en los que no están pendientes todo el día de la política. Vamos a llegar justo con el mensaje a los votantes de casi todo el país", se entusiasmó un miembro del equipo de comunicación con los datos de la investigación en la mano. Ellos consideran que los puntos que pudieran haber perdido en los últimos días los van a recuperar cuando una porción de los votantes de Massa, de Margarita Stolbizer, de Adolfo Rodríguez Saá y de Nicolás del Caño comprendan que ya no hay más tiempo para votar lo que a uno le "gustaría" sino lo que a uno "le convendría" de acuerdo con sus principios y su experiencia de vida.
"Massa ya no llega. El voto a Margarita es funcional a Scioli. El de Rodríguez Saá está más cerca de nosotros, y el del Partido Obrero es el más fiel, pero aun así creemos que unos cuantos, tarde o temprano, recalarán en Cambiemos", me dijo un alto funcionario del nuevo gobierno electo de la ciudad. Según sus números, el 42% de quienes votaron por Massa están más cerca de Scioli y el 45% se sienten más representados por Macri. "En ese tipo de estadísticas se basa nuestro optimismo", fundamentó. Pero Macri y su equipo les tendrían que agradecer, y mucho, a los 131 caracteres que el martes pasado, a las 0.08, escribió el director de cine Juan José Campanella: "Sólo hay dos melodías: kirchnerismo y Cambiemos. Todo lo demás es ruido. Votá en 1era. Como si fuera ballottage. O puede no haberlo".
Campanella tiene una enorme influencia en Twitter. No sólo porque lo siguen 432.000 personas. También porque escribe muy de vez en cuando. Y lo hace de manera muy pensada, con argumentos muy sólidos. Campanella ya había anticipado su voto a favor de Stolbizer. Sin embargo, se sintió en libertad para decir y escribir lo que piensa, y las redes sociales estallaron. Campanella tuvo su primera gran decepción con el Frente para la Victoria en general, y los ciberkirchneristas en particular, hace un par de años, cuando se atrevió a criticar una decisión de la presidenta Cristina Fernández. Y se volvió a sorprender cuando, al cuestionar políticas del gobierno de la ciudad, en vez de recibir insultos por Twitter recibió llamadas de funcionarios para ofrecer disculpas y explicaciones. Le dijo entonces a un amigo: "No sé si me representan ideológicamente, pero por lo menos parecen normales, ¿no?". Campanella puso negro sobre blanco lo que Macri y otros dirigentes de Cambiemos no terminaban de comunicar con fluidez. Lo mismo hizo Gerardo Millman, un dirigente muy cercano a Stolbizer e insospechable de falta de lealtad. La más directa de todos, como siempre, había sido Elisa Carrió, en Desde el llano, el programa de Joaquín Morales Solá, cuando presentó la competencia en los siguientes términos: "Narcotráfico o república".
¿Cuál será el verdadero nivel de penetración del mensaje de Campanella? Es una pregunta muy relevante. Porque, por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires todavía hay un alto porcentaje de votantes que suponen, equivocadamente, que la elección a gobernador no se va a definir ahora, sino en una segunda vuelta. Mariel Fornoni, responsable de Management & Fit, lo justificó así: "¿Cómo no van a estar confundidos si nos vienen bombardeando con información y elecciones desde principios de año?". La candidata de Cambiemos María Eugenia Vidal ahora machaca la siguiente idea: "La elección del domingo 24 es entre Aníbal Fernández y yo. Es a todo o nada. No hay segunda vuelta. El que gana puede ganar por un voto". Ella tiene un problema. En las encuestas aparece arriba de Fernández hasta por cuatro puntos. Sin embargo, para que los números se transformen en votos contantes y sonantes tendrían que cortar boleta cerca de 600.000 personas. Es decir, aproximadamente un 8% de todo el padrón de votantes. Ahora, los estrategas de laboratorio de Pro trabajan en otra idea compleja, pero con un eslogan sencillo: "Para evitar que gane Aníbal en la provincia, votá la lista completa de Cambiemos". Es decir: con Macri a la cabeza.
Al fin y al cabo, la Argentina se extiende de Ushuaia a La Quiaca, pero las elecciones siempre se terminan ganando o perdiendo en la provincia de Buenos Aires. O para ser más precisos: en el conurbano de la provincia de Buenos Aires. Allí, Scioli le sacó a Macri una ventaja más del 10%. Un poco más del 8,34% de los votos con los que lo superó a nivel nacional. Scioli, Macri y Massa van a gastar en ese territorio el último cartucho.
Al postulante del Frente para la Victoria le acercaron en las últimas horas encuestas que lo muestran triunfando por más del 10% y superando el 40% de los votos totales. "Ya ganamos en primera vuelta. Macri y Massa se pasaron toda la semana peleando. Y así lo único que van a conseguir es quitarse votos entre ellos", me dijo uno de los dirigentes que hablan con el candidato todos los días. Muy cerca de Massa reconocen que no van a llegar a obtener el segundo puesto, pero que superar el 20% servirá, también, para ponerle una barrera a Scioli en su sueño de ganar sin ballottage. Si la moneda continúa en el aire, ¿esperarán el Frente para la Victoria y Scioli tan tranquilos la posibilidad de abandonar el poder que vienen manejando desde hace tantos años? Durante la madrugada del martes, Macri fatigó los teléfonos de todos sus ministros para sacarse la duda sobre las verdaderas causas del apagón que todavía afecta a buena parte de Palermo y Recoleta. "¿Nos están echando la culpa?", preguntó. Necesita que el efecto Campanella no se diluya con el correr de las horas.