Mauricio Macri está a la caza del voto útil y la última semana de campaña pondrá el acento en esa idea. Le dirá, de la manera más directa posible, al 60% de los argentinos decididos a no votar a Daniel Scioli, que la mejor manera de evitar que gane "la continuidad" de este gobierno es optar por él. Que hacerlo por Sergio Massa, Margarita Stolbizer, Aldolfo Rodríguez Saá, Nicolás del Caño o incluso en blanco, es votar indirectamente por Scioli, ya que le permitirá al gobernador de la provincia de Buenos Aires triunfar en primera vuelta.
Si le preguntan, responderá que Massa hizo en las PASO una excelente elección, pero que no llegará a superarlo y que por lo tanto él será la única opción para terminar con más de una década de autoritarismo, manipulación de cifras oficiales, negocios del sistema político, inseguridad, narcotráfico y corrupción. Dirá, palabra más, palabra menos: "Soy yo o el caos".
Macri y sus asesores de Cambiemos quiere generar un clima parecido al que logró la oposición a Carlos Menem en 2003, cuando Néstor Kirchner, el candidato de la alternancia que había obtenido el 22% de los votos en primera vuelta, podría haber arrasado al riojano en la segunda, si éste no hubiera renunciado, a pesar de haber obtenido el 25% de los votos. Scioli 2015 no es como Menem 2003. Macri tampoco se parece al Kirchner que logró la presidencia.
El Frente para la Victoria, como sello electoral, no está muerto, ni mucho menos. El clamor para que se vaya Cristina Fernández y todo lo malo que representa es fuerte, pero compite con la energía de quienes hubieran preferido que se quedara. Los mismos que ahora sueñan con su regreso en 2019. La economía real muestra signos de agotamiento, pero no tiene ni punto de comparación con la crisis de diciembre de 2001 y sus consecuencias sociales. El problema de Macri es que la polarización que había vaticinado entre él y el gobierno nacional su asesor, Jaime Durán Barba, no se está produciendo, y que Massa sigue vivito y coleando, en competencia con sus potenciales votantes e impidiendo el crecimiento del líder de PRO.
Pero la supervivencia del líder del Frente Renovador también parece perjudicar a Scioli. Funciona como una barrera que le impide llegar al 40% de los votos necesarios para ganarle a Macri en primera vuelta. Eso es porque hay peronistas que prefieren, como primera opción, a Massa, en lugar del postulante del Frente para la Victoria.
El viernes pasado, Federico Aurelio, de Aresco, me dijo: "Hay un 50 % de posibilidades de que Scioli triunfe en primera vuelta, y otro 50 de que se deba ir a ballotage". Pero el equipo de campaña del oficialismo está confiado en que su candidato triunfará en primera vuelta. Con la máquina de calcular y un mapa de la Argentina, afirman que el oficialismo sumará dos o tres puntos en la provincia de Buenos Aires, y mejorará su actuación en Córdoba, Santa Fe y Mendoza, donde, suponen, encontraron su piso electoral.
Las dos semanas que quedan antes de la elección son claves. Es el momento en que el votante está más dispuesto a escuchar, porque se acerca el día de depositar la boleta en la urna. Entonces Macri y sus voceros están dispuestos a comunicar a los prejuiciosos, los no convencidos, los que lo miran raro e incluso los que lo perciben como un hijo de padre rico que juega a la política como un capricho más, que la opción es él o más de lo mismo. "O quizá algo mucho peor, como el sciolismo y el cristinismo peleados en medio de la conducción del poder, con los argentinos como rehenes", como anticiparon, en algunas entrevistas, tanto el jefe de campaña, Marcos Peña, como Jorge Macri.
El intendente de Vicente López parece el más "peronista" de todos los dirigentes de PRO. La semana pasada le pidió a Felipe Solá que baje su candidatura a gobernador de la provincia, para que la mayoría de sus votos fueran a María Eugenia Vidal, e impidieran el triunfo de Aníbal Fernández. El primo de Mauricio tomó el megáfono y apuntó a la fantasía colectiva de que el jefe de gabinete es lo peor que le puede pasar a las madres y los niños vulnerables de la provincia. Preguntó a millones de padres: "Entre Aníbal y Maru ¿a quien elegirían para que cuide a sus hijos?". Y se dirigió directamente a Solá, para pedirle: "Felipe: si tenés el mismo miedo que todos los bonaerenses, y yo sé que lo tenés, no seas mezquino; se generoso y bajate.
En la provincia no hay segunda vuelta. No hay otra oportunidad. El que gana con un voto se queda con todo. Y si no te bajás Aníbal se puede quedar con todo, por un voto". Menos brutales y directos, pero igual de insistentes, serán la mayoría de los voceros de Cambiemos, de acá hasta el domingo 25 de octubre, cuando hablen de las elecciones a presidente. Dirán que votar a Scioli nos expone a por lo menos 8 años de pejotismo explícito y le pedirán a los que hoy aparecen como votantes de Massa y de Margarita que hagan lo que anticipó, en su momento, la esposa del líder del Frente Renovador, Malena Galmarini, y uno de los referentes más importantes de GEN, Gerardo Milman.
En su momento, Galmarini, todavía sensible con el ingreso a su hogar de un agente de un servicio de inteligencia, prometió que no votaría a Scioli ni loca. Incluso le dijo "forro" en la cara. Y Milman, candidato a intendente de Avellaneda, en une entrevista conjunta con otros aspirantes a intendentes de otras localidades, terminó por admitir que, en segunda vuelta, votaría a Macri, porque prefiere el mal menor al mal mayor.
Él sabe bien de lo que está hablando: es el único director del Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) que convive con los referentes de Martín Sabbatella, a los que se los reconoce por ser más cristinistas que Cristina Fernández de Kirchner. "No tienen escrúpulos. No tienen límites. Son dogmáticos y no escuchan", suele caracterizarlos. Si gana Scioli, asumirán una nueva responsabilidad: la de custodios "ideológicos" de los supuestos logros de la Presidenta.