Si bien es políticamente incorrecto decirlo y además piantavotos, la realidad es que el gasto público ha llegado a niveles récord y, por lo tanto, la presión impositiva está asfixiando a la población. Como consecuencia de este desparramo, tenemos déficit fiscal, emisión monetaria para financiar el déficit fiscal e inflación. Lo políticamente incorrecto y piantavotos es decir que inevitablemente hay que bajar el gasto público. Me dicen hablar de bajar el gasto público no se puede porque la gente no quiere saber nada de eso. Es probable que la gente siga con esa costumbre de no querer oír hablar de la realidad y prefiera a los políticos que les mientes. O, para decirlo de otra forma, le dicen a los políticos: mentime que me gusta.
Pero como la realidad manda por encima de lo “políticamente correcto” uno puede esperar dos opciones hacia el futuro: a) que el próximo gobierno le explique a la población en forma clara y concreta porqué hay que bajar el gasto público, en qué rubros y proceda en consecuencia o b) bajarlo por imperio de las circunstancias por otro camino más brutal, desprolijo, ineficiente y con alto sufrimiento para la población.
Lo anterior puede asimilarse al 2001 cuando Ricardo López Murphy quiso bajar el gasto público en el equivalente a U$S 3.000 millones de ese momento y se produjo un escándalo político que terminó con la renuncia de López Murphy.
Los “políticamente correctos” no lo bajaron, pero luego de un tiempo decidieron que había que tener déficit fiscal cero y eso se tradujo en una política según la cual los empleados públicos, jubilados y proveedores del estado iban a cobrar de acuerdo a lo que se recaudara en el mes.
Esta estrategia, sin reformas de fondo, no logró cambiar las expectativas y todo terminó en una fenomenal fuga de depósitos del sistema financiero, luego llegó el corralito y, finalmente, la parte más catastrófica que fue la política que aplicó Duhalde con la devaluación y la pesificación asimétrica. Porque en realidad Duhalde aplicó un brutal ajuste sobre la economía vía una devaluación y una llamarada inflacionaria. La estrategia fue aumentar el tipo de cambio, hacer que los precios internos subieran menos que el tipo de cambio para que éste subiera en términos reales y, finalmente, incrementar los salarios menos que los precios internos y mucho menos que el tipo de cambio para licuar el gasto en salarios y jubilaciones. Lo que se conoce como licuar el gasto público con una llamarada inflacionaria o bien licuar el gasto público.
¿Cuál es la diferencia entre aplicar una baja del gasto público en forma ordenada o hacerlo a lo Duhalde? La diferencia es que en el primer caso hay una reforma estructural del gasto público que le permite ganar competitividad a la economía argentina y menos sufrimiento para la población en general. Hacerlo a lo Duhalde es dejar las ineficiencias del estado tal cual están pero con un costo menor en términos reales.
Para explicarlo desde otro ángulo. Imaginemos una empresa que tiene 9 gerentes pero podría funcionar perfectamente con 5. Si la plata no alcanza, la opción racional es despedir a 4 y quedarse con 5 bien pagos. La opción Duhalde es: me quedo con los 9 pero todos mal pagos. En el primer caso hay reforma estructural, en el segundo no.
Imagine el lector la cantidad de empleados públicos que sobran, particularmente luego que este gobierno ha nombrado miles “empleados” públicos que en realidad son subsidios para los militantes de La Campora que pagamos todos con nuestro trabajo.
Suelen decirme que si alguien plantea una cosa así no consigue votos porque los empleados del estado que no son de La Campora no votarían al candidato que dijera eso por miedo a perder su trabajo. Si el candidato dice que va a despedir a los empleados de La Campora, el empleado estatal que no es de La Campora no votaría a ese candidato por miedo a perder su puesto de trabajo, sostienen.
En primer lugar, los de La Campora van a votar solo al candidato que ordene CF, de manera que el candidato opositor seguro tiene perdido el voto de los de La Campora. Diga que los va a despedir o no diga nada. Pero creer que los empleados públicos tradicionales van a asustarse con una propuesta de ese tipo es no conocer lo que ocurre dentro del sector público.
En efecto, las patotas de La Campora han avasallado a los viejos empleados estatales. Les quitaron sus cargos jerárquicos o los tiraron a un costado humillándolos, ganan más que ellos y, además, los maltratan. El empleado público tradicional detesta a los de La Campora. Sí hay algo que desea profundamente es que los echen.
Me dicen que una baja del gasto público generaría un alto grado de conflictividad social e ingobernabilidad. En rigor la ingobernabilidad se va a producir si no se hace algo concreto y eficiente en forma inmediata. Con el tipo de cambio real retrasado artificialmente por el gobierno. Con la inversión ausente por la inseguridad jurídica, el cepo cambiario y demás regulaciones y con la fiesta de consumo artificial llegando a su final, no hay motor que mueva la economía. Es decir, ni la inversión, ni las exportaciones, ni el consumo están moviendo el nivel de actividad Esto significa que los problemas de ocupación son cada vez más agudos, la inflación hace destrozos en los presupuestos familiares y las economías regionales están colapsadas.
La crisis social y la ingobernabilidad van a llegar si rápidamente no aceptamos que, de ahora en más, serán las inversiones y las exportaciones las que moverán la economía. La fiesta de consumo artificial ya pasó. Esa no es opción real. El que le venda que Ud. va a seguir consumiendo lo mismo le está mintiendo.
Ahora, para que haya inversiones tiene que haber seguridad jurídica, previsibilidad en las reglas de juego, disciplina monetaria para que no haya inflación lo cual nos lleva a la disciplina fiscal que implica bajar el gasto público. ¿O alguien cree que puede bajarse la inflación sin emisión monetaria y que la emisión monetaria no está ligada al déficit fiscal? Si este es el problema, ¿alguien cree que puede bajar el déficit fiscal subiendo más los impuestos?
Guste o no, el gasto público pasa a ser una de las claves en el futuro plan económico del próximo gobierno. Y podrán gritar, patalear o llorar diciendo que es políticamente incorrecto bajar el gasto público, pero la realidad es que el que no lo baje va a tener problemas de gobernabilidad porque se le escapará la inflación con un fenomenal estrago en los ingresos reales, generando más pobreza e indigencia, al tiempo que aumentará la desocupación y, finalmente el gasto público bajará por licuación inflacionaria.
En mi opinión es preferible ir analizando el presupuesto para ver quiénes son los que hoy están viviendo a costa del trabajo ajeno sin producir nada eficiente para el resto de la sociedad o bien aceptar que vamos de cabeza a otra crisis inflacionaria y cambiaria como en el 2002, sin resolver ningún problema de fondo pero comprando serios problemas de gobernabilidad.
Fuente: Economía para Todos