¿Se ha desatado una nueva guerra de monedas?

Para contestar el interrogante hay que tomar apunte sobre lo sucedido recientemente. La semana pasada mostró a China con sus garras bien afiladas. Con tres devaluaciones seguidas golpeó los mercados del mundo.

Así el Banco Central chino dejó que el yuan cayera 4,7% en tan sólo una sola semana.

En consecuencia, debemos esperar una mayor contracción del consumo interno así como un aumento de competitividad en sus exportaciones.

A diferencia de las depreciaciones cambiarias en la mayoría de los países emergentes, esta serie de devaluaciones marcaría un cambio profundo, más bien estructural.

¿Qué significa ello?

Pues que si la segunda economía mundial asume el riesgo de que su moneda no logre ser considerada estable para el globo es porque no ha logrado aún resolver problemas serios que le exigen una modificación de rumbo en pos de mayor competitividad; que le exigen promover las exportaciones con contracción de importaciones; que le demandan un presente más sacrificado para la sociedad.

En esta suerte de cambio estructural sale a la luz, cada vez con mayor claridad, la posibilidad de una guerra de monedas. Se trata de las batallas que podrían librar las divisas de diferentes países, mediante devaluaciones en busca de aumentos de competitividad.

En los últimos doce meses, el real brasileño ha caído cerca de un 33 %, y un 21 % en lo que va de año. Algo similar ha sufrido el rublo de Rusia.

Así el mercado de granos ingresa de lleno en un escenario donde fuerzas negativas presionan a la baja de los precios de los commodities.

Este es el nuevo mundo. Dólar fuerte, China más “apretada” para consumir, países con la amenaza de depreciar sus monedas y un exceso de oferta global son realidades que resulta muy difícil de procesar en el mercado.

No sólo eso. Nuestro país, particularmente, hace su entrada a un mundo de escasas perspectivas alentadoras. Cómo vamos a salir del subdesarrollo si nuestras exportaciones están concentradas en dos sectores y en dos países? Sólo dos sectores productivos y dos destinos. Porque es así. La soja va a China y los automotores a Brasil. Y ambos países han devaluado.

En tanto, la moneda argentina sigue montada en el camino de revaluación emprendido por el dólar en el mundo. Y esta cuadro se agravaría en caso de cumplirse la amenaza de que Estados Unidos eleve las tasas de interés luego de finalizado el verano.

Se trata de un camino ascendente que nos lleva a perder competitividad en forma alarmante.

¿Termina acá la descripción de problemas? No, de ninguna manera. Falta el peor.

El peso está montado en el dólar que se aprecia respecto a las principales divisas. Pero, a su vez nuestra moneda, como consecuencia de la elevada tasa de inflación, se aprecia respecto al dólar. Ergo, el tipo de cambio deja a la mayoría de las actividades de exportación fuera del campo de acción.