Todo parece indicar que las privatizaciones se han transformado en una mala palabra. Es casi un sacrilegio hablar de privatizar Aerolíneas Argentinas, el sistema jubilatorio o el fútbol para todos. Es como si hubiese una carrera populista por ver quien ofrece más estatismo, el mismo estatismo que hundió la economía argentina en la decadencia y la corrupción.
Todos parecen haber olvidado, o no vivieron, lo que fue el período en que los teléfonos, sistema energético o autopistas estaban en manos del estado. Podían pasar 30 o 40 años desde el momento en que uno pedía una línea telefónica hasta que se la instalaban, si tenía suerte. La sección cartas de lectores de los diarios estaba llena de cartas de gente que se quejaba porque hacía años que no le funcionaba el teléfono y la empresa estatal ENTEL nunca se lo arreglaba o cartas de quienes reclamaban que hacía muchos años que había pedido una línea telefónica y seguía esperando.
Una vez que uno tenía la suerte de disponía una línea telefónica, tenía que tener una segunda suerte: que funcionara la línea a la que llamaba. Recuerdo que allá por los 80, época de Alfonsín ya, vivía frente al hipódromo de San Isidro en un departamento que tenía teléfono. Todo un lujo en esos años. Bien, sistemáticamente todos los fines de semana, especialmente los domingos, me quedaba sin tono. Un día la línea había quedado ligada, es decir, podía escuchar qué hablaban, y escuché que me afanaban la línea para hacer apuestas clandestinas por las carreras de caballos del hipódromo.
Tal era la locura del mal funcionamiento de ENTEL, que los departamentos que se publicaban para vender aclaraban en el aviso si tenía teléfono o no. El mismo departamento con teléfono y sin teléfono tenía una diferencia de precio de U$S 3.000, con lo cual uno puede concluir que el precio de una línea de teléfono en el mercado era de U$S 3.000.
Los más jóvenes tienen que saber que Alfonsín, como gran avance de estrategia comercial, lanzó el plan Megatel. El plan Megatel era una especie de plan cerrado en el cual la gente iba pagando la cuota y en determinado momento le instalaban la línea, previa coima al instalador que siempre encontraba un problema para poder instalarlo. Así que la gente, después tanto esperar, le pedía que no se fuera. Le daba la coima y milagrosamente la traba técnica para instalar la línea desaparecía. En definitiva, el plan Megatel no era otra cosa que el cliente pagando para darle capital de trabajo a ENTEL, que además de ser ineficiente, tenía enormes pérdidas y estaba sobredimensionada en personal.
Los ejemplos pueden seguir con el puerto de Buenos Aires que fue declarado puerto sucio por las demoras que había para que entraran los barcos a cargar y descargar mercadería. Eso quiere decir que para venir a la Argentina, una empresa naviera cobraba más caro que a otro destino el flete correspondiente.
El sistema energético se caía a pedazos como ahora gracias al milagro del modelo. Ir a Mar del Plata por la ruta 2 insumía, en plena temporada de verano, no menos de 8 horas de viaje con un altísimo riesgo de accidente. No existía la autopista Buenos Aires-La Plata y la ahora autovía 2. Era una ruta angosta, peligrosa y repleta de autos, camiones y micros. YPF tenía alrededor de 45.000 empleados y gigantescas pérdidas operativas. Era el milagro de la única empresa petrolera en el mundo que tenía pérdidas. Cuando se la privatizó se quedó con solo 5.000 empleados, comenzó a producir más y tuvo ganancias.
La cantidad de ejemplos que pueden darse sobre lo terrorífico que fueron las empresas estatales para el país por ser grandes bolsones de corrupción, ineficiencia y pérdidas que tenía que pagar el contribuyente, puede ser interminable.
Si uno observa lo que pasa actualmente, hemos vuelto a esos nefastos años. Por ejemplo, en esos años de empresas estatales, la gente paga una parte de la factura de luz en el banco y la otra parte vía impuestos o el impuesto inflacionario, porque las pérdidas de las empresas estatales se financiaban con aportes del tesoro, el que también tenía déficit y, por lo tanto, recurría al impuesto inflacionario para cubrir las pérdidas. De nuevo, una parte de la cuenta se pagaba en el banco y la otra vía el impuesto inflacionario: ¡igual que hoy! Hoy días las empresas privadas, con los precios controlados, tienen pérdidas que son cubiertas por el estado, el que a su vez recurre al Banco Central para que le financie el déficit fiscal vía emisión monetaria bajo mediante diferentes artilugios contables.
Uno puede discutir los marcos regulatorios de las privatizaciones de los 90, pero lo que no puede negar es que las privatizaciones, además de ser una necesidad para alcanzar mejores servicios y eficiencia, también constituían un instrumento de estabilización económica o, si se prefiere, un instrumento para luchar contra la inflación. ¿Por qué? Porque al privatizarse esas empresas, el tesoro redujo sus erogaciones generadas para sostener las pérdidas de las empresas estatales y se necesitó menos emisión monetaria para cubrir el déficit fiscal. Que luego se haya disparado el gasto público por el objetivo de Menem de buscar su reelección, no quiere decir que antes no se lograra eliminar el déficit fiscal.
El segundo motivo fue la venta de las empresas del estado permitió reducir la deuda pública porque los que compraban las empresas podían hacerlo pagando con bonos que eran parte de la deuda. Es decir, el estado entregaba empresas descapitalizadas, ineficientes y corruptas a cambio de deuda que tenía que pagar el estado.
Siempre se dijo que las privatizaciones significaron vender las joyas de la abuela. Puede ser que fueran de la abuela, pero no eran joyas, justamente.
Ya sé que es políticamente incorrecto decir que había que privatizar, pero yo no me caracterizo por ser políticamente correcto ni me interesa serlo. ¿Dónde está escrito que los votos solo se ganan mintiendo y defendiendo lo indefendible?
Veamos ahora el tema desde otro ángulo. ¿Por qué las empresas estatales no son eficientes? En primer lugar porque suelen responder más a las necesidades políticas del gobierno de turno que a las necesidades de los consumidores.
Pero hay otro punto que no es menor, el estado no tiene recursos propios para fundar una empresa estatal. Esos recursos solo puede obtenerlos de los bolsillos de los contribuyentes. Lo que hace el burócrata que se cree un iluminado, es jugar a ser empresario con los recursos del contribuyente. Le quitan dinero por la fuerza al contribuyente para crear una empresa estatal. La pregunta es: ¿quién dijo que el burócrata asigna mejor los recursos que el que los genera? Es decir, ¿por qué el burócrata va a saber mejor que Ud. dónde asignar sus ingresos?
En segundo lugar, si la actividad que va a hacer la empresa estatal es rentable, quiere decir que perfectamente el sector privado puede proveer ese bien o servicio. Finalmente el empresario está siempre a la búsqueda de utilidades porque esa es su función primordial. Ganarse el favor del consumidor y generar utilidades con esa actividad. De manera que no hace falta que el estado le meta la mano en el bolsillo a la gente para que un grupo de burócratas jueguen al empresario.
Si por alguna razón el estado decide subsidiar alguna parte del transporte o lo que sea, no hace falta crear una empresa estatal. Solo hace falta llamar a licitación al sector privado para ver quién está dispuesto a hacer esa actividad licitando el menor subsidio a recibir del estado.
Finalmente vayamos al debate de hoy en día. Se dice que el problema de Aerolíneas no es si está en manos del estado o del sector privado, sino cómo se gerencia. En definitiva, lo que se propone es despedir a un Recalde inepto y prometen poner otro “Recalde” pero eficiente. Me parece muy flojo el argumento pero sí estoy dispuesto a tomarlo con dos condiciones:
1) Que Aerolíneas Argentinas tenga que competir con el sector privado. Es decir, una política de cielos abiertos donde no haya restricciones para que el sector privado tenga nuevas rutas.
2) Ya que los políticos y directores de esas empresas dicen que es un problema de manejarla con eficiencia, entonces que dejen Aerolíneas en manos del estado pero el presidente de la Nación, el presidente de la Aerolíneas Argentinas y todo su directorio pongan como garantía sus bienes personales como una propiedad con un valor no menor a los U$S 100.000.
Porque es muy fácil jugar al empresario con el dinero del contribuyente y decir que la empresa puede ser rentable. Si tan seguros están, que pongan sobre la mesa su garantía. Si hay pérdidas pierden la garantía y los contribuyentes tendrán que financiar la otra parte de las pérdidas. Pero terminemos con esta historia de decir que se puede administrar sin pérdidas una empresa estatal y luego transferirle al sufrido contribuyente los disparates que hacen los burócratas de turno.
En síntesis, en la cancha se ven los pingos. Si tan seguro están de hacer rentable una empresa estatal, que por lo menos jueguen parte de su patrimonio, como lo hace cualquier empresario.
Quiero ver cuántos quedan a la hora de formalizar su garantía.
Fuente: Economía para Todos