Mariano Recalde, el candidato kirchnerista que no ingresó al balotaje en la Ciudad, y Axel Kicillof, ministro de Economía y aspirante a una diputación en octubre, supieron sintetizar como nadie el significado que tuvo para el Gobierno la dispersa jornada electoral de ayer. Ambos prefirieron exaltar la victoria del “no” en el plebiscito en Grecia –con el 61% de los votos– que fortalece al premier Alexander Tsipras en su dificilísima negociación con los acreedores y el FMI para sortear el default. En ese remoto refugio aquellos funcionarios encontraron la única razón para celebrar.
Quizás, hasta podría afirmarse que la defección global del kirchnerismo resultó el superdomingo mas intensa que la capitalización política que pueda garantizarse la oposición pensando en las PASO de agosto y en la primera vuelta de octubre. Dentro de balances siempre parciales, sería injusto no remarcar que Mauricio Macri apareció como el candidato de aquel sector más beneficiado.
El recuento es elocuente. El kirchnerismo quedó tercero en los dos distritos mas importantes en los cuales se votó, Capital y Córdoba. A medianoche seguía la discusión con el radicalismo acerca sobre quien se había impuesto en La Rioja, en una votación vidriosa cargada de denuncias. Aunque los datos provisorios le concedían ventaja a Sergio Casas, respaldado por kirchneristas y menemistas. El radicalismo se impuso en las legislativas de Corrientes. El dato menor aunque pleno de simbolismo sería La Pampa: en las PASO el kirchnerismo, con el timón del gobernador Omar Jorge, perdió por paliza contra la corriente del peronismo tradicional que lideró el senador Carlos Verna. Tampoco se podría pasar por alto otro detalle. Cristina Fernández se involucró en la mayoría de las campañas. Utilizó la cadena nacional dos veces para promover a Recalde y castigar a Martín Lousteau, su ex ministro, que se ganó en Capital el derecho al balotaje contra Horacio Rodríguez Larreta. Pisó el último día una villa del barrio de Lugano junto al titular de Aerolíneas Argentinas. Estuvo además discretamente en Córdoba, en Río Tercero. Fue acompañada por la fórmula entre Daniel Scioli y Carlos Zannini en sus visitas a La Pampa y La Rioja.
La oposición, en cambio, fragmentó en buena medida sus victorias. Macri se afianzó en su carrera presidencial en Capital y con el buen segundo puesto del radical Oscar Aguad en Córdoba. Los radicales compartieron con él esa felicidad y añadieron la suya en Corrientes y la pelea en La Rioja, donde el último gobernador no peronista que administró la provincia fue, justamente, un radical. Durante el gobierno derrocado del ex presidente Arturo Humberto Illia. También se subieron al carro de Lousteau, lo cual explicitaría el enrevesado tramado electoral de la oposición. Enfrentan al macrismo en la Ciudad pero participarán en las PASO en esa comarca política con las postulaciones del senador Ernesto Sanz y de Elisa Carrió.
Sergio Massa le encontró una salida a su laberinto en el esquivo superdomingo. No quiso arriesgarse en La Rioja, por el cuadro desbarajustado, pero encontró el lugar que le dispensó José Manuel de la Sota en Córdoba, para festejar el triunfo de su discípulo, Juan Schiaretti. Con esa fotografía, ambos candidatos aspiran a que logre coagularse –al menos hasta las PASO– la polarización electoral que se instala entre Scioli y Macri.
Al líder del PRO volvió a faltarle cinco centavos para el peso. Como pasó en Santa Fé, donde luego de ganar las internas Miguel Del Sel resignó la gobernación en manos del socialismo por menos de 1500 votos. La victoria de Rodríguez Larreta fue abrumadora. Por 20 puntos y habiendo dominado todas las comunas. Pero con un par de puntos mas (47% o 48%) quizás hubiese dejado a Lousteau con escaso margen para insistir con el balotaje. El candidato de ECO mejoró su comportamiento respecto de las primarias en la Ciudad. A Rodríguez Larreta se la escabulleron dos puntos del global que habían reunido en su contienda con Gabriela Michetti.
Es imposible vislumbrar ahora mismo el destino de la próxima etapa electoral en Capital. Aunque la ventaja macrista, a primera vista, resultaría casi indescontable. Tal vez Macri, anoche mismo, empezó a delinear su estrategia. A entender por donde debería trazar el sendero. En la fiesta PRO, como lo hizo la noche de la derrota en Santa Fe, se paró como un presidenciable con la intención de nacionalizar rápido la campaña de dos semanas hasta la segunda vuelta. Nunca apuntó contra Lousteau. Su blanco resultó el kirchnerismo. Hasta se metió con la crisis en el Poder Judicial que hasta ahora había abordado con blandura. No mencionó ninguna peripecia política suya en Capital sino en el Gran Buenos Aires, con María Eugenia Vidal siempre a sus espaldas. Busca que aquella segunda vuelta porteña pueda ponerlo definitivamente como el único contendiente de Scioli y de Cristina.
Los cálculos irían, incluso, un poco mas allá. El macrismo estima que la
victoria en Capital podría irradiarse, al menos, sobre el primer cordón
bonaerense. Crucial para la durísima batalla con los K y el PJ en el conurbano y
en toda la provincia. En Córdoba y Santa Fe, mas allá de las caídas, contaría
con una muy buena base de partida (un tercio de votos) para su carrera
presidencial. En los grandes distritos, sobre los grandes centros urbanos,
piensa cimentar la ilusión de una victoria.
La disputa en Capital que viene presenta una cantidad de dilemas aún sin
respuestas ciertas. Rodríguez Larreta no podrá con el aporte de votos de
Recalde. Pero, ¿hasta que punto esos votos K irán a las alforjas de Lousteau? El
ex ministro los necesitaría como el pan para meterse con alguna posibilidad en
la pelea. ¿Cómo haría para convocarlos, por otra parte, de parte de un sector
que desató contra él la campaña más sucia?
Hubiera sido mas sencillo para Macri y Rodríguez Larreta, a lo mejor, que el retador fuera Recalde. El corrimiento de votos de ECO, en ese caso, podría suponerse mayoritario. Con Lousteau no existirían absolutas certezas. Aunque también habría que reconocer que las fronteras de la confrontación del ex ministro de Cristina con el PRO resultarían bastante difusas. Nunca habría que olvidar que alguna vez Macri le propuso que fuera candidato a diputado por la Ciudad en las legislativas del 2013. Tampoco se podría olvidar que integra para las elecciones presidenciales el espacio que Macri diseñó junto a Sanz y Carrió. Los tecnócratas macristas, anoche mismo, conjeturaron que los dos puntos de menos que cosechó Rodríguez Larreta respecto de las primarias podrían ser simpatizantes de Michetti que emigraron con Lousteau. “Pero esos y otros votos de ECO volverán”, pronosticaban con las calculadoras en sus mano.
En la estrategia de las semanas que vienen estará Macri y también Michetti. La fórmula presidencial será bastonera de Rodríguez Larreta. Se le hará complicado a Lousteau, mas allá de su reconocido afianzamiento en la arena política, explicar por qué razones pide un cambio de gobierno en la Ciudad del líder que reclama el fin del kirchnerismo para octubre.
El macrismo puede haber sumado otra consideración positiva en la mirada social con la puesta en marcha de la boleta única electrónica en la votación de ayer. Siempre asegura que la Capital es su gran vidriera. Fue notable la mejora del sistema respecto de las primarias. En especial, la velocidad del escrutinio. También la ausencia de las cansadoras picardías con las anacrónicas boletas de papel. Quizás haya impactado más la novedad en comparación con las serias imperfecciones repetidas en Santa Fe, la lentitud del propio recuento de ayer en Córdoba o las sombrías carencias de La Rioja.
El extenuante e inexplicable calendario electoral de la Argentina cumplió otra etapa. Pero las incertidumbres sobre el futuro continúan intactas.