No recibe un centavo del Gobierno, ni les quita un peso a los jubilados, ni se ensucia con medidas demagógicas. Su mecánica consiste en el rescate de productos que salen del circuito comercial por diversas razones, pero son aptos para el consumo. En lugar de convertirse en basura, esta entidad los recibe, examina, almacena, clasifica y distribuye con miles de voluntarios (dije bien: ¡miles!) que brindan horas de ayuda gratuita y entusiasta. La eficiencia y el rigor administrativo explican el crecimiento de los donantes de fondos, servicios y productos.
Este Banco de Alimentos se articuló con 83 organizaciones comunitarias. Ha realizado 1421 visitas de acompañamiento a gente necesitada. Consiguió nuevos espacios gratuitos en otros depósitos, así como una gran cantidad de fletes. Repartió alimentos por un equivalente a cuatro millones de kilos, convertidos en casi diez millones de platos de comida anuales, y la mayoría de sus beneficiados son niños.
Esta iniciativa tiene su historia. Mercedes Schilling se enteró de la existencia de bancos de alimentos en una revista de cocina. Cocinera de profesión, sabía que se desperdicia buena comida mientras crece el hambre. Se unió a su amiga Clara Gotelli y decidieron iniciar un emprendimiento local. Pronto se sumó Rafael Braun, prestigioso sacerdote de la iglesia de Santa Catalina.
El empresario Sergio Martini les comentó haber visitado un Banco de Alimentos en la ciudad norteamericana de Atlanta, y que estaba sorprendido por sus realizaciones. Se comunicaron con su director ejecutivo, quien ofreció ayuda a través de Stephen Camilli, que había llegado a la Argentina y contaba con el know-how necesario.
La primera reunión destinada a formalizar la organización y elaborar un estatuto se realizó en el año 2000. Surgió la Fundación Banco de Alimentos, que, luego de una serie de debates, plasmó en papel su objetivo: "Tiene una misión clara: contribuir a reducir el hambre, solicitando la donación de alimentos aptos para el consumo, almacenándolos y distribuyéndolos entre aquellos que lo necesitan. Su labor busca tener una mirada solidaria con relación al problema del hambre, educar acerca de su naturaleza y, principalmente, presentar soluciones efectivas, por pequeñas que sean".
En pocos meses se pusieron en marcha los equipos, se distribuyeron roles, asignaron tareas y elaboró una convincente carpeta de presentación. Se obtuvo un gran depósito en San Martín, provincia de Buenos Aires, que visité hace poco y me dejó boquiabierto. Se había iniciado un milagro.
En marzo de 2001 se recibió una primera y fuerte donación de alimentos de la empresa Swift Aromour, consistente en latas de paté con problemas de textura, pero no de calidad. Esa empresa, por normas de calidad, había decidido no venderlas. Pero en lugar de mandarlas a la basura, servirían para aliviar el hambre. En ese mismo año se recibieron 293.087 kilos de mercadería proveniente de otras fuentes. En sólo tres años ya se lograban distribuir 1.400.000 kilos de comida y alimentaba cerca de las 45.000 personas (ahora son 100.000) que asisten diariamente a 300 comedores de la Capital Federal y Gran Buenos Aires.
El Banco de Alimentos asumió el papel de visitar y asesorar a otros grupos que nacían en diversas localidades. Ahora funcionan en La Plata, Tandil, Mar del Plata, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Virasoro, Goya, Santiago del Estero, Tucumán y Salta.
A continuación haré un crudo reproche. Hace años que se intenta destrabar el proyecto del "Buen samaritano", basado en la ley 25.989, que permite donar toda clase de alimentos en buen estado. Su artículo 9° indica que quienes donan alimentos "quedan librados de responsabilidad por los daños y perjuicios que pudieran producirse", lo cual facilitaría la entrega de toneladas de comida que desperdician las empresas, los hoteles, los restaurantes, las numerosas fiestas de cualquier tipo, los hogares, sin caer en la industria del juicio. Pero, ¡oh sorpresa!, el presidente Néstor Kirchner vetó ese artículo clave sin dar explicaciones y así quitó amparo legal a supermercados y demás fuentes de aprovisionamiento. Miles de toneladas de frutas, verduras, productos cercanos a la fecha del vencimiento y mercadería con envases dañados levemente son desperdiciados. Urge liberar ese artículo 9°.
Francia pretende reducir a la mitad el despilfarro de alimentos para el año 2025. Mediante una enmienda a la ley de transición energética, a partir del 1° de julio del año próximo, los supermercados de más de 400 metros cuadrados no podrán tirar a la basura los productos perecederos. Deberán donarlos. Según cifras oficiales, en Francia se desechan 20 kilos de comida por persona y año. La FAO considera que se despilfarra hasta un tercio de los alimentos para consumo humano. Según esa institución internacional, la mitad de los alimentos se pierden en su camino del campo al plato. Francia está comprometida en esta lucha desde que en 2010 se puso en marcha un grupo de trabajo sobre el tema. Sus conclusiones son similares a las que ahora se introducen en la mencionada ley. Se pretende conseguir el compromiso solidario de toda la cadena de producción y distribución alimentaria.
El Banco de Alimentos de Buenos Aires está en condiciones de multiplicar geométricamente su noble servicio. Sólo necesita que le lleguen más donaciones que examinará, clasificará y distribuirá. La hermosa parábola del buen samaritano que describe el Evangelio de Lucas es un vigoroso modelo orientador. Y la tarea desplegada hasta el presente, una distinción de honor para las buenas reservas humanas que aún conserva la Argentina.