ANASTASIO SARAVIA, Salta.- Las sorpresas comienzan en la misma entrada de La Moraleja sobre la ruta provincial 5 a 50 kilómetros al norte de Las Lajitas. Un cajero Banelco, al lado de la portería que controla a una larga fila de vehículos y camiones, no sólo interrumpe por completo el paisaje en el que se venían alternando los lotes de soja y monte sino que se preanuncia como el primer plato de un menú muy distinto al de las actividades y modos de trabajar extensivos. "Aquí todos los trabajadores temporarios, cerca de 1100 personas, están bancarizados" explica Maximiliano Klix Saravia, presidente de La Moraleja con un dejo de preocupación. Es que en tiempos de planes sociales, pagar por cuenta bancaria y tener por lo tanto a todos los trabajadores en blanco lejos de ser una ventaja representa un problema para conseguir mano de obra. "Salimos a buscar gente con nuestros colectivos hasta el Chaco. La gente no quiere perder las ayudas sociales que reciben y es cada vez más difícil tener gente para trabajar", agrega Klix Saravia. Vale mencionar que La Moraleja está entre los tres mayores empleadores de la provincia de Salta.
Lamentablemente no es el único problema que atraviesa La Moraleja al igual que el resto de las economías regionales. Su facturación de 50 millones de dólares anuales viene soportando una ecuación demoledora con el atraso cambiario por el que cobran sus exportaciones, el destino del 90% de su producción, y la inflación de sus costos. Los salarios participan en más del 40% de su estructura de costos y se actualizan al 30% anual mientras que el dólar lo hace al 10%.
La Moraleja por medio de los productos industrializados del limón y de tener una producción totalmente integrada termina exportando mano de obra intensiva. Esto que es glorificado en el discurso del gobierno de Cristina Kirchner termina en la práctica siendo fuertemente castigado. Por suerte en La Moraleja hay un proyecto de largo plazo avalado por sus clientes internacionales que les compran sus productos con acuerdos de largo plazo que le ayuda a soportar estas inclemencias. A las que hay que agregar las climáticas con los dos años de seca que sufrieron. Al punto que la represa, el corazón productivo del establecimiento que permite el abastecimiento por un año, se secó por completo. Para que las 836.000 plantas de limón no se murieran, las más jóvenes son las menos resistentes, tuvieron que instalar 14 pozos de emergencia. Los costos para producir treparon inmediatamente. Pasaron del riego gravitacional de costo cero a utilizar 6000 litros diarios para bombear agua desde los pozos. El golpe de la seca fue tremendo. La producción anual de limones cayó del promedio de 100.000 toneladas a 35.000 toneladas en el 2013 y 55.000 toneladas el año pasado. Este año tienen las expectativas puestas en superar las 85.000 toneladas.
Por el bajón productivo y la decisión de mantener los puestos de trabajo y el plan de expansión del negocio del limón se vieron obligados a vender 10.000 hectáreas, mitad agrícolas y mitad con monte. A pesar de estas serias dificultades y de cargar con anclas productivas como pagar el gas más caro del país, por cargos de zona y actividad, o enfrentar créditos con tasas más caras y plazos más cortos que las industrias competidoras de otros países, se termina imponiendo un proyecto muy ambicioso en sus objetivos.