El kirchnerismo siempre tuvo un proyecto político tiránico. Avasallar los derechos individuales, expropiar la renta de los que trabajan decentemente para financiar su clientelismo político que le otorga votos y retener el poder, controlar todo el poder y no aceptar las disidencias está en el ADN k. Me parece que los serios problemas de corrupción que arrastran los principales jerarcas del régimen k, los obliga a ir por más y apuntar a establecer una tiranía para no tener que enfrentar la justicia. En otras palabras, el proyecto tiránico se convirtió en un instrumento de supervivencia para no tener que recorrer diariamente los pasillos de Comodoro Py a partir del 11 de diciembre próximo.
Al mismo tiempo, como todo populismo y desprecio por el país, dejan una economía destrozada. Mucho se dice que los que pronosticamos un fracaso del plan económico nos equivocamos, sin embargo, la inflación está en niveles cercanos al 30% y no se aceleró porque compraron recesión en vez de inflación con disparada del blue.
El BCRA tiene patrimonio neto negativo como lo habíamos anticipado y serias dudas sobre el verdadero nivel de reservas del Central como venimos insistiendo con Agustín Monteverde desde hace rato. Hay un fenomenal déficit fiscal y una feroz caída de las exportaciones, principalmente por usar el tipo de cambio como ancla contra la inflación generando un gran atraso cambiario.
La presión impositiva llega a niveles asfixiantes al punto que, por primera vez en Argentina, hay un paro general de los sindicatos por la presión impositiva.
¿En qué nos equivocamos los que pronosticamos una catástrofe? ¿O acaso esto no es una catástrofe? No todas las crisis económicas tienen que terminar igual que la de 2001. Catástrofe es dejar lo que está dejando el kirchnerismo. El momento en que estalla semejante lío es otra historia. Eso lo sabe solamente Dios.
Ahora bien, dadas las circunstancias actuales, lo más grave no es la situación económica sino el riesgo de que el populismo escale a un sistema tiránico igual o peor que el chavista. Por eso creo que la prioridad en estas elecciones es frenar el proyecto tiránico desarticulando la estructura totalitaria que viene armando el kirchnerismo. Pero con frenar el proyecto tiránico en las urnas no basta. También hay que desterrarlo en el caso que gane la oposición.
Desterrar el proyecto tiránico es, en primer lugar, ser muy severo legalmente con tantos años de corrupción y atropello a las instituciones. El último punto es fundamental para cambiar la Argentina porque si la corrupción, el atropello institucional y el abuso del poder no son sancionados con toda severidad, va a quedar como antecedente que acá cualquiera que tiene una circunstancial mayoría puede hacer cualquier destrozo y, por lo tanto, no seremos confiables para atraer inversiones.
En mi humilde opinión, en el recontra hipotético caso que yo fuera presidente, dentro de mi plan económico incluiría recibir la banda presidencial con beneficio de inventario e impulsar una profunda investigación de los casos de corrupción, malversación de los fondos públicos y abuso del poder. ¿Por qué? Porque el que no entiende que el éxito económico está fuertemente atado a la calidad institucional está condenado al fracaso y no sabe nada de economía. Argentina es decadente porque no ha respetado la propiedad privada. Un secretario de segunda categoría ha legislado mediante simples resoluciones rompiendo la división de poderes dado que legislar es función del Legislativo.
Basta con ver como la AFIP regula mediante simples resoluciones la carga impositiva cuando eso debería ser materia de nuestros representantes en el Congreso. Retrocedimos 800 años justo ahora que se cumple ese tiempo desde que fue firmada la Carta Magna el 15 de junio de 1215 en las afueras de Londres por la cual no se podían establecer impuestos sin representación del pueblo.
Lo que quiero transmitir es que sin una profunda limpieza y severa sanción por todas las violaciones a la ley, la política económica no tiene futuro y crece el riesgo de que vuelva el proyecto tiránico.
Decía recién que con derrotar en las urnas al proyecto de tiranía k no se soluciona todo el problema. Y no se soluciona y el riesgo sigue latente si hay un fracaso económico del próximo gobierno. Si todo estalla por los aires en otro gobierno que no sea k, van a decir que con ellos no pasaban estas cosas y hasta podrían volver a ganar y ahí sí que irían por todo. En consecuencia para que no se de ese escenario de riesgo de vuelta al proyecto tiránico no se puede fallar en lo económico. Pero para tener éxito en los económico será necesario generar un aluvión de inversiones que cree puestos de trabajo y se transforme en el motor de crecimiento de la economía en reemplazo del consumo artificial que generó el proyecto populista kichnerista.
Pero, nuevamente, para generar ese tsunami de inversiones no solo tiene que haber disciplina fiscal, monetaria y respeto por los derechos de propiedad, sino que tiene que enviarse un mensaje categórico que Argentina ha cambiado el rumbo institucional para brindar las condiciones necesarias a todos aquellos que quieran hundir inversiones en nuestro país. Y ese mensaje categórico es una sanción ejemplar a, de nuevo, la corrupción, el abuso de poder y los atropellos institucionales. Ese sería un mensaje de calidad institucional. En última instancia, nuestra constitución de 1853 fue otorgar un marco institucional para atraer inversiones y sancionar y evitar que en el futuro se produjeran otros atropellos de tiranía como la de Rosas.
Frenar el proyecto de un sistema tiránico no se limita a ganarle en las urnas a los k. Es eso, más sentar las bases para que no se repita la destrucción institucional que produjo el kirchnerismo, condenado al país a una fenomenal fuga de capitales, desinversión, falta de pobreza y desocupación.
Hay que metérselo bien en la cabeza. Ganar las elecciones es solo el primer paso. El definitivo es combinar una sana política económica con sanciones ejemplares que restituyan la confianza a las instituciones.
Si no hace eso el próximo gobierno, pagará el costo político del destrozo económico que heredará y, encima, pavimentará el camino para que se reconstruya el proyecto de tiranía k.
Fuente: Economía para Todos