El sur de la provincia de Buenos Aires es la casa del trigo. Jugando con esta metáfora podría decirse que al principal cereal de invierno le han cambiado la cerradura de la puerta en su propio hogar. En este contexto, los cultivos estivales (soja, maíz y girasol) fueron ocupando más espacios.
Ante este panorama, productores y asesores están usando la imaginación y poniéndole onda para resolver el entuerto. Así, surgió la posibilidad de sembrar cultivos de cobertura o puentes verdes para combatir mejor las malezas, colaborar en la reducción de los excesos de agua y aportar materia orgánica durante el invierno.
“Hay que aclarar que sembrar cultivos de cobertura en vez de trigo o cebada en esta zona es un parche, que se resolvería si tuviésemos un mercado transparente y alquileres a largo plazo”, opinó Andrés Candelo, el asesor de la Regional Aapresid Juan Manuel Fangio (ex Mar del Plata).
Así, para compararlo con un barbecho químico, la campaña pasada la regional decidió sembrar un ensayo (el 18 de abril) con vicia, centeno y avena como coberturas y dos fechas de quemado (30 de septiembre y 30 de octubre) para llegar a la siembra de soja y maíz.
En diciembre pasado, mientras recorría los lotes con los cultivos de cobertura (CC) ya quemados y la soja y el maíz apenas asomando, Candelo mostraba una de las ventajas: “Esto es importante para la estructura del suelo, porque donde hicimos tratamiento químico, en lotes con pendiente, el agua barre todo, deteriorando la estructura, mientras que donde hicimos la cobertura hay mayor actividad y el suelo está más esponjoso”.
A cosecha, la soja tuvo un plus de rendimiento como sucesor de los tres cultivos de cobertura respecto de los kilos sobre barbecho químico. El techo fueron los 1.880 kg/ha sobre avena y el piso los 1.509 kg/ha en barbecho químico. Aún en una campaña en la que la falta de lluvias pisó los rindes, los datos sirven. “Los primeros resultados nos animan a probar en lotes más grandes, como ocurrirá con algunos productores en esta campaña”, contó Candelo, también asesor del CREA Balcarce y Frontera.
Uno de los que se animó a probar la receta es Nicolás Bronzovich, que junto a su hermano Vladan y su padre Budimir trabajan un planteo mixto con alrededor de 1.000 hectáreas agrícolas en Lobería y Azul. Como otros en la zona, llegaron a tener el 50% del área total agrícola con cultivos de fina y un 80% de esa superficie invernal era de trigo. “Hoy, cuando el trigo se vende casi como una especialidad, solo sembramos un 30% de la superficie con cultivos invernales y casi todo es cebada”, explicó Bronzovich.
El productor dice que con los cultivos de cobertura, además del control de malezas, se logra un mejor balance de carbono, menor uso de herbicidas y se consume el agua en el invierno que hasta ahora sobraba”.
Por todo esto, Bronzovich sembró 36 hectáreas de avena variedad Violeta INTA el 18 de febrero de 2015 sobre rastrojo de trigo. Fertilizó a la siembra con 100 kilos de fosfato diamónico apostando a la residualidad del fósforo para el cultivo de segunda. Tuvo solo un tratamiento fitosanitario el 15 de febrero para controlar trigo “guacho” y algunas malezas de hoja ancha. Entre el 20 de abril y el 10 de mayo fue pastoreado por 450 cabezas y calcula que no necesitará más tratamientos hasta el cultivo de segunda.
“Lo próximo es medir y ajustar nitrógeno y dejar que sombree las malezas y consuma el agua que suelos someros no pueden almacenar hasta el momento de ensilaje a fines de octubre”, repasó Bronzovich.
Fernando Guardiani, asesor en la zona de Mar Chiquita y en la Cuenca del Salado, contó que venían de una rotación girasol-soja que deja barbechos invernales muy largos. “La rama negra es muy mala competidora, por lo que si no hacés un cultivo invernal, la opción de una cobertura alcanza para mantenerla a raya, pero si alquilás tarde un campo, perdiste”, reconoció. También se refirió al uso de los CC en planteos mixtos. “Hace años que venimos haciendo trigo de pastoreo, sembrado escalonadamente, y avena, de la cual se obtienen dos o tres raciones”, dijo.
Bronzovich reconoció que hay otros productores que también “están apelando a la creatividad” para aumentar el porcentaje de gramíneas invernales. Y contó dos casos: un campo en Madariaga que aprovechó el trigo guacho que tenía cuando lo alquiló como puente verde hasta sembrar el girasol a fines de octubre, que rindió más de 30 qq/ha. Otro caso, en Necochea, donde se sembró avena el 2 de julio, se cosechó a comienzos de diciembre y rindió 24 qq/ha. Luego se sembró un maíz que estiman rendirá 70 qq/ha, y una soja sembrada el 1 de enero que rindió 21,5 qq/ha (aceptable para una campaña magra en lluvias).
En cuanto a los ensayos que hicieron con la regional Juan Manuel Fangio, Candelo reconoció que se necesita experimentar más para “tomarle la mano”. Por eso este año, además de centeno y avena, sembraron raigrás, avena con vicia y nabo forrajero.
Al analizar la campaña que está comenzando tibiamente en el sudeste, Candelo, Bronzovich y Guardiani coinciden en que va a ser muy difícil. “El año pasado los alquileres se negociaron en 11 quintales de soja por hectárea, pero creo que este año van a rondar los 6 qq/ha”, adelantó Candelo.
Para Guardiani, “hay mucho desánimo”. Además, pone el ojo en otro tema: “Si bien es una zona típica de altos rendimientos de trigo, creemos que sin calidad va a ser muy difícil vender. Por eso, estamos analizando optar por variedades que proyecten más proteína y peso hectolítrico”, contó.
Tienen en mente aquello de que las crisis generan oportunidades. Con menos trigo en las rotaciones y malezas agazapadas, es un buen año para probar con la estrategia de los puentes verdes. En definitiva, más allá de lo que le depare al trigo en el futuro, se está sentando una base más sustentable para el suelo en los lotes que vayan a la gruesa sin escalas.