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Julián Domínguez tomaba mate y asentía. Era 2011 y junto al entonces ministro de Agricultura estaba sentado un desconocido José Graziano da Silva, flamante director de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Sus primeras palabras en el país fueron de profundo agradecimiento: especialmente se refirió al respaldo que la presidenta Cristina Kirchner le había ofrecido a su candidatura para acceder a su nueva oficina en la ONU.

 Foto: LA NACION 

Los precios internacionales volaban y los problemas no se notaban. Pero manteniendo el libreto de la FAO y ante la presión periodística, el directivo envió también una señal a los productores. "Las exportaciones de alimentos no deberían tener restricciones en ningún país, porque eso ayuda a agravar la ya existente restricción de la oferta alimentaria", criticó frente a las distorsiones oficiales. Ya con valores planchados, el mismo fantasma seguía recorriendo Europa en febrero de 2014. "Depender mucho de las importaciones es problemático cuando países como la Argentina sorpresivamente restringen sus exportaciones si los precios aumentan", escribió The Economist.

El lunes se cerró ese círculo abierto cuatro años atrás. Graziano da Silva devolvió gentilezas y premió a Cristina "por reducir el hambre".

La Presidenta aprovechó y publicitó: dijo que la pobreza en la Argentina es de menos del 5% de la población. "El país tiene la capacidad de alimentar a 400 millones de personas; en cinco años más esta capacidad va a aumentar a 600 millones", arengó en una tribuna internacional dedicada a luchar contra el hambre.

Pero el kirchnerismo no tuvo políticas activas para la producción. Una investigación presentada en estos días por la Sociedad Rural Argentina (SRA) afirma que desde 2007 -cuando asumió la Presidenta- la actividad agrícola se estancó. Si entre 1991/92 se creció a una tasa de 5,6% anual, desde esos años hasta la fecha la expansión fue de 0,8 por ciento. Y es más: sin las medidas del Gobierno, en 2015 el campo ya hubiera alcanzado los objetivos que están planteados para 2020.

El hambre, por otra parte, está lejos de extinguirse en la Argentina: según la encuesta de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), en 2012 el 20,2 % de los niños y adolescentes se encontraban en situación de inseguridad alimentaria, un estado que define a quien ha tenido episodios de hambre, por causas económicas, en los 12 meses previos a la encuesta. Unas 5,5 millones de personas sufren de algún grado de inseguridad alimentaria en el país, la mitad de ellas con carácter severo (frecuentes situaciones en que no se satisfacen la necesidad básica). La pobreza, según la Universidad, está cerca del 30%.

"Solo el 10 % de la población del mundo vive en países con excedentes de alimentos. Uno es la Argentina. Sin embargo, 5,5 millones de argentinos sufren algún grado de desnutrición", señaló Fernando Vilella, director del departamento Bioeconomía, Políticas Públicas y Prospectiva de la Facultad de Agronomía de la UBA. "Vemos grandes déficits en el acceso, y consumo de frutas y verduras. Sólo para equilibrar la dieta de los argentinos deberíamos duplicar la producción de las mismas." En los últimos años cayó en el país la producción de peras, manzanas, naranjas, limones y mandarinas debido a diversos factores locales e internacionales.

"También hay una brecha significativa en lácteos. Esto se combina con fuertes excedentes en el consumo de carnes bovinas y panificados, protegidos por políticas públicas. Si se ajustaran estos consumos no sólo se tendría una población mejor nutrida, sino que se podría aumentar hasta seis veces la actual exportación de carne y se podrían vender dos millones de toneladas más de trigo", dijo Vilella, que presentará en un mes el trabajo Comer saludable y exportar seguridad alimentaria al mundo en conjunto con Sergio Britos (Universidad Austral) y Roberto Feeney (UBA).

Según la FAO, la producción mundial de alimentos deberá incrementarse en más de 40% para 2030 y 70% para 2050. A contramano, el cristinismo -para citar un dato simbólico- no fue un gran amigo del pan: por ejemplo, en el ciclo 2009/10 la producción de trigo cayó a sólo 2.980.000 hectáreas, la menor superficie en los últimos 111 años. Distorsiones de precios mediante trabas al comercio fueron las medidas cortoplacistas impuestas por el oficialismo. Los resultados: caída de la producción, menos dólares de exportación y alzas en las góndolas.

 

Pero la Argentina continúa siendo un granero a nivel global. Es el país que más granos produce por habitante en el planeta: 2,4 toneladas por persona. En las últimas dos décadas, la superficie sembrada total aumentó 66% (de 19,6 millones de hectáreas a 32,9 millones), mientras que la producción de granos pasó de 42 millones a 102 millones de toneladas. Un crecimiento del 153%.

Sin embargo, debido las políticas adoptadas desde 2006, el país se perdió de producir y exportar productos del campo por US$ 150.000 millones, según un informe elaborado por el economista Juan José Llach para la Fundación Producir Conservando. "Los últimos diez años fueron una oportunidad perdida", agrega Ernesto Ambrosetti, economista de la SRA. "No aprovechamos la enorme competitividad y por eso no se invirtió en tecnología ni infraestructura."

Todos los productos del campo retrocedieron, excepto "el yuyo", como la Presidenta llama a su exitosa soja. Del total del área sembrada en el país, esta oleaginosa representa el 62%, número que el Gobierno impulsó sobre todo cuando el precio tocó su pico en 2008 (US$ 651, la tonelada). Las retenciones al 35% fueron entonces el gran motor de la recaudación. China es el gran importador: mueve el 73% del comercio mundial (un 245% más que hace 12 años). Hoy la soja está a US$ 360 la tonelada. Un informe de la SRA de 2014 afirma que de una producción de 31,5 millones de toneladas en 2003/2004, se llegó el año pasado a 54 millones y para 2015 se esperan 60 millones.

No obstante, un informe de Confederaciones Rurales Argentina (CRA) sostiene que, pese al boom del complejo sojero, el incremento de producción quedó atrás frente a los porcentajes de suba que lograron otros países desde 2007. En la Argentina fue de 7%, mientras que Brasil creció 39%, Paraguay un 49% y Estados Unidos, un 24%, siempre en comparación con la última cosecha.

La Argentina pasó del 5° puesto entre los exportadores mundiales de trigo en 2001, al 13° en 2013. Mientras tanto, el precio del pan se multiplicó por siete. Subió de $ 3,40 el kilo en enero de 2008 a más de $ 20 en diciembre de 2014. De los 5.829.333 hectáreas sembradas en las campañas 2003/2004 a 2005/2006, se pasó en 2013 a 3,6 millones. Entre 2007 y 2014, EE.UU. aumentó un 18% su producción, Paraguay un 63% y Uruguay un 183%. Aquí, en tanto, el área disminuyó un 44%, según CRA.

Por las distorsiones oficiales en el sector, el precio del trigo al productor fue -por ejemplo en diciembre del año pasado- de US$ 132 la tonelada, 71 por debajo del llamado FAS teórico o precio interno, que estaba en US$ 203. Se perdieron US$ 200 por hectárea. En esa época, por caso, el productor uruguayo recibió US$ 93 más por tonelada que el argentino. Según la SRA, en la última década el productor de trigo dejó de recibir US$ 8680 millones (US$ 3573 fueron al Estado y US$ 5107 a exportadores, molinos harineros e industria farinácea).

Hoy Ucrania exporta más maíz que la Argentina. Durante muchos años, el país fue el segundo vendedor mundial detrás de EE.UU. Pero ahora fue superado por Brasil y Ucrania. Desde 2007, según CRA, la producción creció 7% -el Gobierno informó cifras mayores al incluir el uso ganadero-, frente al 41% de Brasil, 32% de EE.UU. y 243% de Ucrania. En la última década, los productores maiceros dejaron de percibir, según la SRA, US$ 16.420 millones (US$ 5583 millones fueron al Estado y el resto se repartió entre exportadores, producción avícola, porcina, feedlots, etc.).

MENOS SIEMBRA

"El área sembrada con girasol en la campaña 2014/15 se estima en 1,3 millones de hectáreas, un 12% menos que en el ciclo anterior y un 68% por debajo del área récord que hubo en 1998/99 estima la SRA. En cuanto a la producción se proyecta en 2.560.000 de toneladas, un 10% mayor a la precedente pero la tercera parte del récord de 6,8 millones de toneladas de 1998/99."

Entre 2005 y 2010, unos 27.000 productores abandonaron la producción de novillos, según datos del Senasa. Al día de hoy se cerraron 135 frigoríficos. Esto dejó sin trabajo a unos 18.000 trabajadores de esa industria. Las intervenciones oficiales en el mercado interno de la mano del ex secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, desincentivó la producción de novillos, que cayó 46% (2,1 millones de cabezas). En 2005 se produjeron 3,13 millones de toneladas mientras que 2013 cerró con 2,84 millones. Según CRA, en el período los brasileños elevaron su producción un 12% y los estadounidenses, un 4 por ciento.

Las exportaciones de carne se desplomaron un 53% (de 429.000 a 203.000 toneladas entre 2008 y 2014). Son los peores números en 40 años sin contar el brote de aftosa de 2001. La Argentina pasó de ser el tercer exportador mundial a ser el duodécimo en el ranking y se ubica detrás, por ejemplo, de Brasil, Uruguay y Paraguay. "Ahora nos pasó Bielorrusia", confirmó Ambrosetti. Entre 2008 y 2014 el consumo de carne vacuna pasó de 68 a 60 kilos por habitante por año, mientras que el precio promedio de la carne al consumidor aumentó un 523 por ciento.

La lechería también sufrió. En los últimos años la tasa de expansión del sector fue de 2,3%. Pero en los últimos 15, fue diez veces menor: se creció al 0,23% o sea un 4% de punta a punta, entre otras cosas debido a la administración del comercio exterior (los llamados ROEL). La producción de leche -según CRA- tuvo un importante desfase frente a otros países. Entre 2006 y 2013, la Argentina incrementó su producción 8% (de 10.200 a 11.000 millones de litros). En el mismo período, Brasil creció un 28%; Uruguay, un 36% y Nueva Zelanda, un 29%.

Un dólar más caro, valores internacionales que ya no serán récord y obstáculos internos serán desafíos ante una demanda de alimentos en crecimiento. La Argentina deberá revisar sus políticas si aspira a erradicar el hambre y alimentar también a los ciudadanos del mundo, entre ellos a los pobres alemanes..