Los pocos días que faltan para el cierre de listas hacen que se confundan los números de las encuestas con los deseos y los intereses personales. Esta semana, los hombres de la "ola naranja" escucharon decir a uno de los más importantes dirigentes de La Cámpora: "Daniel será nuestro presidente". Lo interpretaron como la evidencia de que la Presidenta "jugará a ganador" y no se "suicidará" apostando a un candidato que "no asegure el triunfo".

Cerca del ministro de Transporte, Florencio Randazzo, no piensan lo mismo. Suponen que, después del cierre de listas, Cristina Fernández le va a dar "un espaldarazo". Los incondicionales de Scioli hablan como si Randazzo no existiera. Prefieren conversar sobre el resultado "clave" de una encuestadora que trabaja con el gobernador, pero también con Pro. Dicen que, por primera vez, Scioli superaría a Macri en segunda vuelta. Voceros de otra encuestadora lo relativizaron: "Es una irresponsabilidad asegurar semejante cosa. Si todavía ni siquiera empezó la campaña de verdad. Se trata de una respuesta que depende de múltiples factores. Yo no podría decirte hoy, de manera oficial, que Scioli ganaría en segunda vuelta. Sí que, proyectados los números de la intención de voto que muestra hoy, tiene muchas posibilidades de que así sea", me explicó uno de los responsables de una de las tres consultoras más nombradas.

El gobernador está ahora entre el 33 y el 35% de intención de voto. "Las proyecciones nos hacen llegar hasta 40", me informó uno de sus voceros más prudentes. Sienten que su candidato "no tiene techo" y que las decisiones que tomará la Presidenta para transformar julio y agosto en los meses de mayor consumo y "percepción de riqueza" lo van a llevar directo al sillón de Rivadavia. Para colmo, lo que Macri denomina el "círculo rojo" se está empezando a convencer de que Scioli será nomás el sucesor de Cristina Kirchner. El equipo de comunicación del gobernador se deleita leyendo artículos de los más destacados periodistas que se preguntan cómo puede ser que después de doce años de gobierno y de las muchas batallas perdidas la Presidenta mantenga una imagen positiva superior al 40%, la gobernabilidad y la "centralidad intacta" y la potestad de ofrecerle una base del 30% de los votos al candidato de su espacio político. "Decían que Daniel sufría el síndrome de Estocolmo. Que se dejaba humillar por una presidenta que estaba llegando al fin de ciclo. Pero tan mal no le está yendo, ¿no?"

En el equipo de la "ola amarilla" predomina otra sensación: "Mauricio va a superar en votos a Scioli en la primera vuelta, porque, después de las PASO, la mayoría de los no kirchneristas van a terminar votando por él". A sus amigos más fieles Macri les escribió esta semana: "No nos confiemos. Ellos no están acabados. Si nos equivocamos, nos ganan". Traducido, equivocarse significa "si caemos en la trampa de arreglar con Massa, De Narváez o cualquiera que pueda confundir al electorado sobre la idea del cambio".

El martes a la noche, el candidato a vicejefe de gobierno Diego Santilli adjudicaba al equipo de campaña del líder del Frente Renovador, Sergio Massa, la responsabilidad de haber difundido la información falsa de que Macri y el ex intendente de Tigre habían acordado, finalmente, competir dentro de las PASO junto con Ernesto Sanz y Elisa Carrió. El rumor había hecho subir la bolsa de Buenos Aires más de un 6%. Pero Santilli lo había interpretado como una "jugada desesperada" del Frente Renovador y un grupo de empresarios para que el jefe de gobierno de la ciudad venciera la resistencia a compartir el mismo espacio político.

Tanto Scioli como Macri tienen "un plan". Scioli se pegará a la Presidenta hasta que se oficialice su candidatura. Recién después empezará a leer fino las encuestas e interpretar qué significa la demanda de "cambio". Vinculará, cada vez más, al jefe de gobierno con la idea del ajuste y la endilgará la supuesta intención de querer cambiar todo lo que la mayoría de la sociedad ya interpretó como "una conquista". Desde la incorporación de nuevos jubilados hasta la Asignación por Hijo. No hablará de medidas ni propuestas concretas. Sólo de términos "positivos" como "productividad". No atacará ningún adversario. Pero responderá si le aplican "algún golpe bajo" para que nadie interprete que es "un cobarde".

Macri se prepara para contrarrestar lo que interpreta será una "campaña para agitar el miedo". Dirá que ya lo acusaron de privatizador, de noventista, de autoritario, de mentiroso y que no pudieron probar ninguna de esas "denuncias". Pondrá como ejemplo su gestión en la ciudad, cuya aceptación superaría el 70%. Y caracterizará el kirchnerismo como lo viejo, lo autoritario, lo prepotente y lo asfixiante. "Scioli se pega a Cristina porque quiere asegurarse la candidatura. Pero nosotros tenemos medido que cuánto más kirchnerismo le ponga a su armado, más votos va a perder, porque el 60% de los argentinos ya lo considera parte del pasado", me dijo uno de los funcionarios de la ciudad más cercanos al jefe de gobierno. ¿Cómo explica entonces la recuperación de la imagen positiva de la Presidenta, que ni siquiera las repercusiones del caso Nisman terminaron de hacer caer? "Eso, para nosotros, no es intención de voto. Es una mezcla de melancolía y reconocimiento para alguien que, descuentan, se va." ¿Y si resulta que no se va? ¿Y si se presenta como candidata a diputada nacional, a gobernadora de la provincia de Buenos Aires, de Santa Cruz, o a legisladora por el Parlasur? "Va a tener un piso alto y un techo bajo, como todos los kirchneristas puros."

La fuente se caracteriza por darles más importancia a los datos cualitativos que a los cuantitativos. Y habla con toques futboleros. "Esto es como un superclásico. Todos creemos saber, más o menos, cómo tenemos que jugar, si no pasa nada raro. Cuanto más kirchnerismo y camporismo tenga Daniel en sus listas y su armado, menos votos va a sacar. Cuanto más nos politicemos nosotros, menos votos vamos a conseguir." ¿Qué significa "politizarse"? "Politizarnos significa, según nuestras encuestas, arreglar con Massa, discutir feo con Sanz o Carrió o entrar en el juego de chicanas que nos plantea el Gobierno. La gente está cansada de gritos y de componendas. Quiere un gobierno que le ayude a mejorar la vida y punto." Scioli sueña con un invierno optimista, fines de semana largo de alta ocupación hotelera y mucho consumo en cuotas, para que el "clima económico" acompañe a su propuesta de "cambio con continuidad". Son, las de ambos, ideas módicas. Movimientos básicos para llegar intactos a la competencia final.