Se viene el fin de semana largo y la Federación Aceitera continúa con el paro. Hasta la fecha, el conflicto lleva más de 18 días. Demasiado…sin dudas.

Las negociaciones ciertamente ásperas son la esperanza de su finalización.

El prolongado conflicto entre los trabajadores de la industria del aceite y las empresas industriales y exportadoras podría prolongarse aún más.

La huelga cubre todo el territorio nacional, con la excepción del departamento de San Lorenzo en la provincia de Santa Fe, cuya jurisdicción es del Sindicato de Obreros y Empleados Aceiteros, que no se plegó al paro. La zona más afectada se ubica en el sur de Rosario (Gobernador Gálvez, General Lagos, Alvear y Arroyo Seco).

La demanda salarial, pues de esto se trata, se basa en un piso de aproximadamente 40% de aumento. La parte patronal se niega a tal incremento. Hoy, jueves 21 de mayo, las partes discuten un arreglo.

Los trabajadores encolumnados en la CTA Autónoma, bajo la dirección de Pablo Micheli, bloquean los accesos a las terminales de Ingeniero White y Galván, en Bahía Blanca, en reclamo de una recomposición de los haberes.

Es muy discutible el método seguido hasta hoy para conseguir lo solicitado especialmente en todo lo referido al bloqueo de los puertos y de las fábricas.

El cuadro es patético: hay 40 fábricas paralizadas y cerca de 30 buques cargueros, en las costas del Paraná y del Río de la Plata, a la espera de descarga.

De los 30 buques, 10 de ellos en el cauce del Paraná y el resto en zona del pontón de recalada del Río de la Plata.

Fábricas aceiteras como Nidera, Molinos-Cañuelas y Aceitera General Deheza están en virtual parálisis. Obviamente, las zonas de influencia de cada una de ellas deben soportar la caída abrupta de actividad.

Justo en el momento de mayor afluencia de granos desde la tierra a la industria se suscita este conflicto.

El problema podría ingresar a los supermercados de la mano de serias dificultades de abastecimiento para los consumidores finales.

Pero el verdadero jamón del sándwich es el productor sojero. La logística queda sometida a mayores costos. Y la cadena de pagos tiende a detener su normal fluidez a consecuencia del quiebre que sufre la operatoria comercial.

Las pérdidas económicas son gravísimas. No se cumplen los compromisos contraídos, las exportaciones y los embarques de mercadería, tanto de granos como subproductos sufren las consecuencias.

La cancelaciones de contratos efectuados con el exterior derivan en la suspensión de cupos para la recepción de soja y de esta forma el eslabón de la producción no accede a su plan de cobranzas.

Como los recursos de la cadena ingresan por el eslabón más próximo al cliente del exterior, al no haber entrega de mercadería a los mercados de consumo, los ingresos se detienen.

Así, aquellos productores dispuestos a desprenderse de mercadería para cumplir con sus compromisos tienen enormes dificultades que, simplemente, derivan en la imposibilidad de cerrar negocios o de soportar visibles mermas en los precios.

En el mercado local, la demanda adormecida, sin ánimo de acción, representa el peor de los escenarios para el eslabón agrícola.

Sobre llovido, mojado….