En dicho espacio, Juan Martín Brihet de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires explicó cómo, desde 2011, la entidad comenzó a realizar el Relevamiento de Tecnología Agrícola Aplicada (ReTAA), que se realiza cada 2 años, a campaña cerrada y que caracteriza la situación tecnológico-productiva de la Argentina de forma periódica, sobre la base de 6 cultivos en 17 regiones agroecológicas en las que se dividió el país y creó el concepto de Nivel Tecnológico (NT).
La noción de NT considera tanto al manejo agronómico como al nivel de insumos utilizado, de forma tal de iden¬tificar con un alto grado de detalle la adopción de tecnología en nuestro país. Esto último se desarrolla en el ReTAA para cada cultivo y cada una de las regiones, categorizado en tres niveles distintos –alto, medio y bajo–, que refleja el grado tecnológico del planteo utilizado, cada uno con una estructura de más de 60 variables que abarcan desde el tipo de labranza y la semilla utilizada a la siembra, hasta la fertilización, rotación y el manejo de fitosanitarios.
En este marco, si se analiza la nutrición de cultivos y reposición de nutrientes, Brihet sostuvo que en el ciclo 2012/13, si se analiza el balance de nutrientes en nuestro país en base a datos del ReTAA para la campaña 2012/13, el resultado devuelve una reposición del 54% en P, del 25% en N y del 28% en S. Estos valores responden al análisis puntual de los cuatro principales cultivos de grano, bajo el modelo de “caja negra”, utilizando el balance entre los nutrientes extraídos en el grano cose¬chado y los repuestos al suelo por fertilización durante el ciclo del cultivo.
Por otro lado, esto también responde al tipo de cultivo que se analice: para el ciclo 2012/13, del total de fertilizantes nitrogenados, el 54% se aplicó en maíz, mientras que el 22% y 19% fueron para trigo y cebada, respectivamente. Es para destacar que tres de los seis cultivos relevados concentran el 95% de la aplicación de productos nitrogenados, siendo todos ellos cereales. Respecto de la aplicación de P, el panorama cambia y el mayor porcentaje se observó en soja, con un 48% de aplicación del total de productos fosforados. Luego se ubicó el maíz con el 27% en este rubro, y detrás el trigo y la cebada, ambos con valores alrededor del 10% sobre el total aplicado. Sin embargo, las dosis de P es baja en todos los cultivos y aún tiene mucho por crecer.
Brechas de rendimiento de trigo, soja y maíz
Por su parte, el Ing. Agr. Fernando Aramburu Merlos, del CONICET y la Unidad Integrada INTA – Facultad de Ciencia Agrarias (FCA) de Balcarce, destacó que investigadores de la Universidad de Nebraska (Estados Unidos) y Wageningen (Países Bajos), liderados por los Dres. Kenneth Cassman y Martin van Ittersum, están desarrollando un esfuerzo internacional para crear un Atlas Mundial de Brechas de Rendimiento. Se trata de un avanzado sistema de modelación de cultivos y mapeo agroclimático usado para cuantificar cuánto alimento adicional puede ser producido al reducir las brechas entre el rendimiento promedio logrado por los pro¬ductores y el rendimiento potencial que se define a partir del clima, genotipo y suelo para condiciones de secano.
A través de su sitio web (www.yieldgap.org), el Atlas provee el primer mapa global interactivo de rendimientos potenciales y brechas de rendimien¬tos para los principales cultivos, basado en un protocolo transparente, replicable y conocimiento agronómico. En este sentido, Aramburu Merlos precisó que “el rendimiento potencial está determinado por la radiación, la temperatura, la oferta de agua, el genotipo, la fecha de siembra y la densidad de plantas, mientras que el logrado por los productores está limitado por la influencia de la pobre nutrición de los cultivos, así como por la incidencia de enfermedades, insectos y malezas, entre otros factores adversos”.
Producción potencial argentina de soja, trigo y maíz
Los resultados del análisis de brechas de rendi¬miento en Argentina están
disponibles en el sitio web www.yieldgap.org, y muestran variaciones
sustanciales de rendimiento potencial entre distintas localidades Los
rendimientos alcanzables para Argentina, en secano, fueron, respectivamente de
3,9, 5,2 y 11,6 ton/ha para soja, trigo y maíz, siendo las brechas de
rendimiento de 1,2, 2,2 y 4,8 ton/ha para cada uno de esos cultivos,
respectivamente. La brecha de rendimiento fue considerablemente menor en soja
(31%), que en trigo y maíz (41%), esta diferencia se dio en todas las regiones.
Aramburu Merlos destacó que “nuestro análisis ha demostrado que la Argentina
tiene un gran potencial para el aumento de la produc¬ción agrícola mediante el
cierre de las brechas de ren¬dimiento existentes, ya que los rendimientos reales
son significativamente más bajos que el rendimiento alcanzable”.
Manejo nutricional eficiente para maximizar la producción
Continuando con el Panel, el Dr. Gabriel Espósito -de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UNRC- enfocó su visión sobre el manejo nutricional eficiente para maximizar la producción de los cultivos.
En ese marco, Espósito compartió con los asistentes los resultados logrados tras comparar el rendimiento de la producción potencial de maíz en Río Cuarto (medida en un campo experimenta a cargo de personal de la Facultad) y la media alcanzada por los productores locales.
“Vemos que en el primero de los casos se lograron 18.600 kilos de maíz, versus los 5.900 del otro estrato analizado”. En definitiva, Espósito expresó que existe una brecha entre el potencial y la realidad cercana a las 13 toneladas por campaña, principalmente influenciada por la limitante agua en su región.
“Respecto de este tema en particular, no podemos dejar de lado que en nuestro esquema de alto potencial se lograron 21 kilos de maíz por mm de agua; contra los 9 kilos por mm que se alcanzan en la producción local. Sin dudas tenemos mucho trabajo por realizar. Muchas veces desperdiciamos agua, luz y temperatura. El resultado de esto es un menor ingreso de dinero”, señalo Espósito.
Además, el disertante comentó que también existieron claras diferencias en lo que fue la inversión y el uso de fertilización, principalmente en materia de nitrógeno, pero también de fósforo, azufre y zinc, entre ambos casos.
“Las variables que definen la rentabilidad de un cultivo son su rendimiento y su precio de venta. Sin embargo, en los últimos tiempos hemos avanzado por el lado de minimizar los costos y reducir los riesgos. La clave pasará por volver a poner a la agronomía y el análisis de los modelos agronómicos que empleamos en el centro de la escena”, concluyó Gabriel Espósito.