El negocio agroalimentario mundial es cada vez más carne-intensivo y depende cada vez menos de la producción de granos, aunque son claves por su uso forrajero, lo que implica revertir la tendencia de los últimos 200 años de la producción agrícola después de la Revolución Industrial.

Es la expresión de la transición dietaria que experimenta la población del planeta (vuelco masivo al consumo de proteínas cárnicas), un proceso que se desencadena necesariamente cuando la población de un país o de una región supera ingresos por U$S 2.000 anuales por habitante.

Hoy China (1.340 millones de habitantes) dispone de un ingreso per cápita de U$S 9.800, medidos en capacidad de compra doméstica (PPP), que crece 8% anual.

La cabeza de la transición dietaria es la nueva clase media de la República Popular (unas 600 millones de personas), que serían 1.000 millones en 2030, según las proyecciones del Banco Mundial.

Este cambio estructural tiende a estabilizar la relación oferta-demanda de alimentos en el mercado mundial, y acota su característica volatilidad.

Según la FAO, los precios agrícolas disminuyeron un 1,2% en abril de este año (menos 19,2% anual respecto a abril de 2014), el nivel más bajo desde junio de 2010.

También ha caído el precio de los lácteos (menos 6,7%) y el de los aceites vegetales (menos 1% anual en abril); y solo la carne mantiene su tendencia ascendente (creció 1,7% en abril).

Es el resultado de la conversión de la producción cárnica en la variable estratégica decisiva de la demanda agroalimentaria mundial. Esta prioridad le otorga primacía a los granos que sirven como insumos para la alimentación animal (maíz, soja, harina de soja).

Las grandes compañías globales de alimentación (Archer Daniels Midland, Bunge, Cargill, Dreyfus/ ABCD) también han modificado sus prioridades. Hace 10 años, orientaban dos tercios de sus actividades hacia el negocio de granos, y ahora lo han reducido a una tercera parte.

Los precios se relacionan ahora con el nivel del ingreso per cápita de la población y menos con la demanda; y esto disminuye la volatilidad característica del negocio agroalimentario.

La transición dietaria incorpora un factor de certidumbre en la actividad, que ha sido advertido por el sistema financiero internacional. El resultado es que en los últimos 10 años se han multiplicado las inversiones de los fondos de pensión en el sector agroalimentario.

Los capitales atraídos por la actividad han superado en los últimos 15 años en Estados Unidos a los de cualquier otro sistema productivo.

Por eso más de 80% de la actividad agroalimentaria norteamericana financia ahora sus inversiones en el sistema financiero internacional y no utiliza recursos propios para su expansión.

El resultado es que la ganancia líquida del sector se fija hoy de acuerdo a la diferencia que exista entre su nivel de ingresos y el costo del capital (financiamiento).

La ecuación que guía la cadena global de producción agroalimentaria en el siglo XXI es la siguiente: consumo de proteínas cárnicas/ alta calidad, lo que implica trazabilidad y preferencia por marcas globales/ y dependencia, no de los precios de los granos en la demanda mundial, sino del incremento del ingreso per cápita de la población, en especial la del mundo emergente.

Este escenario es el que define el horizonte de los agronegocios.