Se sabe hace tiempo que pertenecer tiene sus privilegios, como decía la publicidad de una tarjeta de crédito; que con plata o poderes o con ambas cosas es posible acceder a lugares inaccesibles para la enorme mayoría de la gente, envidiables y exclusivos. Algo de eso pasa con los cuadros de La Cámpora, con el núcleo duro del kirchnerismo y con el propio ministro de Economía.
Gracias a una resolución de la última asamblea de accionistas de YPF, Axel Kicillof acaba de ser favorecido con un honorario mensual que seguramente desbordará los 405.000 pesos y que, según fuentes privadas, hasta podría andar por el millón de pesos. En cualquier caso, arriba de 32.400 dólares blue.
Tal cual informó Clarín, la medida alcanza tanto a los directores titulares cuanto a los suplentes –treinta en total– y promedia, justamente, una remuneración de 405.000 pesos. Pero es de un rigor riguroso que los titulares ganen bastante más que los suplentes y mucho más que todos, el presidente Miguel Galuccio.
Para que se entienda mejor, Galuccio ocupa el escalón superior de la grilla y de inmediato lo sigue el ministro que hoy pelea contra los gremios por los aumentos salariales. Además, Kicillof talla fuerte en decisiones clave de la empresa, como por ejemplo en la colocación de bonos de la deuda que le acercan al Gobierno dólares vitales para estos tiempos de divisas escasas.
Austero en cuestiones de la vida personal, Kicillof ya pisaba terreno firme desde antes. El informe de la asamblea de accionistas revela que, en 2014, el sueldo promedio de los ejecutivos ascendió a 333.000 pesos; aplicando la misma regla, él ganaba por encima de ese monto.
Hay una pregunta que cae de madura: ¿es posible que el ministro cobre como ministro y también como director de YPF? Salvo que resigne una parte de lo que obtiene en la petrolera y lo destine a alguna organización de bien público, lo cual se desconoce, la respuesta es sí: cobra de los dos lados y del lado de Economía, $ 54.800 limpios.
A esa conclusión es posible llegar cruzando un decreto de Cristina Kirchner con dos leyes, una de ellas, la que aprobó la nacionalización parcial de la compañía.
El decreto, de mediados de 2012, establece una pauta general para las empresas privadas donde, a raíz de la estatización de las AFJP, la ANSeS tiene parte de los paquetes accionarios. Dice que los directores oficiales no reciben íntegramente los honorarios de las compañías, sino otros relacionados con los haberes de la quinta categoría de trabajadores autónomos.
Esta cuenta ya implica un recorte significativo en los salarios de bolsillo. Pero se dispone, además, que la empresa debe transferir la plata al Ministerio de Economía y que, una vez hecha la quita, éste les paga a los directores estatales. Y también que la diferencia entre los honorarios y el ingreso real va al Fondo Nacional del Menor y la Familia.
Parece una fórmula justa, salvo que el mismo decreto hace una excepción precisa: allí no entran las retribuciones de los directores oficiales en YPF, que por lo tanto reciben la remuneración fijada por la petrolera limpia y sin filtros.
La medida lleva el sello de Economía y quien se encarga de monitorear el proceso es el propio Kicillof, a tal punto que a veces demora los pagos. Todo remite a la ley de estatización, según la cual para YPF no rigen las normas que se aplican a compañías en las que el Estado Nacional y las provincias tengan participación.
Por aquello de que pertenecer tiene sus privilegios, desde que YPF fue intervenida y luego parcialmente nacionalizada el directorio se pobló de cuadros de La Cámpora.
Entre otros figura Nicolás Arceo, a cargo de Administración y Finanzas, leal a Kicillof e hijo del vicepresidente del Banco Nación. También, Ignacio Perincioli, un amigo personal de Máximo Kirchner que ingresó en representación de Santa Cruz, y Rodrigo Cuesta, abogado militante de la organización kirchnerista Justicia Legítima y ex funcionario de Aerolíneas Argentinas.
Los tres son directores titulares, o sea, también cobran más de 405.000 pesos mensuales. Según fuentes privadas, de ellos el mejor remunerado es Cuesta.
Menor suerte, aunque nada para despreciar, le tocó al viceministro de Economía, Emmanuel Alvarez Agis. Ocupa el sillón de director suplente y reemplaza a su pareja, Cynthia de Paz.
Sería seguramente exagerado decir que son ñoquis, pero aun cuando algunos de ellos estén capacitados para los cargos que desempeñan, es evidente que llegaron en andas del poder político y que han tenido mucha mayor fortuna que varios con capacidades similares.
En YPF pasa lo mismo que pasa con los centenares de camporistas que desembarcaron en las más diversas áreas del Estado. Es lo que se llama militancia rentada, aunque habiendo recursos públicos en juego bien podría llamárselo de otra manera.
Pero el caso de Kicillof tiene un precio diferente, que no viene y al mismo tiempo viene de sus ingresos como funcionario multipropósito. Desde su papel de ministro de Economía y con chapa de la Presidenta, libra una batalla a fondo para encajonar los aumentos de millones de trabajadores cuyos sueldos ni por asomo se aproximan a los de él.
Según su manera de interpretar el momento económico, en los hechos los asalariados deben aceptar la pérdida de ingresos que sufrieron en 2014: ha comprado la fórmula de que los sueldos deben atarse a la inflación presente, así sea mayor a la de sus cálculos, y no a la inflación pasada. Y muchos tolerar, encima, un incremento en la presión del Impuesto a las Ganancias.
Y como todo suena a pedir demasiado, Kicillof enfrenta problemas en la gesta que ha emprendido.
Está claro que también es la gesta de la Presidenta, que después de calificar de oligarcas a los dirigentes sindicales que organizaron el paro nacional de abril y en consecuencia a los propios trabajadores, ahora les ha disparado que viven en otro mundo, no en la Argentina.
Cristina Kirchner ha resuelto poner su capital político sobre la mesa, pensando en que alcanzará para evitar que la conflictividad laboral acompañe al menos parte de la campaña electoral del oficialismo.
Kicillof comparte el pensamiento de la Presidenta y gasta empeño, pero dado el peso del contraste quien arriesga de verdad es ella; el director de YPF corre de atrás.