El gran triunfador, sin duda, fue una vez más Marcelo Tinelli. Primero, porque los llevó a su casa. Segundo, porque hizo, prácticamente, lo que quiso con cada uno de ellos. Los incluyó en su contexto. Los obligó a actuar dentro de su lógica. Y los usó para mostrar, entre otras cosas, su enorme poder mediático y también político.
Luego de ese primer dato, las interpretaciones pueden ser interminables. A un asesor del gobernador Daniel Scioli, por ejemplo, no le gustó que su imitador anduviera revoleando el brazo derecho, y menos que se lo acercara a la cola de Karina Rabolini en el medio de unos pasos de tango: "Una cosa es saber reírse de sí mismo y de las propias carencias y otra cosa es hacer una parodia repetida con la prótesis como protagonista". En cambio, consideró correcta la decisión del gobernador de mostrar cómo es capaz de hacerse el nudo de su corbata casi a la perfección con una sola mano. "Perdió un brazo en el medio del Paraná pero no se quedó en su casa deprimido y llorando. Tampoco se resignó a depender de todo el mundo. Que la corbata se la haga él y no su secretario o asistente no es una señal menor", valoró.
Entre los acompañantes de Mauricio Macri, reinaba un talante parecido. Computaron como un verdadero acierto que el jefe de gobierno aceptara reírse de sí mismo. Evaluaron como muy positivo que se hubiera largado a bailar, sin ningún temor al ridículo. "Eso genera empatía y acercamiento con el posible votante. Ya se acabó la época en que un presidente debía ser visto como alguien circunspecto y distante", justificó uno de ellos. En la última cena con los corresponsales, Barack Obama contó chistes pesados sobre sí mismo. Incluso aceptó hacer una imitación de Frank Underwood, el inescrupuloso protagonista de la serie House of Cards, que llega a presidente de los Estados Unidos y haría cualquier cosa para mantenerse en el poder. Ésos fueron los ejemplos que recordó su acompañante para elogiar la performance del candidato. Lo que no pareció gustarles nada a Macri ni a sus asesores fue el contenido del guión de Martín Bossi. "Lo hace con una papa en la boca, y eso que Mauricio se rompió el alma con los ejercicios de foniatría para que se le entienda cada vez más cuando habla. Lo hace aparecer como un concheto alejado de la realidad de los más pobres, y eso que, en las últimas elecciones, ganó, y por mucho, en todas las comunas, incluso en las del Sur y las zonas menos ricas." ¿Qué pasó entonces? ¿Tinelli no cumplió con su parte del acuerdo? ¿O Bossi improvisó, como hace siempre, y una vez que puso primera no quiso volver atrás? Un productor de Ideas del Sur me explicó que la idea de Tinelli es reírse "con ellos" (los políticos) y no "de ellos". Pero su interés principal es que lo vea la mayor cantidad de gente. "Y si en el minuto a minuto mide más el Mauricio concheto que el candidato hablando del Metrobus, Marcelo no lo va a cortar a Bossi. Lo va a dejar en el aire todo lo que sea necesario." De hecho, el actor, una vez que Macri y su esposa, Juliana Awada, se despidieron, se dio la vuelta para anunciar que estaba por hacer algo que nunca había realizado en su vida. "Me voy a comer un chori de parado y que sea lo que Dios quiera", cerró, palabra más palabra menos.
Los hombres de Sergio Massa parecían agradecidos con el conductor de televisión. Le dio el mismo tiempo de aire que a Scioli y a Macri. Le permitió mostrar la imagen de un candidato preocupado por la inseguridad. Y le dejó meter el "chivo" del debate presidencial del que quiere participar, para desalentar la idea de que en cualquier momento podría abandonar su candidatura. Massa se sintió tan agradecido que le devolvió la gentileza con el pedido de que no abandone sus intenciones de ser presidente de la AFA, la nueva obsesión de Tinelli. Scioli ya había hecho algo parecido.
¿Por qué los tres precandidatos aceptaron una propuesta en la que tenían bastante para perder? Porque no haber asistido los habría colocado en "desventaja política". Porque la mayoría de las encuestas todavía muestran un final incierto y abierto, y los tres necesitan cada voto tanto como el aire. Hay un sondeo de Poliarquía que lo coloca a Scioli primero con el 33% de los votos; a Macri, con el 27, y a Massa, con alrededor del 20. Hay otro, de Management & Fit, que registra el mismo orden, pero menos diferencia entre el primero y el segundo. Ese trabajo asegura que, si Massa se bajara, el 43% de sus votantes elegirían al actual jefe de gobierno de la ciudad, y el 42, al gobernador.
Hoy ninguno de los consultores dice que Scioli podría ganar en primera vuelta, pero algunos afirman que los votantes del Frente para la Victoria podrían llegar al 37%. Este dato es interpretado de una forma u otra, y los deseos se mezclan con el análisis real. Para los surfistas de la ola naranja, esto significa que "Daniel está muy cerca de ganar en primera vuelta". Para los navegantes de la ola amarilla, implica que ése es el techo del oficialismo y que en la segunda vuelta Macri lo va a doblegar. Los que les prestan atención a las proyecciones de Jaime Durán Barba explican que no importa cuán cerca esté el oficialismo del 40% y que tampoco sirve que Massa se baje ahora, o que Macri lo incorpore a una gran PASO de la oposición. "A medida que se acerque la fecha de la primera vuelta, las elecciones se van a polarizar cada vez más -evalúan-. Ahí van a quedar sólo dos candidatos. Y entonces va a ganar el que haga mejor campaña o el que se equivoque menos."
Scioli afirma que tiene el ancho de espadas porque está seguro de que la Presidenta lo va a apoyar y la economía no va a entrar en crisis. Macri sostiene que él tiene una ventaja mayor, porque depende de sí mismo y no del humor presidencial. Tinelli, ajeno a las internas y los enjuagues políticos, juega siempre a ganador. Cuando llegue la hora de contar los votos, recordará que el próximo presidente es su amigo. El suficiente como para esperar una convivencia inmejorable. La pregunta de por qué los hombres con más posibilidades de gobernar el país aceptan hacer monerías y gracias en un programa de entretenimiento y no le ponen fecha a un debate presidencial debería ser motivo de una reflexión profunda. Una hipótesis es que la mayoría de los candidatos son inseguros y confían menos en ellos mismos, sus ideas, proyectos y sueños que en los consejos de los estrategas. Como diría Néstor Kirchner, son personas comunes puestas a lidiar en medio de circunstancias extraordinarias. Ojalá que se den cuenta más rápido que tarde el verdadero significado de gobernar un país.