La temporada de caza ha quedado inaugurada. Hasta el 20 de junio, cuando vence el plazo de presentación de listas, la política ofrecerá el espectáculo que los equipos de campaña pretenden ocultar: un festival de transacciones y zancadillas en el que los dirigentes pretenden mejorar su posición en el mapa del poder. Mauricio Macri, Sergio Massa y Daniel Scioli se esfuerzan por mostrarse apolíneos y festivos, como esta noche, cuando hagan su presentación programática en ShowMatch. Pero detrás de ellos se negocian pactos y se tramitan puñaladas. El escenario principal es la provincia de Buenos Aires, donde está radicado el 40% del padrón. Allí, la canibalización es despiadada. Quien más la sufre es Sergio Massa, dañado por la declinación que su candidatura registra en las encuestas. En su cacería por el Frente Renovador, el kirchnerismo y Macri se llevaron dos trofeos en los últimos tres días: el intendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino, y el líder de Almirante Brown, Darío Giustozzi, abandonaron a Massa.
En los palacios de Tigre tratan de disimular el malhumor. La salida de esos dos caudillejos del conurbano coincidió con la decisión de Mario Das Neves de anexar su candidatura a la gobernación de Chubut también a la boleta de Scioli. Y, al mismo tiempo, el jujeño Gerardo Morales, principal abogado de Massa en la UCR, confirmó su pacto con Macri. El Frente Renovador se replegó a la provincia de Buenos Aires. Y aun allí presenta fragilidades.
La salida de Cariglino no sorprendió a nadie. Su despedida fue más larga que la de Los Chalchaleros. Gracias a esa demora, Massa pudo darse el gusto de "echarlo" antes de que se fuera. En pocos días, Cariglino se fotografiará con Macri. El Pro patrulla el área del massismo. Cariglino, el sindicalista Gerónimo "Momo" Venegas y Fernando Niembro son los encargados de seducir peronistas. El próximo objetivo es Francisco de Narváez, que con la fuga de Giustozzi quedó como único candidato a gobernador de Massa.
De Narváez adelantó, al lado de Luis Barrionuevo, en Mar del Plata: "Puedo hablar con quien sea, pero soy candidato del Frente Renovador". Hoy se verificará la primera parte de la frase: comenzarán las conversaciones de colaboradores suyos con funcionarios de Macri.
De Felipe Solá se ocupa Elisa Carrió, hasta ahora sin éxito. "Tenés que venir conmigo, te lo digo por última vez", amonestó a Solá, apuntándole al pecho con el índice, en la última sesión de Diputados. Solá contestó: "No". Después se declaró orgulloso por la convocatoria. El estilo es lo último que se pierde.
La ruptura de Giustozzi tiene otra dimensión. Massa, que no logró conquistar al intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, tenía en Almirante Brown su principal punto de apoyo en la tercera sección electoral, la del sur del conurbano. El alejamiento de Giustozzi lo priva también de esa base. El Frente Renovador postulará allí a Mauricio Silva. Massa sale dañado por un motivo adicional: ahora está condenado a De Narváez. Tal vez relance a Solá para provocar una interna.
El divorcio con Giustozzi es el desenlace de varios desencuentros. Celoso de su candidatura a gobernador, el ex intendente de Almirante Brown no toleró el desembarco de De Narváez en el massismo. "No puedo competir con la chequera del «Colorado»", protestó. Pero De Narváez, cuyo pragmatismo es casi tan abultado como su patrimonio, le quitó el pretexto: "Te presto la plata para que me enfrentes". Entonces se puso en evidencia que Giustozzi tenía otro inconveniente: el Gobierno le había colonizado la comuna seduciendo a Daniel Bolettieri, a quien él había dejado como intendente cuando lo eligieron diputado. Al final tuvo razón Felipe Solá, cuando alertó a Giustozzi: "Cuidate de Bolettieri. Ese apellido es un pronóstico".
Hacía tiempo que Massa se quejaba de Giustozzi. Es más: también él intentó capturar a Bolettieri, para lo cual promovió una reunión con él y con el diputado Daddy Fabiani, a los que nunca había visto. Cuando los recibió en Tigre, Massa tuvo una doble confusión: "¿Vos sos Dandy?", preguntó a Bolettieri. El intendente, que es gordo, petiso y pelado, quedó encantado con la calificación: "Eh. sí -titubeó-, soy dandy". De inmediato comenzó a hablarle a Massa sobre modas. Al poco tiempo le regaló un ambo Hugo Boss modelo Gino, slim fit, con ribetes de raso negro: "Es más bien para Miami, Sergio", le aconsejó, orgulloso, el improvisado dandy de Lomas. Había gastado 50.000 pesos en el traje.
Unos meses más tarde, el intendente Bolettieri hablaba con el gobierno nacional. Se entiende: falta de fondos. Hace dos semanas debió postergar la inauguración de la policía municipal, con Scioli, porque no le alcanzaba para comprar borceguíes a los vigilantes. Aníbal Fernández se percató de esas privaciones y comenzó a seducir a Giustozzi. Fue quien lo atrapó. Pero el desertor del Frente Renovador podría terminar al lado de Florencio Randazzo, a quien se subordinó durante años. Un interrogante secundario: en las curvas y contracurvas de este viaje de regreso al kirchnerismo, ¿dónde habrá quedado Alberto Fernández, el influyente asesor de Giustozzi?
Aníbal Fernández ya había reconquistado a Sandro Guzmán, el ex intendente de Escobar. En los últimos días se propuso sumar a Martín Insaurralde como adherente a su propia candidatura a gobernador. Para encontrarse eligieron una excusa inobjetable: la inauguración de la pista sintética de hockey del Lomas Athletic Club. Fernández asistió como presidente de la asociación nacional de ese deporte, que ejerce junto a la Jefatura de Gabinete, la presidencia del club Quilmes y la candidatura a gobernador. ¿El conurbano dio un Leonardo da Vinci y nadie lo advirtió?
Durante la charla, Aníbal ejecutó uno de sus malabares lógicos: "Martín, sos el mejor en las encuestas. Pero Cristina te tiene vetado. Te ofrezco ser mi vice". Insaurralde no entendió por qué la Presidenta lo toleraría en ese caso. Tal vez dependa de las gestiones de sus amigos Dulce y Alejandro Granados, que visitan Olivos a la hora del té. Igual, el intendente de Lomas cree llegada su hora: Marcelo Tinelli, su Walt Disney, regresa hoy a la pantalla. Aunque esta vez Jésica Cirio no figura en el "Bailando...". Mal augurio.
El jefe de Gabinete Fernández se lanzó a la carrera por la gobernación con un fervor exagerado. Los encuestadores discuten si su índice de rechazo es de 70 o de 80%. Una imagen diseñada con viajes en baúl, arranques de iracundia y el récord, tal vez injusto, de haber sido el único funcionario que debió declarar en la Justicia por el asesinato de Kosteki y Santillán. Sin embargo, en La Plata festejan la postulación. Scioli cree que la irrupción de Aníbal provocará la retirada de otros candidatos. Piensa en Julián Domínguez, a quien detesta. Por eso Alberto Pérez mandó intendentes a la fiesta de Fernández.
Sucesión crucial
Scioli, sin embargo, no quiere exhibirse con el jefe de Gabinete por temor a que su mala reputación lo contamine. Preferiría a Insaurralde o a Diego Bossio, quien ya se integró con Sergio Berni. Bossio es un producto del principal asesor del gobernador, Juan Carlos Mazzón, y su próspera Consultora Integral de Gestión Pública. Scioli piensa, además, que Bossio es el sucesor que menos problemas le crearía en caso de ocupar la presidencia.
La gobernación de Buenos Aires es crucial para el futuro del peronismo. Si en octubre triunfa Macri, quien esté al frente de la provincia será un interlocutor destacado del gobierno nacional y, además, estará en condiciones de disputar a la señora de Kirchner la jefatura del PJ.
La Presidenta pidió a sus feligreses un baño de humildad y que renuncien a candidaturas fantasiosas. Nadie se sintió aludido con la orden. "La patria es el otro", pensaron todos. Lo importante es que ella corroboró que definirá la oferta electoral.
Hace dos semanas, Eduardo "Wado" De Pedro, a quien la ductilidad política convirtió en la mosca blanca de La Cámpora, se lo comunicó a la dirigencia bonaerense. En el PJ provincial anunció que se aceptarán sólo dos candidatos a presidente y varios candidatos a gobernador.
De Pedro confirmó que habrá un duelo presidencial entre Scioli y Randazzo. El ministro del Interior jura a sus aliados que no renunciará a la postulación. "No quiero ser candidato a gobernador. Si pierdo me voy a mi casa. No me asusta. Por momentos, me entusiasma." Y hay otra promesa: "Voy a decir de Scioli lo que no dijo nadie. Me lo llevo puesto".
Hay dos detalles destacados en el nuevo panorama. El primero es que el único discurso conceptual que se escuchó en el PJ, el viernes pasado, fue el de Carlos Zannini: defendió la política económica, convocó a la pelea con los holdouts y denunció que los países centrales expulsan sus crisis a las periferias. Zannini es el padrino de Randazzo y su argumento es el de la Casa Rosada. La segunda señal es que con el único candidato que, con la excusa de las inauguraciones ferroviarias, hace proselitismo la Presidenta es con el rival de Scioli. Tiene lógica: si ella habilitó una interna no es para que el gobernador la gane 80 a 20.
¿Quiere decir que, cuando las primarias sean inminentes, Cristina Kirchner alineará al peronismo detrás de su ministro? Tal vez esté obligada a hacerlo si no quiere quedar condenada a Scioli antes de tiempo. Curioso: Scioli, que es ajedrecista, no ha calculado esa jugada.