Su lucha interna ha cobrado en las últimas semanas un especial interés por dos circunstancias: la primera es que ambos precandidatos de Pro se hallaban muy parejos en las encuestas; la segunda es que Mauricio Macri se volcó públicamente en favor de su actual jefe de gabinete. Y la pregunta que sobrevuelta un ambiente político que se extiende incluso más allá de la ciudad de Buenos Aires se refiere a las consecuencias que podría tener para la postulación presidencial de Macri el resultado de estas elecciones abiertas.
Frente a la hipótesis de que un eventual triunfo de la senadora Michetti ante Rodríguez Larreta debilitaría considerablemente las perspectivas nacionales de Macri, sólo puede decirse que es exagerada. La única manera en que la candidatura presidencial del actual jefe de gobierno porteño podría quedar herida de muerte sería en el caso de que, finalmente, Pro no pudiera retener la ciudad de Buenos Aires.
La volatilidad que viene marcando en el orden nacional la intención de voto medida por las encuestas habilita toda clase de especulaciones. Hacia fines del año pasado, Sergio Massa parecía estar al tope de las preferencias del electorado; hace aproximadamente dos meses, Macri pasó al frente, y el hombre fuerte de Tigre quedó relegado al tercer lugar, detrás de Daniel Scioli. Y en las últimas tres semanas, Scioli desplazó a Macri del primer puesto, una vez superado el efecto negativo derivado de la muerte del fiscal Alberto Nisman.
Pero nadie puede dar por muerto a Massa, sobre todo cuando está pendiente la conformación entre éste y José Manuel de la Sota de una entente, a la que eventualmente podría sumarse Adolfo Rodríguez Saá y que podría imprimirle dinamismo a este espacio peronista no kirchnerista.
El problema de Massa y Macri es que difícilmente puedan crecer los dos al mismo tiempo. Cuando uno sube, el otro tiende a bajar.
De ahí que Massa esté aguardando que el líder de Pro cometa algún error que pueda ser capitalizado por el Frente Renovador. Y una de sus grandes apuestas es al triunfo de Michetti y a que el caballo del comisario que representa Rodríguez Larreta se convierta en un caballo de Troya.
No es, sin embargo, una apuesta segura la de Massa. Y no porque las últimas encuestas, como la de Poliarquía que hoy publica LA NACION, presagien el éxito de Rodríguez Larreta, sino porque el alineamiento de Michetti con Macri está fuera de discusión, pese a los dolores de cabeza que al alcalde porteño le generó la negativa de Michetti a desistir de la carrera electoral en la ciudad, y al malestar que a la senadora le causó el respaldo de Macri a su rival interno.
Cerca del jefe de gobierno porteño y en el búnker de Rodríguez Larreta, hay unanimidad en que la hipótesis de una derrota ante Michetti ni siquiera debe ser considerada. El fuerte apoyo que encuentra el jefe de gabinete de Macri en las estructuras partidarias y su trabajo territorial, basado en una infinidad de reuniones con vecinos, les dan esa confianza, que por momentos puede parecer excesiva.
Aun así, Macri tiene todo preparado por si ocurre algo no previsto. Estará en la noche del domingo en los festejos de un seguro triunfo de Pro, junto al ganador de la interna de su partido, quienquiera que fuese.
Es obvio que estará mucho más a gusto si quien gana es Rodríguez Larreta. Pero, en este caso, su preocupación central pasará por la contención de Michetti, cuyo elevado nivel de imagen positiva en la Capital y más allá de la avenida General Paz será clave para el crecimiento de su candidatura presidencial y también para la consolidación de Rodríguez Larreta en las elecciones generales porteñas y en un eventual ballottage.
Precisamente, una posible segunda vuelta que encuentre al jefe de gabinete de Macri frente a Martín Lousteau -quien, cautelosamente, ha elogiado algunos aspectos de la gestión macrista- no podrá prescindir del michettismo si se quieren evitar contratiempos.