Las denuncias por delitos de lesa humanidad o ataques terroristas son imprescriptibles. La Presidenta se vio reflejada en el espejo de Carlos Menem, que se volvió esclavo de los fueros y de la protección del Gobierno, y decidió que merecía para ella un destino mejor.
La denuncia de Nisman contra la presidenta Cristina Kirchner estaba destinada a morir de una forma u otra. Por eso, De Luca hizo lo que esperaban de él su jefa, la procuradora general Alejandra Gils Carbó; la jefa de ésta, la Presidenta, y la organización con la que él comulga, Justicia Legítima.
La denuncia iba a morir no porque no tuviese fundamentos, sino porque Cristina Kirchner no quería correr el mismo destino del ex presidente Menem, que para no ir preso vive esclavo de sus fueros y de tener que votar en el Senado cualquier antojadizo proyecto de ley o favor que se le pida.
Desde el punto de vista técnico jurídico, se puede argumentar que las causas vinculadas con delitos de lesa humanidad y con atentados terroristas son imprescriptibles, es decir, que una investigación de ese tipo no puede ser paralizada de manera alguna. Pocos como los Kirchner hicieron para que esto fuera así, y gracias a ello están siendo juzgados cientos de ex militares represores.
La vida es una paradoja. Por cierto, es muy probable que la Presidenta no haya cometido el delito que le imputó Nisman de pretender encubrir a los iraníes sospechosos del atentado de 1994. Nisman no presentó las pruebas porque quien denuncia -una violación, un robo o un encubrimiento, por ejemplo- no debe hacer nada más. Sólo la denuncia. Pero la mandataria, para salir del laberinto, directamente lo destruyó.
Pero incluso en este caso de que la Presidenta fuera a todas luces inocente, el mero hecho de que ese expediente pudiera seguir abierto hubiera dejado a la Presidenta expuesta a citaciones judiciales más insidiosas que las que puedan provenir de la causa Hotesur o de cualquier otro caso de corrupción.
Para lograr ese objetivo de sepultar el caso Nisman vs. Cristina Kirchner, la Presidenta logró algo que nadie consigue en la Justicia: en apenas tres meses se le alinearon todos los planetas.
En efecto, cuando el fiscal Gerardo Pollicita pidió que se investigara la denuncia de Nisman, el juez Daniel Rafecas salió presto a cerrarla. Y cuando el fiscal Germán Moldes apeló para que se reabra, la Sala I de la Cámara Federal confirmó la clausura del caso y, además, hizo el último favor de demorar el envío del expediente a la Cámara de Casación. Así, por un problema de cadetes y horarios, logró que la causa no cayera en el turno del fiscal Ricardo Wechsler -el que ayer, por ejemplo, pidió que se siga investigando a Ricardo Jaime- sino en el turno de De Luca, mucho más perceptivo de las necesidades presidenciales.
Usted, lector, podrá decir que lo que el dictamen de De Luca -parafraseando el remanido título del libro de Gabriel García Márquez- fue la crónica de una muerte anunciada. Tal vez fue, como lo llamaría Margerite Yourcenar, el tiro de gracia.
Ahora, esa causa quedó definitivamente sepultada. En efecto, no sólo la Casación no tiene voluntad política de hacerle una maniobra de reanimación al expediente -además, en las próximas horas, confirmará que el caso pasa a archivo- sino que tampoco podría reabrirlo aunque lo quisiera hacer.
En efecto, sin el impulso del fiscal, una causa fenece. Un preámbulo de lo que ocurrirá con las causas de corrupción cuando, en unos meses, rija el nuevo Código Procesal de Gils Carbó que le da a los fiscales aún más poder que el que tienen ahora.
La Casación sólo podría desoír el dictamen de De Luca si dijese que carece de fundamentos. Pero el fiscal se ocupó de escribir 40 páginas de argumentos, aunque sean zigzagueantes, para justificar su decisión de darle la espalda a Pollicitta, a Moldes y a Nisman.
En la Justicia descubren que De Luca usó varios argumentos curiosos. Primero: dijo que una ley del Congreso no puede ser la cobertura de un encubrimiento. Y, entonces, ¿porqué la Justicia persiguió a Menem por haber encubierto bajo un decreto un contrabando de armas a Ecuador y Croacia?
Segundo: De Luca sostuvo que si los sospechosos iraníes del atentado se presentasen a declarar en Irán, ante la Comisión de la Verdad, eso haría caer las circulares rojas. Pero, ¿no es eso, precisamente, lo que sostenía Nismam para acusar a la Presidenta? Y, tercero, dijo que esa declaración de un iraní ante la citada Comisión equivale a una declaración indagatoria válida. Varios jueces y fiscales coincidieron en decir que esa afirmación de De Luca "es jurídicamente insostenible".
Ayer, todos esos argumentos eran apenas detalles, justificaciones: lo importante era que Cristina respirase aliviada.