El manejo, basado en la siembra directa, barbechos y fertilización, es la base de sus resultados.
En la última campaña el Chaco quedó partido al medio. Mientras que sobre algunos campos las lluvias beneficiaron los rindes, en otras zonas faltó agua. La última es la difícil, es la situación que enfrenta al desafío de sacar buenos rindes, o al menos de cosechar algo, aún en condiciones adversas. Y la falta de humedad es la peor condición para cualquier cultivo.
Sin embargo, el manejo, que no es más que aplicar en forma adecuada las tecnologías de procesos incluyendo la utilización de insumos en forma estratégica, sigue mostrando resultados económicamente rentables. Martín Matesa, productor de Tres Isletas, lo viene demostrando. Sus lotes estuvieron castigados por la falta de precipitaciones, sin embargo logró un promedio de producción de girasol en la campaña 2014/15 que superó los 2.500 kilos por hectárea, un rendimiento que está muy por encima del promedio histórico, del orden de 1300 a 1.400 kilos por hectárea, que se obtiene en esa región chaqueña.
Mientras que algunas zonas de la provincia estuvieron favorecidas por las lluvias y obtuvieron rindes girasoleros muy superiores a sus medias, en los departamentos de Maipú - cuya capital es Tres Isletas- y Güemes -que comprende a la región El Impenetrable-, las lluvias fueron y siguen siendo muy escasas. Precisamente entre esos dos departamentos se extienden las hectáreas que siembra Matesa. “En Tres Isletas –explicó- se perdió el 100 por ciento de la soja y el maíz, en lo que va del año no llegamos a los 60 milímetros de lluvias, por lo tanto estamos en peor situación que durante la sequía de 2013”.
Sin embargo, Matesa comentó que este año, a pesar de la falta de precipitaciones, obtuvo un promedio de 2.540 kilos por hectárea de las alrededor de 700 hectáreas que sembró con girasol, que es la superficie que anualmente le destina al cultivo.
¿El secreto? Ninguno. Matesa dice que es sólo una cuestión de manejo de su producción agrícola, basada en la siembra directa que puso en práctica hace más de 15 años sobre un campo familiar con lotes que llevan tres generaciones de agricultura. “No se trata de un `campo nuevo` que viene de desmonte y lleva pocas campañas agrícolas”, aclaró el productor.
La rotación que mantiene Matesa incluye a los cultivos de maíz, soja y girasol, en esa secuencia. “Tenemos la mitad de las hectáreas sembradas con maíz y la otra mitad con soja –explica-, y todo lo que sale de soja va a girasol”.
“Después de cosechar la soja, a fines de mayo o principios de abril, hacemos el barbecho con 3 litros y medio por hectárea de glifosato y al día siguiente aplicamos 2 litros de prometrina. De esa forma, el lote se mantiene limpio y antes de la siembra, que la hacemos en la primera quincena de agosto, realizamos un tratamiento con imazetapir”.
Entre el 5 y el 10 de diciembre suele aplicar glifosato para que actúe como desecante del girasol y a la vez controle las malezas que hayan aparecido en el lote. A fines de diciembre cosecha el girasol y entre el 15 y el 20 de enero siembra el maíz.
“En la última campaña tuvimos buenas lluvias hasta mayo y junio –agregó Matesa-, después unos pocos milímetros a fin de julio y desde ahí no llovió hasta el 10 de noviembre, por lo tanto el desarrollo del girasol se hizo en base al agua acumulada en el perfil del suelo al momento de la siembra. Para colmo, en octubre tuvimos 3 días con sensaciones térmicas del orden de los 45 a 47 grados”.
La planificación agrícola de Matesa incluye el uso de fertilizantes, pero utilizados estratégicamente en la rotación. El girasol lo fertiliza con 100 a 150 kilos de urea, cuando las plantas presentan el tercer par de hojas. El maíz lo fertiliza con 200 kilos de urea por hectárea cuando la planta tiene 3 hojas. En los dos casos utiliza urea granulada aplicada entre las líneas de siembra. No fertiliza la soja. Y el nivel de fósforo disponible de sus lotes es bueno, por lo tanto no ha encontrado aún respuesta a las aplicaciones de este elemento.
En enero vendió gran parte de su producción de girasol con un promedio de bonificación de 24,95% sobre los valores de 290 a 295 dólares la tonelada, mientras que al momento de la siembra la expectativa de precios rondaba los 240 dólares.
“En la campaña 2011/12, que fue la última climáticamente buena, logré un promedio de 3.230 kilos por hectárea de girasol y en uno malo como este superamos los 2.500 kilos, la única explicación es el manejo que aunque incluya cierta inversión en insumos, como mantener un barbecho limpio y fertilizar, ofrece un margen positivo”, concluyó Matesa.