Se les pidió que facilitaran créditos hipotecarios a tasas bajas porque, de lo contrario, sería el propio Gobierno el que se vería forzado a obligarlos. Necesitado del consumo como del ADN de un modelo cuya acta de defunción se niega a firmar, el kirchnerismo se propone encarar su epílogo con pesos en la calle y banderas en alto. El sector financiero es todavía la gran asignatura pendiente del "vamos por todo". Y acaso una desobediencia post mórtem a Néstor Kirchner, que ahogó varias ensoñaciones progresistas con una sola frase: "Con los bancos no se jode". Por lo menos mientras fue presidente, él proponía sustentar su gestión sobre cinco pilares que juzgaba decisivos: superávits fiscal y comercial, acumulación de reservas, tipo de cambio competitivo y desendeudamiento.
Cinco elementos que ya podrían formar parte del museo del kirchnerismo, porque el desgaste terminó de derribarlos casi a todos en 2010. Nunca fueron en rigor la prioridad de Cristina Kirchner, más encandilada por el valor simbólico de las decisiones políticas. Epopeyas como la estatización de Aerolíneas Argentinas, el sistema previsional o YPF se desencadenaron durante su gestión como jefa formal. La burocracia militante le agrega ahora un hito a esta concatenación que juzga exitosa: la contención del dólar, que cree producto de las inspecciones sobre el sistema financiero. El baluarte de esta faena es Pedro Biscay, director del Banco Central, un abogado que, en agosto, a través de Twitter, se anticipó metafóricamente a los acontecimientos: convocó a tirarle huevazos a Cavallo en un seminario de la UCA. Biscay es quien llevó a la justicia penal causas que, hasta la llegada de Alejandro Vanoli al Banco Central, quedaban sólo en el ámbito administrativo.
Con la suspensión aplicada ayer al Citibank para operar en el mercado de bonos, el kirchnerismo ha dado en los últimos días pasos que permiten vislumbrar que el último desvelo del proyecto será, contra los reparos del fundador, el sector financiero. Por una doble vía: reclamándole tasas bajas para beneficio de los clientes y echando mano a sanciones que, si se atiende a las encuestas, recibirán casi de inmediato la adhesión de consumidores.
El primer objetivo tiene un antecedente cercano. El año pasado, todavía como presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega frenó una iniciativa similar luego de oír las furibundas quejas del sector, que puso a la inflación como inconveniente para dar esos préstamos hipotecarios. La otra función podría cumplirse con la ley penal: en el kirchnerismo dicen estar decididos a avanzar sobre Gabriel Martino, presidente del HSBC, entidad a la que la AFIP y la Unidad de Información Financiera (UIF) investigan por presunta evasión fiscal y lavado de dinero. El Gobierno ya logró incluir la causa en el Congreso, cuya comisión encabeza el juglar de la "profundización del populismo": Roberto Feletti. El diputado acuñó el concepto en mayo de 2011 ante la revista Debate.
Las bases de esta cosmovisión quedaron planteadas el miércoles, durante la jornada "Los derechos humanos a la luz de las transformaciones económicas y financieras", que organizó la oficina de Derechos Humanos del Banco Central, una dependencia que fue creada en diciembre para investigar el rol del ente monetario durante los años 70. Allí, según publicó anteayer Página 12, Horacio Verbitsky, uno de los expositores, valoró los avances logrados en la materia desde 2003, pero insistió en "las dificultades que aún persisten cuando se trata de empresarios". "Son poderes permanentes -dijo-, que resisten el castigo y además confrontan con el Gobierno." Biscay reforzó la idea en el mismo panel: "La protección que reciben los empresarios por parte de la Justicia evidencia que se siguen privilegiando los intereses de clase. Buscan instaurar un modelo de país para proteger a los poderes oligopólicos. La clave sigue siendo el uso del terror: las especulaciones cambiarias o un default económico son la nueva manera de terror que generan las corporaciones financieras". Un tercer panelista, José Sbattella, jefe de la Unidad de Información Financiera, habló del comportamiento de las corporaciones antes y después del golpe del 76: se refirió a la falta de colaboración de la Justicia cuando se trata de delitos económicos, para los que reclamó el carácter de imprescriptibles. "Los frutos económicos de aquel plan delictivo no han sido alcanzados aún por la Justicia", dijo.
Adentrarse en estos terrenos significará para el proyecto nacional y popular, independientemente de la gestión, la más cabal de las despedidas. Es el pañuelo de las Madres de la Plaza de Mayo en el billete de 100 pesos que, carcomido por la inflación, equivale a 13 de 2003: afirmaciones de identidad frente a una economía que no termina de responder. No se trata de resultados: nadie que se detuviera en los números podría encaramar al CEO de una aerolínea de pérdidas diarias millonarias, como Mariano Recalde, a la aventura de administrar la ciudad de Buenos Aires. La misma lógica que entusiasma a Carlos Zannini y a integrantes de La Cámpora, pese al cepo, la inflación, la recesión y la crisis energética, con la posibilidad de ubicar en la fórmula presidencial a Kicillof, orador estelar de las dos últimas cadenas nacionales.
Para la oposición será difícil entenderlo; para empresarios y banqueros, imposible. Es la foto actual de la inversión: como el país acumula tres caídas consecutivas anuales en los desembolsos desde que empezó el cepo, es el Gobierno el encargado de suplir esa falta de oferta mediante planes como el de anteayer, que permitirán canjear lavarropas y heladeras viejos. Ricardo Echegaray, jefe de la AFIP, tiene listo además, hace tiempo y a la espera de una autorización presidencial, el cálculo de cuánto costaría elevar el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias.
Es natural que el diálogo con el establishment sea engorroso, porque se trata de paradigmas diferentes en un proyecto de metas cortas: que el dólar no se haya disparado y que las reservas en apariencia no sigan cayendo le basta al equipo económico para calificar en estos días la gestión como "un éxito". Poco puede importar el cálculo de cuántos pobres hay si, como dijo Kicillof, se trata de una "pregunta complicada" y una "medida estigmatizante". En la discusión, al cabo del tiempo, tal vez algunos postulados vayan quedando asentados. Que ya nadie haya vuelto a plantear la autonomía del Banco Central es, por lo pronto, otra batalla cultural ganada. Un logro de Vanoli, que repite en estos días en la intimidad que tiene mandato hasta 2019. Es un militante más: lo demostró el miércoles, al difundir las actas secretas del directorio durante el gobierno de Videla.
Todo buen kirchnerista sabe que lo peor que puede hacerle la realidad es opacar sus estandartes.