Sé que no es fácil, pero como tarea para el futuro gobierno queda implementar una profunda reforma tributaria. Este gobierno ha llevado la presión impositiva hasta niveles realmente confiscatorios, pero los disparates tributarios vienen desde hace rato.
Un primer problema que tenemos con el sistema tributario es no solo que es ineficiente, asfixiante e injusto, sino que además es invasivo de los derechos individuales. La información que hay que brindarle al ente recaudador, en un país que respeta los derechos individuales, solo podría pedirla un juez y con causa justificada. Es más, todavía no entiendo cómo no fue declarada inconstitucional la ley de procedimiento fiscal.
Algunas propuestas muy sólidas de reforma del sistema impositivo preparadas por el reconocido economista y tributarista Antonio Margariti les he acercado a algunos legisladores de la oposición, pero claramente no les ha interesado el tema. Nunca tuve respuesta ni siquiera para decirme que no les parecía bien.
El primer disparate que tiene nuestro procedimiento fiscal es que el contribuyente es culpable hasta que demuestre lo contrario. Lo he sufrido en carne propia a lo largo de la década k al punto que hasta la prestigiosa revista The Economist se encargó de citar mi caso entre otros casos emblemáticos.
La realidad es que si yo reclamo que alguien me debe dinero, tengo que demostrarlo. En Argentina el sistema funciona al revés. El ente recaudador dice que alguien le debe dinero y el contribuyente tiene que demostrar que no lo debe.
En definitiva, hemos aceptado que en nombre de la santa recaudación se violen todos los derechos individuales, la propiedad privada y de procedimientos que garanticen la defensa del contribuyente. Un disparate inconstitucional.
El segundo disparate del sistema tributario que uno puede señalar es que se le pide a los impuestos que financian al fisco, que redistribuyan ingresos y que asignen los recursos productivos.
Cuando digo que se le pide al sistema tributario que redistribuya recursos me refiero, por ejemplo, al nefasto impuesto a las ganancias. Y es nefasto porque no solo viola los derechos individuales al pedir información reservadísima, sino que además castiga a los más eficientes. Al ser un impuesto progresivo, cuánto más gana una persona, y gana más porque es eficiente y satisface las necesidades de sus semejantes si estuviera un sistema de libre competencia, paga proporcionalmente más. Si gana un 10% más paga un 14% más. Se castiga al que mejor sirve a sus semejantes con su labor diaria produciendo aquellos bienes y servicios que demanda la gente, en los precios y calidades que el consumidor requiere. De manera que cambiar el impuesto a las ganancias por un flat tax no es el ideal, pero al menos es menos invasivo de los derechos individuales y mucho más sencillo de liquidar. El flat tax implica pagar un porcentaje igual para todos estableciendo un mínimo no imponible, y de ahí para arriba todos pagan el mismo porcentaje. Sencillo de liquidar y no pretende redistribuir ingresos.
Si alguien quiere redistribuir, entonces que lo haga vía el gasto público. Que diga a quién le va a dar un subsidio, por qué monto y por cuanto tiempo. Que se debata en el Congreso y que el que recibe un subsidio tenga nombre y apellido y que la gente sepa a quién y por qué le está dando parte de sus ingresos.
Que la gente sepa por qué le quitan parte del fruto de su trabajo y se lo dan a otro.
En lo que hace a la asignación de recursos podemos citar, por ejemplo, el caso de los derechos de importación. Cuando el burócrata establece que se pague una tasa mayor por la importación de los bienes de consumo que los bienes de capital, en última instancia está diciendo que prefiere que se produzcan bienes de consumo y no bienes de capital. El burócrata reemplaza a la gente en la decisión de asignar los recursos. Propuesta: que los derechos de importación sean bajos y uniformes para todos los productos. Una tasa única de, digamos, el 3% para todos los productos solo tendría un fin recaudatorio.
Otro disparate que tenemos en funcionamiento es el impuesto al cheque. Es un nefasto impuesto que no solo expulsa a la gente del sistema formal sino que, además, implica pagar impuestos para pagar impuestos. Cuando uno hace un cheque para pagar el anticipo de ganancias, bienes personales, ingresos brutos o el impuesto que sea, paga el 0,6% del impuesto al cheque para pagar un impuesto. ¡Una locura!
De más está decir que los derechos de exportación son otra barbaridad que sin duda hay que eliminar y el listado sigue. Mi primera conclusión es que el actual sistema tributario es inviable. Imposible de corregir. Hay que meterlo en un tacho, tirarle nafta y prenderle fuego y establecer uno completamente nuevo que debe incluir el tema de la coparticipación federal, algo que en realidad no existía en nuestra Constitución de 1853. Esto de la coparticipación es un invento del siglo XX que terminó en un desastre económico y político, destruyendo el federalismo.
En rigor, llegamos a este estado de locura impositiva, en su estructura y su carga tributaria, porque el populismo se impuso en Argentina y como un cáncer está destruyendo el país.
Antiguamente los reyes mataban con impuestos a sus súbditos para financiar sus conquistas territoriales. Si mal no recuerdo, la revolución que dio lugar a la independencia norteamericana fue por la mayor carga tributaria que quiso imponerle el rey a los colonos para financiar los gastos de su guerra con Francia.
Lo irónico es que finalmente los franceses terminaron ayudando a los colonos y al ejército continental contra el ejército inglés.
Hoy día los gobiernos nos matan con impuestos para financiar su populismo. Pero ese populismo llevó a la destrucción de la república. Los populistas buscan matar con impuestos a unos pocos para repartir entre muchos. Esa es su forma de conseguir votos.
Es lo que vemos hoy en día en Argentina. Muchos se preguntan cómo hacer para desarmar la maraña de subsidios llamados sociales que deja el kirchnerismo y que es infinanciable. Desarmar se puede desarmar, pero habrá que crear las condiciones para generar una fuerte corriente inversora.
Lo que me queda bastante claro es que la reforma del sistema tributario y de los procedimientos fiscales, no solo es necesario para poner en funcionamiento la economía. La reforma impositiva también es clave para recuperar el sistema republicano de gobierno.
Fuente: Economía para Todos