El miércoles habrá una marcha de silencio, convocada por fiscales y otros sectores de la sociedad para homenajear al fiscal Nisman, de cuya muerte se cumplirá un mes sin que se sepa ni cómo ni por qué murió. Será un día de luto, pero Cristina Kirchner prefiere celebrar la alegría, el baile, la euforia militante. Su mensaje de anteayer, en el sentido de que el silencio no es para ella, sino para los demás, fue irreverente, pero también incongruente con el silencio que les ha venido dispensando a los deudos de Nisman: ni un día de duelo ni una condolencia. Mutismo absoluto para la víctima y verborragia irrefrenable para intentar cambiar la agenda.
Anteayer, la Presidenta matizó la confirmación de un viejo anuncio de recambio de trenes con guiños al precandidato presidencial a cargo de esa tarea; la apertura de una fábrica de cosméticos, con felicitaciones a Aerolíneas por cumplir con el servicio que está obligada a dar; el incremento en 190 pesos de la ayuda escolar con la cesión de terrenos a un sindicato amigo del Gobierno.
Por fuera de su agenda marchan otros temas que o no merecen su atención o están a la espera de que los adecue la pluma del relato. Entre ellos, y por citar sólo tres ejemplos, la caída de la venta de automóviles durante 2014, calificada como "inviable" por la cámara que agrupa a las automotrices; también, la de las reservas de paquetes de viajes turísticos como consecuencia de las restricciones del Banco Central a la venta de dólares a bancos e importadores. Y qué decir del mercado inmobiliario porteño: el colegio de escribanos dio a conocer que el registro de ventas de propiedades en 2014 fue el más bajo desde hace por lo menos 30 años.
Las costosas e innecesarias trabas que impone el Gobierno sólo son desconocidas por él. Por ende, nunca admitirá los inconmensurables daños que provoca. Eso explica mayormente que lance anuncios con aire de victoria cuando no suelen ser más que parches con los que intentar tapar sus propios desaguisados.
Valgan dos ejemplos concretos: apenas comenzado el año, fue publicada en el Boletín Oficial la elevación del piso del impuesto a los automóviles cero kilómetro de alta gama. Fue en respuesta a la fuerte caída de las ventas y, según el decreto presidencial, durará seis meses. Detrás de esa supuesta concesión para quienes pueden adquirir vehículos "de lujo", tal como los definieron las autoridades, lo cierto es que desde el primer día de la aplicación del gravamen su efecto se extendió a la gama media del sector e, incluso, a varios modelos de fabricación nacional.
El segundo ejemplo es igualmente gráfico: antes de partir a China, la Presidenta habló de un boom de turismo en el interior del país y también de argentinos que viajan al exterior, y, por Twitter, criticó con dureza a los analistas que afirmaban que el mayor movimiento interno de turistas es producto de que los argentinos viajaron menos al exterior, como consecuencia del cepo y de la devaluación. No conforme con ello, Cristina Kirchner insistió sobre su particular visión del asunto durante una cadena nacional. Pero, curiosamente, datos del propio Indec la desdijeron. Ese organismo difundió cifras de 2014 que muestran que no sólo hubo menos argentinos en el exterior, sino que llegaron al país más visitantes extranjeros, seguramente beneficiados por un tipo de cambio que les es favorable. Y no es precisamente el Indec una entidad que se haya destacado por contradecir los números fantasiosos del Gobierno. Muy probablemente, esas cifras sean tan elocuentes que no haya forma de poder disfrazarlas.
Si bien no son nuevos los padecimientos del mercado inmobiliario, aumenta la preocupación ya existente la magnitud de la crisis descripta por el Colegio de Escribanos de la Capital Federal: en 2014 se registró el dato más bajo de venta de propiedades (33.690 en todo el período), por lo menos desde 1980. Diversos analistas consultados por LA NACION incluyeron entre las causas de ese lamentable estado de cosas no sólo el cepo cambiario, sino las enormes dificultades de acceso al crédito hipotecario, la amplitud de la brecha entre salarios y precios, la desconfianza generalizada y el contexto recesivo de la economía.
Como no podía ser de otra manera, la construcción en la Capital no es ajena a la crisis. Según la Dirección General de Estadísticas local, en el primer semestre de 2014 se edificó un 36% menos que hace dos años, cuando el cepo cambiario había transcurrido ya sus primeros meses de existencia.
Los derrumbes están a la vista y éstas son algunas muestras, pues casi no hay rubros o actividades que no se hayan visto afectados. Por más esfuerzos que el Gobierno haga para taparlos con palabras desde los atriles públicos y desde las usinas mediáticas acríticas del kirchnerismo, la realidad sigue fluyendo por otro andarivel. Como ya hemos dicho desde estas columnas editoriales, el problema del que miente sistemáticamente es que, finalmente, dejan de creerle. La mentira oficial no sólo es inmoral, sino, además, un factor de retroceso.