En vez de convocar a discutir cual debería ser la política de carnes que nos permita poder exportar 1 millón de TT de la mejor carne vacuna, para poder hacer sostenible una políticas competitivas, y de esa forma abastecer mejor el consumo interno, elijen siempre la confrontación con verdades a medias, para seguir confundiendo a los ciudadanos.
Por otro lado es la única forma para terminar con este lamentable debate desde hace tantos años, sobre qué hacer con una de las producciones estratégicas del país como son las producciones pecuarias, para poder ayudar a consolidar un proyecto de crecimiento y desarrollo planificado a largo plazo, basado en la transformación de granos en carnes -en plural-, para exportar a todos los mercados del mundo con mayor valor agregado.
Cuando sucede esta incomprensible situación de mutua responsabilidad pública-privada, recuerdo la definición de un expresidente de EEUU a su gabinete diciéndoles: estúpidos es la economía. En este caso podemos decir estúpidos: es por falta de políticas de estado pensadas en el largo plazo, que nos obliga a discutir sobre los paupérrimos índices de producción y exportación de carne que nos debería avergonzar ante el mundo.
En el año 2005, cuando comenzó la desastrosa intervención en el mercado ganadero, las exportaciones argentinas de carne vacuna eran de 775 mil toneladas y representaban el 25 por ciento de la producción nacional de carne. Como el mercado internacional era de unos 6,5 millones de toneladas, nuestro país representaba el 12 por ciento del comercio mundial.
Desde ese año, el mercado mundial experimentó una fortísima expansión, tanto en volúmenes como en precios: se pasó de los 6,5 millones en el 2005 a los 10 millones de toneladas estimadas para el 2015, mientras que el precio internacional pasó en el mismo período de los 1.500 a los 4.000 dólares por tonelada.
La participación argentina, que era del 12 por ciento, no pasa hoy del dos por ciento del comercio, pasando del puesto número tres entre los exportadores en el 2005 al puesto 12 en la actualidad, posición amenazada por México, país que aunque es importador neto de carne vacuna, intenta aprovechar las inmensas posibilidades que da el mercado al que está dispuesto a exportar. Como hemos dicho reiteradamente, el valor del comercio mundial de carne vacuna pasó de los 12 mil a los 40 mil millones de dólares en los últimos 10 años.
El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich salió a defender los incrementos de las exportaciones de carne vacuna del 6,8 por ciento en 2014 respecto a 2013, lo que equivale a 211.000 toneladas de carne vacuna vendida al exterior, olvidándose de decir que el país en el año 2007 habíamos exportado 775 mil toneladas y que la exportación actual es casi la más baja de su historia. De la nada cualquier cifra le puede llamar crecimiento.
Si tiene razón Capitanich que el consumo de carne vacuna a nivel interno bajó, pero no debido a una caída del salario real del 11 por ciento, como dice la información, sino producto de la sustitución por otras carnes, como la avícola o la porcina, u otros productos, lo cual es un muy buen síntoma cultural del consumidor en el cambio de la dieta, para ir concretando una política de producción de carnes o proteínas en el futuro diversificando el consumo de carnes.
En un análisis comparativo de CRA sobre el desempeño de los principales países ganaderos, entre 2007 y 2014, muestra que Argentina es el país con peores resultados en materia de stock, exportaciones y producción.
Producto de la política económica argentina mantenido en los últimos 10 años, y sobre todo en los últimos 7, mientras que en Brasil (20%), Uruguay (3%), Australia (3%) y Paraguay (44%) el stock ganadero creció, Argentina fue a contramano y mostró una fuerte contracción (-11%), no logrando recuperar hoy el stock al inicio del período.
En línea con el comportamiento del stock bovino, Argentina fue el único país (dentro de los países competidores seleccionados) que contrajo fuertemente su producción (-15%) mientras que Brasil (0%), Uruguay (2%), Australia (19%) y Paraguay (32%) crecieron en su oferta de carne o bien se mantuvieron estables (Brasil).
Como consecuencia de la aplicación de cuotas de exportación (ROE Rojo, Resol 42/2008) y la presión impositiva a través de los impuestos a la exportación (15%), Argentina tuvo una fenomenal caída de las exportaciones, contrayéndose más de un 60%, siendo el peor desempeño dentro de los países líderes en el comercio de carne bovina. A diferencia de Argentina, los otros países competidores como Uruguay, Australia y Paraguay, se prepararon y aprovecharon las oportunidades de los mercados mundiales, creciendo el 6%, 20% y 80%, respectivamente.
Los datos mencionados más arriba son incontrastables, demostrando que el único país que retrocedió fue la Argentina por culpa exclusiva de las políticas aplicadas por el actual gobierno. El contexto internacional ayudó a crecer a todos los otros países competidores. Por lo tanto es urgente que el gobierno nacional y los provinciales cambien su actitud con el campo y promuevan los cambios que sean necesarios para poder empezar a concretar una política de carne que sea sostenible en el tiempo, para dar trabajo al importante tejido social que está parado en todo los rincones del país por causa de la crisis actual en las economías regionales.
Se presenta una oportunidad inédita para que la ganadería vuelva a zonas que eran propias, que emigraron por falta de rentabilidad para poder competir con la agricultura en ese momento, por culpa de las mismas nefastas políticas de intervención en la ganadería para cuidar la mesa de los argentinos. No hay mal que por bien no venga. La crisis de rentabilidad de la agricultura en el actual momento, le abre las tranqueras en muchas zonas del país al desarrollo de una nueva y pujante ganadería.
El país tiene condiciones naturales, genéticas, con recursos humanos y de gestión para pegar un salto de productividad, si se concretan las políticas de estado que venimos reclamando, con normas institucionales permanentes que regulen las relaciones de todos los protagonistas en la producción, la transformación, la comercialización y la exportación de las producciones pecuarias. La ganadería y las producciones de carnes no pueden esperar el 2016.
Por Arturo Navarro - Colaboración especial para Agrositio