Tan disparatado es nuestro sistema tributario que pagamos impuestos para
pagar impuestos. En efecto, cuando uno paga, por ejemplo, el anticipo de
ganancias o el IVA y hace la transferencia bancaria correspondiente, el banco le
debita al cliente el impuesto al cheque cuando paga ganancias o IVA. Es más,
supongamos que uno cobra un cheque con el IVA incluido, el impuesto al cheque no
se aplica sobre el monto depositado sin el IVA, sino que se aplica sobre el
monto que incluye el IVA. Y cuando llega el momento de pagar el IVA se paga de
nuevo el impuesto al cheque. Considerando la fenomenal carga tributaria que hoy
rige en la Argentina, el impuesto al cheque adquiere mayor relevancia y expulsa
a mucha gente del sistema formal.
La evasión se combate disminuyendo la presión impositiva
Pensando hacia un futuro no kirchnerista, mi impresión es que habría que abordar una profunda reforma del sistema tributario. Y no es cierto el argumento de que primero hay que bajar la tasa de evasión y luego disminuir las tasas impositivas. La evasión se combate disminuyendo la presión impositiva. Reduciendo las tasas que se cobran. Ese es el camino a seguir. Primero se bajan las tasas de los impuestos y luego se busca reducir la evasión, porque al bajar las alícuotas el premio por evadir es menor. Muchos que hoy están fuera del sistema formal optarían por volver al sistema formal si la carga tributaria fuese realmente tolerable y, sobre todo, el Estado diera algún servicio a cambio de los impuestos que cobra. ¿Para qué asumir el riesgo de evadir si el impuesto que tengo que pagar no es asfixiante?
Una de las locuras del sistema tributario argentino es que se le pide 3 objetivos al mismo tiempo. Que recaude para financiar el gasto. Que asigne recursos (caso del sistema impositivo en Tierra del Fuego) y que también sirva para redistribuir el ingreso (impuesto a las ganancias). El sistema tributario tiene que cumplir una sola función que es la de generar ingresos para el fisco logrando la menor distorsión posible en la asignación de los recursos productivos. Si luego se quiere subsidiar a alguien, esos recursos se canalizan vía el gasto público, no por medio de sistema tributario. Si algún sector va a recibir un subsidio, que se discuta en el Congreso quién lo recibirá, por qué lo haría, qué monto y por cuánto tiempo.
Mi visión es que debería eliminarse el impuesto a las ganancias y cambiarlo por un flat tax. Es decir, un impuesto de tasa fija que se aplica a partir de determinado ingreso. Digamos que la tasa es del 10% y el mínimo no imponible es de $ 10.000. Con el flat tax, el que gana $ 15.000 pagaría el 10% sobre $ 5000 que es el excedente del mínimo no imponible. Pagaría $ 500. Y el que gana $ 100.000 pagaría el 10% sobre $ 90.000.
Por supuesto que también está el tema de las retenciones y mil impuestos
distorsivos más y que hay que modificar el sistema de coparticipación federal.
Lo ideal sería que el sistema de coparticipación funcionara al revés. Que los
municipios recaudaran y coparticiparan a las provincias y las provincias a la
nación. Pero tal vez esto sea mucho pedir ahora.
La historia está repleta de ejemplos de casos de crisis
políticas generadas en sistemas tributarios asfixiantes
Volviendo al tema del flat tax, lo prefiero al impuesto a las ganancias por varias razones. En primer lugar, porque ganancias es un impuesto que viola los derechos individuales por el tipo de información que recibe el fisco. Información que solo podría requerir un juez y con causa fundada. En segundo lugar, es un impuesto que, al ser progresivo, castiga al que mejor sirve al resto con su trabajo. Y, finalmente, es importante tener una base imponible amplia pero con bajos impuestos. Es decir, que muchos paguen impuestos, pero muy poco. ¿Por qué? Para terminar con esta historia de que muchos piden más gasto público haciéndose los solidarios, pero cuando llega el momento de pagar siempre dicen: "Que paguen los que más tienen". La realidad es que los que más tienen se fueron o se están yendo de la Argentina por varias razones, entre otras, por la presión impositiva que hace inviable cualquier negocio lícito. Por lo tanto, lo que ha conseguido el modelo es que los que más tienen hoy en la Argentina sean el empleado bancario o el que maneja un camión que pagan ganancias. Tanto se degradó la economía argentina que hoy los que más tienen no son los más ricos, sino los menos pobres.
En 2003 el monto de impuesto a las ganancias que pagaron las personas físicas sumó $ 4.941 millones. En 2013, esa cifra trepó a $ 79.224 millones. Es decir, se multiplicó por 16 o, si se prefiere, la gente pagó 1500% más que en 2003. Aun ajustándolo por inflación privada, el aumento en términos reales es escalofriante. Por eso la gente protesta por la carga impositiva. Protesta por ganancias porque no ve todos los otros impuestos que paga a nivel nacional, provincial y municipal, sino protestaría mucho más.
La historia está repleta de ejemplos de casos de crisis políticas generadas en sistemas tributarios asfixiantes. Si el próximo gobierno quiere hacer crecer en serio la economía argentina, reformular buena parte del sistema tributario será una prioridad, buscando un sistema impositivo sencillo de liquidar, que no asfixie al que produce y que no estimule la evasión. Tener un socio caro e ineficiente como es el Estado argentino solo asegura espantar inversiones.
En síntesis, ser competitivo también exige tener un sistema impositivo que en vez de espantar inversiones, las atraiga.