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“¿... 20 de enero en Mar del Plata?”, se sorprende el operador del PRO cuando conversa con un referente local por teléfono. “Es un poco tirado de los pelos. Lo vamos a tener a Scioli copando la playa ... pero dale, lo hacemos, colaboramos en lo que necesites...”, asegura. 

Un colaborador de Sergio Massa mira con atención la pantalla de TN desde la isla de edición mientras en el estudio de “A Dos Voces”, su jefe promete acabar con la soberbia de los que mandan. Le piden que diga nombres. Massa no especifica. “Está bien ...”, exclama su colaborador, “...hay que dosificar. Si tira todo ahora, ¿quién le va a dar bola el año que viene?”. 

Dos días después el reportaje a Massa fue presentado en un “focus group” para que un grupo de personas señalara las frases que le habían generado empatía. Hicieron un corte de las más elegidas y mandaron el video editado a las redes sociales. Los equipos de campaña cuentan con una aplicación que les permite ver al instante cualquier mención que se haga sobre el candidato en Twitter o Facebook. Lo ven en un gráfico que, como un electrocardiograma, va subiendo o bajando según las menciones las 24 horas del día. A la madrugada, una persona se detiene a leer los comentarios positivos y negativos, analiza las repercusiones de los posteos y presenta un informe al equipo de comunicación. Nadie quiere dar pasos en falso en las redes. Cuando una candidata del PRO posteó una foto de la fiesta de Halloween junto a unos chicos disfrazados de presos desapareció de la página tras una suma de opiniones negativas. A la semana siguiente, en el Día de la Tradición, la dirigente fue posteada con un gaucho tomando mate.

Macri utilizó Facebook como entrada política al interior del país. En la oficina de su operador territorial Emilio Monzó hay un cartel con 102 distritos de más de 50 mil electores. Planificaron visitarlos en la segunda parte del año. Para ello, seleccionan una familia o institución que pide conocer a Macri, se la chequea para no tener imprevistos y el candidato ingresa al hogar para hablar de la vida, del barrio, de su plan de gobierno. El último martes, antes de la firma de un acuerdo de “cooperación mutua” con el intendente de Dolores, como muestra de apoyo al PRO, Macri visitó una Escuela de Música y se sentó en un aula para conversar con la profesora y los alumnos y les pidió que tocaran una pieza. La rutina de viajes tiene una mecánica preestablecida: firma de acuerdo con municipio como “paraguas” institucional, reunión familiar o social generada por Facebook, recorrida por un lugar emblemático, rueda de prensa y foto con el referente político local para legitimarlo. 

El manual de campaña de Massa tiene aspectos similares. Su equipo recibe una demanda o reclamo por redes sociales, se la derivan al equipo técnico para que las estudie y proponga soluciones y se fija fecha en la agenda para que el candidato las exponga en un encuentro público, que puede ser en una sociedad de fomento o un sindicato. Massa en su portfolio también presenta propuestas de seguridad -con la oferta del “modelo Tigre”- y de economía, específicas para ese territorio. Luego, el equipo de redes las reproduce y las viraliza, y el pico de menciones pega un salto y basta un click para saber qué se está diciendo. “Tenemos 200.000 militantes de la red”, señala un comunicador massista. 

Massa y Macri, en los dos casos con un 100% de instalación, buscan generar la idea de que el candidato que ellos ya conocen, al exponer con precisión sobre su problemática, también los conoce a ellos. “El que busca poder tiene que estar mirando a la sociedad, el que busca un cargo tiene que mirar a los dirigentes”, es una máxima que se recoge en la oficina de campaña del PRO. 


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La actividad pública en la Provincia es la base de la campaña de Daniel Scioli. El día empieza con la lectura de diarios, en su quinta de Villa La Ñata o a veces en la Casa de Gobierno. Cuando las noticias comprometen su gestión, empieza a llamar a sus ministros y también a su jefe de prensa. Camino a la primera actividad del día -a la que por lo general viaja en helicóptero- Scioli va recibiendo el pedido de entrevistas. Si decide salir al aire por radio, lo hace para atenuar el impacto de una noticia negativa o para dar una definición política. Sus preferidos son Jorge Rial, Oscar González Oro o Marcelo Longobardi. Es difícil que sobrevuele en un reportaje una frase que rompa el molde o suelte una palabra en contra de alguien. Hay defensa de gestión, hay futuro y hay optimismo. Jamás en público dirá algo que profundice un conflicto. Por eso sorprendió aquella irrupción telefónica en “Intratables”, el día de la inundación, en que el país conoció a un Scioli con un tono fuera de registro. Fue una excepción.

“Scioli no trabaja pensando en la edición de un diario. No le importa dar títulos -explica un operador-. Parte de su éxito fue transmitir la idea de que “ ... no me importa que hoy piensen que soy un boludo, ya se van a dar cuenta que no es así ...” Y ahora la gente lo sabe. Hay que tener mucha confianza en sí mismo para lograr eso”, explica un operador “naranja”

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Massa suele mirar las ediciones impresas en la web durante la madrugada. Es bastante noctámbulo. Son habituales sus mensajes -”euuu..”- en el messenger del black berry para consultar, comentar o reprender a un colaborador por algo que acaba de leer. El trabajo nocturno en su computadora es un hábito que heredó durante su intendencia en Tigre, cuando se dedicaba a responder, uno a uno, mails de reclamos y los respondía con copia a los responsables de cada área. A menudo, para su intervención sobre la prensa, Massa saltea a su equipo de comunicación y llama directamente al periodista que lo mencionó en un artículo o en la tele. No lo hace para felicitarlo, sino para manifestar supuestos errores en una descripción o un análisis y reafirmar sus conceptos. 

La prensa es clave importante en la estrategia política del massismo. En la evaluación de las apariciones del candidato se considera “buena semana” cuando en un 70% instala temas y rompe la agenda periodística y en un 30% acompaña la coyuntura con opiniones. Si el tema que instala tiene repercusión mediática, porque sintoniza con una demanda de la sociedad, el equipo técnico, que ya lo había trabajado, le da un formato para presentarlo como proyecto en el Parlamento. Massa tiene el estudio técnico y explora la oportunidad para anunciarlo. Esto sucedió con el borrador del Código Penal que mencionó la Presidenta en la apertura de sesiones del Congreso en marzo pasado y Massa lo criticó diez minutos después y puso a todo su equipo de colaboradores a instalar el tema en los medios.

Todos los martes y jueves a las 4 de la tarde en una torre vidriada próxima a la estación de Tigre se reúne el comité de campaña para el balance de la campaña. Se evalúa el discurso, la comunicación, la construcción territorial y la percepción de la imagen del candidato según los resultados del focus group. Massa recibe propuestas discursivas, ideas de contenido, y las suele asimilar, transformar y luego las sembrará en los medios y se multiplicará en las redes. Algunas de sus frases más efectivas tomaron forma en esas reuniones (“Me pregunto si un gobierno con un 40% de inflación es nacional y popular ...”).

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En el macrismo dicen no darle centralidad a “la tapa de los diarios” ni están preocupados por “ganar la semana política” en los medios. Lo toman como una variable más. “No porque generes X cantidad de noticias vas a ser presidente ...”, relativiza un colaborador. 

A diferencia de Massa, que suele preguntar por whatsapp a los suyos cuántos periodistas y de qué medios llegaron a un acto, Macri no parece estar tan encima de la planificación del día a día de la campaña. Se reúne con su equipo los lunes, recibe la agenda de viajes y actividades en el interior, la evalúa, y la cumple. Para la campaña, cuenta con el beneficio -y también con el riesgo- de que es jefe de gobierno de una ciudad que produce noticias todos los días. Para proyectarlo hacia el 2015 la preocupación de su equipo fue crear dirigentes en el interior del país, un territorio que, en términos de oferta política, estaba prácticamente virgen para el PRO. Esa tarea fue acompañada por el Ministerio de Gobierno de la Ciudad, creado en 2011, que se ocupa de organizar la firma de convenios institucionales, como buque insignia de sus visitas.

Desde este año, Scioli delegó en su hermano José “Pepe” Scioli la construcción territorial de su candidatura. Es su “canciller político” en el interior del país. Ejecuta la tarea a través de la Fundación Dar, que organiza foros en las provincias sobre las economías regionales, el pulso de la problemática social -cuya información recaban del diálogo con los obispos- o convenios con universidades. Los gobernadores peronistas se ocupan de abrirle la puerta de sus provincias a los foros sciolistas. A través de ese diagnóstico regional, que sirve como base para la armar el plan de gobierno, y mientras crean las “mesas promotoras Scioli 2015” en cada territorio, Scioli recibe de su hermano el informe político territorial del peronismo. Su estrategia es que las resistencias internas del FPV en contra de su candidatura se vayan depurando solas, mientras el gobernador sigue buscando apoyos en las provincias. 

Sobre el Papa como potencial actor influyente para las elecciones presidenciales, el sciolismo imagina una silenciosa bendición. 

“Scioli traduce mejor que nadie para la Argentina el mensaje que el Papa da hacia el mundo. Nosotros sostuvimos desde siempre el diálogo y la convivencia. Ahora ´todos se suman a su mensaje. Nosotros somos “los originales”, se entusiasma un operador bonaerense. Antes de la designación de Francisco, Scioli ya era un dirigente de confianza para la Santa Sede. Ahora mucho más.

La búsqueda de un candidato macrista fuera de la ciudad es parte de un largo proceso. “Tenemos una barrera de ingreso alta pero también es alta la fidelización. Cuando alguien entra al PRO, es difícil que se vaya. No jugamos a sumar a quien sea y ´después vemos’ ... ”, afirma uno de sus estrategas de campaña. El PRO apuesta a construir una presencia política antes que una estructura partidaria o espacio de militancia.

La búsqueda tiene una metodología. Cuando les llega el dato de un potencial candidato en distritos de hasta 50 mil electores, un miembro del equipo político porteño viaja al pueblo. Busca información en la prensa, activa contactos, toma café en el bar y regresa a Buenos Aires con una percepción subjetiva del potencial candidato. Para alcanzar una visión más objetiva, se encarga una encuesta telefónica a 300 ó 400 vecinos del distrito para conocer su imagen. Si el informe es bueno -el candidato no tiene que tener antecedentes controversiales que “generen ruido”-, y el resultado de la imagen positiva duplica a la negativa, la selección se da por aprobada. A partir de entonces, el PRO lo contacta y empieza a dialogar las condiciones políticas para una candidatura. 

Este proceso, desde su génesis hasta que se hace público, puede durar tres o cuatro meses. “En el 2013 necesitábamos candidatos que fuesen conocidos porque Macri no participaba. Para 2015 la exigencia es menor. No importa que la figura no sea muy conocida. Nosotros lo construimos y lo instalamos. Cuando Macri lo visite en su distrito, le va a transferir conocimiento y cercanía con el poder en el imaginario de la gente que lo va a votar”, aseguran en la oficina partidaria. 

La organización de los actos, el alquiler de aviones, las cenas, las claves del discurso resumido en una pantalla, cuesta dinero.

¿Quién paga? 

Por un lado, en torno a Massa y Macri indican que usan dinero que les cedió el Estado por su participación electoral en 2013. En el massismo el recaudador es Martín Redrado, que recibe aportes de empresarios e instituciones del país y del exterior en la cuenta del Frente Renovador, lo cual explica, en parte, su protagonismo en el massismo. De esa cuenta bancaria, que se mueve con su firma, fluyen los cheques para sostener la logística de campaña y los sueldos de las dos docenas de colaboradores que trabajan cada día alrededor del candidato. El año que viene el staff se multiplicará. 

En el PRO, como los actos de gestión están mezclados con los de campaña, los gastos públicos se cruzan con los privados. El propio jefe de gabinete Horacio Rodríguez Larreta requirió a los equipos de campaña transparencia en las cuentas, que en algún momento pueden ser fiscalizadas por organismos de control, o la justicia. 

El radicalismo es el partido estrella para los dos espacios. Macri y Massa buscan llevarse algo de su estructura, en virtud de que la UCR todavía no tiene un candidato nacional consolidado, y los intendentes y jefes distritales del partido no quieren quedar desguarnecidos en la boleta electoral. En el potencial acuerdo, el dirigente local pondría a disposición de Macri o Massa su estructura y de la otra parte ofrecen un candidato con expectativas presidenciales. En este caso, ya no se trata de crear una presencia política local -como lo hace el PRO-, sino de acordar con un dirigente radical conocido y cotizado. Allí el precio es mucho mayor. La búsqueda sobre el radicalismo es incesante. Los constructores territoriales llaman desde Buenos Aires para acercar, conciliar, prometer. El radicalismo, con su vieja estructura de “parroquias”, alguna vez convertido en motor de una maquinaria electoral, es un tesoro preciado para los presidenciales. “´Caminamos´ la misma gente”, admiten desde ambos espacios.

Una foto como la de Massa con el senador Gerardo Morales o Nito Artaza no significa un acuerdo político. Es una declaración de buenas intenciones, una señal de construcción política. Sólo una señal: se supone que hacia el cierre de lista de las PASO, el 20 de junio de 2015, los acuerdos y las rupturas van a ser más brutales, y las teorías políticas y principios morales, más vulnerables. Para Massa, que propuso liderar como un “front-runner” en las encuestas de la carrera presidencial, su estrategia es sostener su imagen mediática, instalar temas de agenda y construir acuerdos territoriales. Bajo llave, ya tiene programada otra sesión de fotos con dirigentes radicales. También se ofrece al electorado independiente. El último martes en el teatro “El Picadero” expuso un proyecto de ley anticorrupción en presencia del ex fiscal italiano Antonio Di Pietro, experto en una temática que no suele estar al tope de las demandas en el peronismo.

Por el momento, el sciolismo apunta a fidelizar el voto que el peronismo considera propio, el del conurbano profundo, los trabajadores organizados, los sectores de la producción. Después irá en busca de otros “nichos”. A su vez, consideran construcción de la imagen del candidato como un proceso ya acabado. “La sociedad conoce a Scioli desde hace treinta años. Tiene el camino allanado. Sólo tiene que poner en funcionamiento sus ´células dormidas¨ y poner en valor en el momento justo los atributos de su personalidad que la sociedad le valora”, dice un operador.

El miércoles pasado, en una entrega de escrituras en un gimnasio de Florencio Varela, frente a más de mil personas, ataviado con un riguroso traje azul, Scioli mencionó la tradición del “esfuerzo ladrillo a ladrillo” para construir una vivienda y lo comparó con el esfuerzo de los atletas. Fue un discurso de diez minutos. Nada improvisado. Scioli recibe un borrador con las claves discursivas para cada evento que luego las adapta con su impronta del trabajo y el esfuerzo. 

La preparación de cada acto provincial tiene una orgánica sincronizada. La agenda pública se establece con una semana de anticipación. La secretaría privada recibe las propuestas, Scioli determina dónde ir, Ceremonial se ocupa de organizar la logística. Cada actividad pública de Scioli requiere el desplazamiento de medio centenar de personas. La rueda sigue con la difusión en los medios. Desde La Plata se genera un servicio de audio, señal de satélite, fotos y gacetilla preparada para los medios. Mientras tanto, a medida que acompaña al gobernador-candidato al próximo acto, el jefe de prensa va llamando a los portales de la web para apalancar las líneas del discurso, rodearlo de un contexto, entregar un off the record nunca desinteresado. Ocho, nueve conversaciones. Por la tarde la escena se repite con llamadas a las redacciones “de papel” y a los periodistas de programas políticos de la noche. El objetivo: dar letra propia, para que la información que produce Scioli durante el día sea reproducida de la manera más cuidada posible. Y mientras la “maquinaria oficial” se desplaza por distintos puntos de la provincia -el vértigo hace que a sus colaboradores les cueste recordar dónde estuvieron el día anterior- el responsable de prensa va recepcionando en su celular los resúmenes de los comentarios que hizo cada periodista, sobre Scioli o sobre el acto. Todo está en la palma de la mano, con nombre y apellido. Si lo amerita, en el caso de una jornada muy explosiva, se lo anticipan al gobernador. La información que no se posterga es la de los “alerta”, que se activa frente a un hecho de conmoción en la provincia o el país. En esa instancia, Scioli decide un cambio de rumbo del helicóptero y se presenta en el lugar, o suspende la actividad. 

La coalición política UNEN tiene una mesa política que se reúne cada semana. Además de trabajar las propuestas programáticas y las actividades del grupo, el órgano partidario es lo más parecido a un espacio de contención de 5 precandidatos a la Presidencia que tienen discursos y estrategias específicas y a menudo contradictorias.

Hermes Binner hace campaña con su Volkswagen Vento. Su equipo político estudió la matriz sociológica de los votos presidenciales que obtuvo en el 2011 y focalizó la campaña en puntos determinados para potenciar su electorado en ciudades de 50.000 a 100.000 habitantes de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba. Binner viaja con un asesor técnico, un periodista y fotógrafo y la logística de recepción la organiza el Partido Socialista (PS) de cada lugar. En dos días recorre tres o cuatro ciudades, con visitas a emprendimientos productivos, universidades o alguna personalidad del lugar. Por la noche, una o dos veces a la semana, Binner se comunica por Skype con su consultor político Miguel Roig, que vive en Madrid para intercambiar información e ideas para la campaña. Su candidatura no tiene un armador territorial hurgando dirigentes para sumar apoyos. “No tenemos operadores porque somos un partido. Nuestros dirigentes recorren las provincias y analizan la situación política y de la campaña. Queremos organizar un debate programático de nuestros proyectos -Sistema único de salud, sistema nacional de estadísticas-, pero lamentablemente el ruido mediático de las candidaturas deja en segundo plano el debate de las propuestas”, indica una ex diputada socialista que lo acompaña desde hace 20 años. La estrategia de su equipo es que la gente identifique y valore su liderazgo. Ya tienen listos 60 mil carteles para pegar en la calle: “La Argentina necesita un tipo como Binner”, “Un médico para mi país”.

Otro precandidato de UNEN, Pino Solanas, armó su metodología de campaña con la presentación de proyectos de ley para las economías regionales. En sus viajes a las provincias, cada quince días, los expone en foros con productores y empresarios, donde viaja con uno o dos asesores técnicos, según la materia. Su discurso de campaña girará en torno a la inflación, la crisis de la matriz energética, la desocupación y la inseguridad. También por el reclamo de “boleta única”, en el que logró el apoyo de los candidatos opositores. 

Con la base operativa en Mendoza y Buenos Aires, Julio Cobos inició una campaña con dos ejes. Por un lado, una hoja de ruta pare recorrer los pueblos en torno a la Ruta 40. Ya realizó el viaje desde Mendoza hacia el sur y ahora tomará la Ruta 40 hacia el norte. El candidato y su equipo viaja en un colectivo que lleva el lema “Cobos por Argentina” y cambian la bandera según la provincia que visita (“Cobos por Tucumán”). En el pueblo, suele tener una actividad partidaria y otra de “cara a la sociedad”. Del mismo modo que lo hizo el jueves pasado en San Justo, cuando recorrió locales comerciales del centro y fue orador de un acto callejero de la UCR. Si en el interior Cobos se permite un alto en la campaña para correr por algún descampado, en Buenos Aires, una vez a la semana se ajustará la corbata, para sus reuniones con empresarios, instituciones, visita a embajadas o desayunos con periodistas en los que difunde sus planes e ideas. Su discurso para el 2015 girará en torno al desarrollo económico, la cohesión social, el fortalecimiento institucional y relaciones internacionales y defensa. 

Binner, Pino Solanas y Cobos creen que UNEN debe seguir funcionando como un espacio progresista. Elisa Carrió y Ernesto Sanz, también precandidatos presidenciales, prefieren una coalición más amplia, que incluya al PRO y constituya un bloque opositor único que enfrente a las dos versiones electorales del peronismo. 

En el 2012, Carrió se refugió políticamente en casas de familia del conurbano para conversar sobre los problemas del barrio. Era un momento de exploración personal que le resultaba útil para recomponerse del 1,8% de los votos que había obtenido en 2011. Con el correr de los meses, el itinerario se amplió con pequeños actos en clubes o salones de fiestas en Capital o conurbano que le organizan sus dirigentes para 100 o 200 personas. Todavía mantiene ese hábito. Cuando va al interior, un equipo de avanzada revisa la logística y le envía un informe social y político, aunque, “ya conoce qué pasa en cada rincón de la Argentina”, según un operador. Con una instalación del 100% sueña con un país que instale las bases para “Cien años de República”. El titular de la UCR Ernesto Sanz, en cambio, se trazó como objetivo para el 2014 que lo conocieran. Según su equipo de campaña, la evolución fue progresiva en los últimos meses. En la última encuesta la gente lo identifica en un promedio del 70%. También un equipo de focus group analizó su lanzamiento en el Luna Park, y lo rescató como un acto “moderno, con jóvenes y tecnología actualizada dirigido a un grupo amplio”. Su equipo técnico está pronto para lanzar la propuesta “15x15”: quince expertos con propuestas sobre quince temas claves de la Argentina, y tiene un slogan de campaña ya definido. “Sanz. Para que Argentina funcione”. 

A menos de un año de las elecciones, detrás de cada candidato, hay una maquinaria política electoral que empezó a moverse. Cada vez más rápido.