El sector es el principal rubro de exportación del país. Los productores invierten 8.600 millones de dólares por año en este cultivo.
La cadena de la soja argentina, una de las más competitivas del mundo, se viste de fiesta. La entidad que la nuclea, ACSOJA, celebra el 30 de octubre su 10º aniversario a partir de las 15.30 en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y sus autoridades señalan que “el éxito está basado en la aplicación intensiva del conocimiento científico-tecnológico”. El crecimiento de la producción de soja argentina es elocuente. Sólo en la última década se incrementó en 17 millones de toneladas, con un ritmo de crecimiento del 5,3% anual.
El 96% de la producción de soja argentina se exporta bajo la forma de poroto, harina, aceite o biocombustible, representando al complejo más importante de la balanza comercial del país. En 2013 las exportaciones argentinas totales ascendieron a 81.600 millones de dólares, con una participación del sector agropecuario y agroindustrial de 48.000 millones, de los cuales la soja fue responsable de exportaciones por 21 mil millones. De esta forma, el complejo soja lidera las ventas externas del país. Le sigue el sector automotriz (11.600 millones de dólares), el cerealero (9.400), el petrolero petroquímico (6.400), las exportaciones de carne y leche (4.000) y las del sector frutihortícola (2.400).
Los embarques del complejo soja se destinan a más de 100 países. Entre los grandes destinos se destaca China, que compra en la Argentina el 20% de sus importaciones de poroto de soja. A la vez que la Unión Europea es el gran destino de la harina de soja argentina.
La inversión anual de los productores en este cultivo fue de 8.600 millones de dólares, con lo que se lograron producir 53 millones de toneladas de porotos de soja la campaña pasada. Esa producción equivale a un valor FOB de 20.000 millones de dólares y representa el 8% del PBI argentino.
Estas cifras, que evidencian los avances logrados en los últimos diez años, se sustentan en los nuevos desarrollos biotecnológicos, que asociados a los aportes de la genética convencional y a la tecnología de cultivo, permitieron acelerar la obtención de variedades mejoradas con muy alto potencial de rendimiento y resistencia a factores bióticos y abióticos.
De esta forma, la Argentina se encuentra en el mejor nivel internacional en cuanto a la disponibilidad de insumos de calidad y de las herramientas tecnológicas más avanzadas, con una amplia y extensa cadena de distribución, en compromiso con la sustentabilidad del sistema productivo. Así, aparecen semillas con mayores potenciales de rendimientos que a la vez resuelven nuevos temas sanitarios, una amplia oferta de fertilizantes y productos fitosanitarios y el desarrollo de una sofisticada industria de maquinaria agrícola en la que los productores argentinos invierten 1.000 millones de dólares por año.
El derrame de la cadena de la soja es insospechado. Considerando sólo los viajes a puertos que se realizan para transportar el 80% de la producción nacional, dado que hay soja que se procesa en complejos del interior, se realizan 1,4 millón de viajes de camión, por un valor aproximado de 1.200 millones de dólares.
El sector industrial es otro de los eslabones destacados de la cadena de la soja argentina. Actualmente procesa el 77% de la producción nacional, generando un valor agregado adicional de 5.000 millones de dólares por año.
En los últimos 10 años, la capacidad de molienda se duplicó, al pasar del orden de los 30 millones de toneladas a los más de 60 actuales. Esto implicó inversiones por varios miles de millones de dólares, que en el caso de la industria del biodiésel rondó los 1.000 millones.
La mayoría de esas industrias se encuentran ensambladas en alrededor de 10 terminales portuarias de primera generación, que hoy se destacan entre las más modernas del mundo y generan trabajo directo para miles de argentinos.
La comercialización acompañó la evolución del cultivo ofreciendo herramientas acordes a la evolución de los mercados y apostando por la transparencia y la institucionalidad de los mismos, de manera de fomentar el libre juego de la oferta y la demanda. Así, el corretaje de granos incorporó capital humano capacitado para dar respuesta a las demandas de asesoramiento cada vez más exigentes, tanto para el diseño de estrategias de comercialización de la mercadería física como para las coberturas de riesgos con futuros y opciones, en los mercados locales y en el exterior.
El conjunto de las Bolsas, las Cámaras, los acopiadores y otras entidades relacionadas con la comercialización de los granos han bregado por la eliminación de las distorsiones generadas por la excesiva intervención del gobierno y por las retenciones a las exportaciones, convencidas de que el diálogo permanente con el gobierno generará beneficios para la cadena en su conjunto.
Aunque menos espectacular, y de difícil cuantificación, uno de los mayores aportes del sector ha sido, y seguramente seguirá siendo en los años por venir, la formación continua de recursos humanos con capacidad para sostener el funcionamiento de todos y cada uno de los eslabones de la cadena productiva y su mejora constante.