El planteo discursivo "yo o el caos" es tan viejo como la política. Suele ser usado por aquellos gobernantes que buscan conservar el poder, y Cristina Kirchner no es la excepción, aunque en su caso tiene un destinatario puntual: el propio peronismo.

La Presidenta está buscando acumular poder para enfrentar futuros embates, demostrar que es ella quien manda y concluir su período como la gran electora dentro del oficialismo. Los recientes ataques al Grupo Clarín y a agentes del sistema financiero local son exhibiciones de fuerza cuyos principales blancos no son únicamente las víctimas de los disparos, sino los líderes territoriales del justicialismo. Y los cuestionamientos a las propuestas de precandidatos presidenciales de la oposición Sergio Massa o Mauricio Macri apuntan a coartar a aquellos dirigentes del PJ que ya estarían pensando en abandonar el barco kirchnerista.

Las líneas directrices tendientes a unificar el relato bajan desde la Casa Rosada hacia los líderes provinciales afines al Gobierno y hacia toda la militancia. A veces, el mensaje desde el corazón del poder kirchnerista es bien interpretado, pero falla la ejecución del libreto. Es lo que le ocurrió al controvertido director del Archivo de la Memoria de la Diversidad Sexual, Alex Freyre, quien advirtió que la consigna era asestarle un golpe a Massa, aunque se pasó de la raya y sugirió que los enfermos de sida morirían a más tardar en 2017, de ganar las elecciones el ex intendente de Tigre o el actual jefe de gobierno porteño, porque privilegiarían el pago de la deuda y no quedaría dinero para medicamentos.

No debe saber Freyre que no hubo gobierno que desembolsara más fondos que el actual para hacer frente a pagos de la deuda, incluso sacrificando reservas y poniendo en juego el valor de la moneda nacional, en lugar de aprovechar las bajas tasas de interés del mercado financiero internacional, como lo hicieron vecinos nuestros como Uruguay, Chile, Brasil, Perú y hasta la Bolivia de Evo Morales. El costo para la sociedad argentina pasó por el impuesto más regresivo y hostil hacia los sectores más humildes y desprotegidos de la sociedad: la inflación.

Un día después de que Freyre hundió al Gobierno con sus necrologías anticipadas, Cristina Kirchner intentó poner las cosas en su lugar cuando aseguró: "Algunos quieren asustar para ajustar". Y ayer, al celebrar el lanzamiento del primer satélite argentino al espacio, demostró que es su gobierno el que aplica la estrategia del miedo: "Me pregunto si hoy tendríamos este satélite si yo no hubiera ganado las elecciones en 2007 o en 2011", sostuvo, al tiempo que acusó a la oposición de pretender "derogarnos los sueños".

Sorpresivamente, la Presidenta había encontrado en Daniel Scioli a su mejor intérprete. El gobernador, quien sueña con ser ungido heredero, se preguntó "de qué habla la oposición cuando promete derogar leyes" y se diferenció de los postulantes opositores en que él busca "la superación sobre lo avanzado". No obstante, su identificación con la Presidenta no pudo ser total: repitió más de una vez la palabra "consenso", un término que no figura en el diccionario cristinista.