Fíjense: el miércoles la señora se levantó de mal genio y le ordenó a Sabbatella que volviera a arremeter contra Clarín, que, como se sabe, es una especie de engendro diabólico. Ese mismo día alguien lo fue a apretar a Marcelo Longobardi: nada importante, lo fajaron un ratito y le afanaron lo que llevaba encima, como para que no se olvide de que pertenecer a la banda de Magnetto tiene sus privilegios. Y anteayer, la apoteosis: lanzamos el Indec del rating y anunciamos que nuestra TV Digital Abierta va a incluir el canal oficial ruso del presidente Putin, una suerte de Madre Teresa de la libertad de expresión.
Por una regla no escrita, pero de la que Cristina jamás se aparta, las cosas importantes tienen que hacerlas tipos menores. Como para que se note que es la única capaz de escribir derecho sobre renglones torcidos. Para pelearse con Estados Unidos, Míster Alicate Timerman; para administrar el tsunami financiero, Vanoli, que no es un plan B, o C, sino S o T; para ser la voz matutina del Gobierno ante los medios, Capitanich, al que le está vedado -la naturaleza a veces es cruel- decir cosas mínimamente comprensibles; para enfrentar a los buitres, Kicillof , pequeñín y bizarro en su lucha contra el capitalismo universal, y para aplastar al monstruo de Clarín, Sabbatella, al que le alivianaron la tarea: de pensar se iban a ocupar otros; él tenía que obedecer. Esta semana dijo -le hicieron decir- que el plan de adecuación del Grupo es horrible y que la cosa se resolverá pegando un golpe sobre la mesa. Sabbita, un soldado, aprieta el puño, pega y disfruta: "¡Voy a volver a salir en la tapa!"
Lo de Longobardi está más que justificado. No sé quiénes fueron, pero marche ahí una ronda de planes sociales. El drama no es que este pibe nos viva criticando, sino que conduzca el programa más escuchado de la radio. En el pase que hace con Lanata, a mitad de mañana, Mitre directamente estalla. Es una sintonía golpista intolerable. Además, cerquita en el dial está Víctor Hugo, o lo que queda de él, hundiéndose en el rating. Su caída es sorprendente: yo pensaba que defender todos los días a Boudou, negar que suban los precios y darle micrófono a Débora Giorgi era una fórmula imbatible.
Claro que lo del rating es relativo, cosa que se va a comprobar ahora con el sistema de mediciones audiovisuales creado por Cristina. Qué maravilla: por fin 6,7,8 va a dar más que Tinelli, quedará demostrado el fracaso de PPT los domingos y las cadenas de la señora harán añicos las cifras de Argentina-Alemania en la final del Mundial. Tardamos tanto en parir el nuevo sistema que llegué a pensar que truchar los números de la radio y la TV era un laburo complicado.
Algunos dijeron que Cris estaba preocupada por la baja medición de los medios del Gobierno. No es cierto. Ella sabe que cada vez que habla Barone el país se para. El problema es otro. Hoy el rating está en manos de Ibope, una oscura empresa privada. La señora quería más transparencia. Menos Ibope y más Guillermo Moreno, menos Ibope y más Sabbatella, menos Ibope y más su hijo Máximo, un experto en pantallas.
Como les dije, la cumbre de la semana fue la teleconferencia de Cristina y Putin para anunciar el intercambio de canales. Diría que se trató también de un riquísimo intercambio de estilos y culturas. En Santa Cruz, la Presidenta, exultante, rodeada de una fervorosa multitud. En Moscú, la sobria soledad de un Putin al que, detrás de cámara, un asistente trataba de mantener despierto. ¿Aburrido? ¿Sorprendido por el folklórico despliegue en estas pampas? Yo diría que sobre los hombros del viejo espía de la KGB pesaba la responsabilidad del momento histórico. La llegada a Rusia del canal público argentino ha disparado la venta de aparatos de televisión. Incrédula, la gente se pregunta si es verdad que va a poder seguir en vivo los discursos de la señora.
Lo mismo acá. Russia Today es un canal con nombre gringo pero impronta antiimperialista que hará las delicias de grandes y chicos. Los argentinos nos hartamos de Games of Thrones, House of Cards y del Barcelona de Messi. Queremos ver telenovelas rusas y partidos del Spartak. Basta de París, Londres o Nueva York. Queremos Moscú. Basta de NBA y Obama. Queremos hockey sobre hielo y Putin, mucho Putin.
Reporteros sin Fronteras y otras ONG acusan al presidente de Rusia de perseguir a periodistas y silenciar medios. Hasta responsabilizan a su gobierno por la muerte de Anna Politkovskaya, una periodista muy crítica de Putin. Ya ven: no son pocos pergaminos. Alguien tan adelantado en la carrera contra el monopolio informativo tendrá mucho para enseñarnos. Qué fiesta prender la televisión y poder ver una clase magistral de Putin sobre democracia y derechos humanos. En reciprocidad, Cristina les va a explicar a los rusos cómo funciona el mundo.
La semana pasada se lo explicó en el Vaticano a Francisco, que después de fumársela durante más de dos horas sin decir una palabra creía haber hecho mérito suficiente para ganar el Nobel de la Paz.