Ninguno de los candidatos de ese sector desea que, por imponderables, aquel calendario sufra alguna modificación. Todos necesitan del recorrido hasta las primarias para consolidar postulantes y articular alianzas. Pero la realidad les estaría aconsejando no aguardar de brazos cruzados. Ni suponer que el poder llegará a sus manos sólo por obra de una decantación.
El acuerdo entre Sergio Massa, líder del Frente Renovador, y el senador radical Gerardo Morales, encerró buena parte de aquellas exigencias. Intenta romper también con cierta abulia instalada en la vereda de la oposición. Ese estado de cosas tendría una explicación: Cristina Fernández sigue manejando resortes institucionales clave, como la mayoría en el Congreso. Ello le ha permitido recuperar una iniciativa que había extraviado a comienzos de año, cuando los apremios económicos y la divulgación de hechos de corrupción parecían tenderle un cerco.
La economía continúa en un tobogán pero la reanimación del relato, bajo el lema “Patria o buitres”, logró reponer a la dama en el centro de la escena nacional.
El pacto entre Massa y Morales promete tener una onda expansiva amplia, aunque habría sido urdida por el ex intendente de Tigre con un objetivo inicial: zamarrear el amesetamiento electoral que, según la mayoría de las encuestas, lo seguiría exhibiendo como el candidato con mejor intención de voto. Aunque con Daniel Scioli y Mauricio Macri pisándole los talones.
A esta altura, parece claro que el gobernador de Buenos Aires estaría dispuesto a cimentar su candidatura con un ensayo de laboratorio. Buscaría combinar dosis del ultracristinismo con el PJ. En la cita del último fin de semana en Tandil –donde convergieron camporistas, pejotistas y pejocamporista–Scioli se encargó de exaltar a Máximo Kirchner, a su organización, y a Martín Sabbatella, titular de la AFSCA (que debe aplicar la ley de medios) y patrón de Nuevo Encuentro. El mandatario se mostró permeable, como es su hábito, a todas las sugerencias. Aquellas que impulsaron a Cristina, por caso, como posible candidata a diputada o mandataria por Buenos Aires en el 2015. Una humorada, con certeza, de los que viven políticamente colgados de sus faldas. No podrá decirse lo mismo sobre las insinuaciones para gobernar la provincia de Diego Bossio, el titular de la ANSeS, o Julián Dominguez, el presidente de la Cámara de Diputados. Aunque en esa grilla existe un verdadero amontonamiento. Massa se apuró a hacer lo que hizo el lunes (la foto con Morales) pensando más en Macri que en Scioli. Del pejotismo difícilmente obtenga algo. Como, de la misma manera, el gobernador de Buenos Aires tendrá escollos insalvables si en algún momento imagina la construcción de una fuerza transversal.
Morales había hablado con el jefe porteño antes de la cena que mantuvo con Massa, con el diputado tucumano de la UCR, José Cano y con el jefe de campaña del candidato del FR, Juan José Alvarez. Pero al senador de la UCR le quedó un sabor ingrato luego de aquella conversación con el líder del PRO. “Demasiadas alusiones a la tercera vía. Como si los radicales fuésemos una peste”, comentó uno de los laderos del senador. Antes habían sucedido otras cosas, simbólicas pero martirizantes. Macri insistió en La Rioja con una posible postulación de Ramón Díaz, el ex DT de River. Esa idea todavía no murió. En la provincia de los Menem está expectante el radical Julio Martínez. Morales se enteró, además, de alguna fugaz picardía macrista con Ariel Ortega, el “burrito”, jujeño y ex jugador de River. “Eso es bajarle el precio a la política”, bramaron los radicales de ese extremo norte.
Macri no ha descartado, de modo definitivo, alguna unión con el radicalismo. De hecho, hizo un pacto triunfal, pero pequeño, para ganar la intendencia de Marcos Juárez, en Córdoba. Sabe que Gabriela Michetti tiene siempre los puentes tendidos con Elisa Carrió. Y hay intermediarios que conversan con Ernesto Sanz, que lanzó a estadio lleno la semana pasada otra de las candidaturas de UNEN. Pero el crecimiento por goteo que el jefe porteño cree advertir en las encuestas nacionales lo llevó a aletargar su ritmo y sus compromisos con dirigentes del partido de Hipólito Yrigoyen.
El acuerdo de Morales con Massa clavó otra espina dolorosa en el Frente Amplio y UNEN. Su ambición de pelear la gobernación contra Eduardo Fellner y la piquetera Milagro Sala (respaldada por los K) lo indujo a respaldar la candidatura presidencial del diputado del FR. Y causó el disgusto de Julio Cobos y Hermes Binner. El radical de Mendoza y el socialista resolvieron hacer una sociedad cuando la coalición empezó a tener un coqueteo con el macrismo. No advirtieron algo: hay varios dirigentes de la UCR con poder territorial y chances de disputar gobernaciones. Para eso requerirían de un fuerte anclaje político con un candidato a presidente ya en carrera. Esperar hasta las primarias, para ellos, resultaría quizás aventurado.
Massa encadenó su primer eslabón con Morales por una razón sencilla. No representa a una de las provincias grandes pero es uno de los dos legisladores de mayor peso público que posee el radicalismo. El otro es Sanz. El aspirante del FR conjeturaría que ese arranque podría tener, en meses venideros, un efecto cascada. El diputado Cano, en Tucumán, también pretende reemplazar el reinado de José Alperovich. Habrá que aguardar ahora la movida de los otros actores. De Macri y de UNEN, en especial.