La confirmación en segunda instancia judicial de uno de los dos procesamientos con que, por el momento, cuenta el vicepresidente de la Nación, y que lo pone más cerca del juicio oral, es otro hecho gravísimo que el Gobierno se ve obligado a seguir silenciando. No le queda otra salida que ocultarlo. El hecho de que Boudou haya llegado a la vicepresidencia de la Nación es producto de la apuesta solitaria, antojadiza e inconsulta de la jefa del Estado. Cristina Kirchner lo ha ungido en medio de un secretismo férreo. Boudou es su propia obra y no acepta ni aceptará el enorme peso de las consecuencias de su error.
Ya no se trata de un solitario juez de primera instancia que tiene sospechas fundadas sobre las actividades ilícitas del vicepresidente. A ese magistrado, Claudio Bonadio, la sala II de la Cámara Federal acaba de darle la razón por unanimidad. Los camaristas Horacio Cattani, Martín Irurzun y Eduardo Farah centraron sus fundamentos en la prueba recolectada por Bonadio y en la constatación de la falsificación de documento público en la que habría incurrido Boudou al inscribir un vehículo de su propiedad con un formulario y un domicilio falsos, un motor que no era el original, sin la verificación policial y una fecha adulterada con el objetivo de evitar tener que pagar la mitad del valor de ese bien a su ex esposa.
Un día antes de que la Cámara ratificara ese procesamiento, Boudou debió concurrir a los tribunales de Comodoro Py para registrar sus huellas dactilares y para que le realizaran un estudio socioambiental. Si bien se trata de un trámite habitual que realizan todos los procesados cuando la causa en la que están involucrados se encamina hacia el juicio oral, en el caso de un dirigente político de la envergadura del vicepresidente, es una mácula inexplicable y harto vergonzosa.
Las comprobaciones judiciales referidas a Boudou lo acercan cada vez más a las puertas de la cárcel. El vicepresidente podrá ampararse temporariamente en sus fueros en caso de que ello suceda, pero, tarde o temprano, deberá rendir cuentas de sus actos, especialmente de cómo ha hecho uso de sus cargos públicos para beneficio personal y de sus numerosos allegados, a quienes premió y premia con trabajos estatales.
En vez de admitir su rotundo fracaso, Cristina Kirchner sigue generando cortinas de humo en las que se marea, contradice y confunde cada vez más. Esta semana ha dado pruebas de esa turbación que la lleva a huir para adelante y a cualquier costo: denunció un complot interno y externo para voltear a su gobierno y llegó a insinuar que, si algo le pasa, será culpa de Barack Obama. Semejante nivel de enajenación no halla otra explicación que no sea desviar la atención de otros temas acuciantes para la población como la inseguridad creciente, la caída continua del consumo y de la industria, la desbocada inflación, la destrucción sistemática de fuentes laborales y la aberración de haber impuesto, sin el necesario consenso de la mayor parte de la sociedad, una reforma civil y comercial que habrá de regir la vida de todos y por varias generaciones.
En medio de ese escándalo cotidiano al que nos tiene infelizmente acostumbrados el kirchnerismo, Boudou sigue sumando huellas y no sólo dactilares. Ayer, un juez uruguayo pidió extraditar a ese país a Alejandro Vandenbroele, supuesto testaferro del vicepresidente, investigado en Uruguay por lavado de dinero, luego de que inyectara fondos desde una sociedad para salvar a la quebrada imprenta Ciccone, finalmente estatizada por el gobierno de nuestro país.
Otro ejemplo del grado de absurdo al que llegamos los argentinos es el caso de Leonardo Fariña, confeso valijero, luego arrepentido, del empresario Lázaro Báez, cercano al matrimonio Kirchner. Hoy Fariña está preso, acusado de evasión fiscal e investigado por lavado de dinero. Para cobrarse sus deudas con el fisco, la AFIP le remató una suntuosa camioneta. El comprador, que pagó por ella 644.000 pesos, es un monotributista inscripto en la categoría D, con ingresos declarados de 8000 pesos mensuales.
Los ejemplos sobran. Sacando provecho de una sociedad evidentemente aturdida frente a tantos disparates, escándalos y atropellos, hay otros dirigentes que no reparan en utilizar hasta la imagen del Papa para hacer política doméstica. Vaya como simple muestra el reciente caso del senador Diego Santilli (Pro, Capital), que también dejó sus huellas con una serie de tuits invitando a ganar entradas para el clásico River-Boca, para lo cual los interesados deben compartir en la red la foto en la que se lo ve junto a Francisco, sosteniendo una bandera con la leyenda "Juguemos por la paz". Los vicios del clientelismo prebendario llegaron a Internet.
Son situaciones que avergüenzan, como también nos insultan y atacan de lleno a la República las maniobras del oficialismo por seguir protegiendo a Boudou, un funcionario que, como ya hemos dicho en reiteradas oportunidades, nunca debió haber llegado a ocupar tan alta investidura.