La Comisión de Emergencia Agropecuaria de la Provincia de Buenos Aires volvió a ampliar ayer la nómina de localidades declaradas en estado de emergencia o desastre agropecuario debido a las inundaciones que ya afectan, con diferente intensidad, a la mitad de la provincia.
Son ahora 64 las localidades que se encuentran en este estado, con un beneficio,que fue catalogado como homeopático, según lo calificó el secretario de Coordinación de Federación Agraria, Jorge Solmi.
La declaración de emergencia habilita la prórroga del impuesto Inmobiliario Rural, de la Tasa de Red Vial municipal y de los créditos del Banco Provincia mientras que a los declarados en desastre se los exime de esos tributos y se les otorga una baja en la tasa de interés de los préstamos.
Junto con la inclusión de nuevas zonas, las autoridades provinciales decidieron ampliar las declaraciones de emergencia y desastre de localidades ya incluidas en la nómina. Muchas, inclusive, mantendrán ese status hasta fin de año.
Según consta en el acta firmada ayer en el seno del Ministerio de Asuntos agrarios de la Provincia, la medida se tomó atento a la nueva incurrencia de lluvias que no han permitido el mejoramiento sustancial de los departamentos declarados a la fecha en Emergencia y/o desastre por inundaciones.
Se estima que casi el 50% del área provincial está afectada por excesos de agua, lo que tendrá consecuencias en el entramado productivo.
Poco menos del 35% del ganado vacuno nacional se encuentra en la provincia, según los números que maneja la Sociedad Rural Argentina. De ese total, unas 3 millones de cabezas pertenecen a la categoría vacas, es decir, las madres de los próximos terneros que deberían entrar en producción.
Otro de los focos de atención está puesto en la producción de trigo. Es que las lluvias pusieron debajo del agua a un tercio de la superficie sembrada, con lo que el impacto podría alcanzar al 30% de la cosecha del cereal. Pese a que las entidades y los especialistas evitan arriesgar pronósticos más ajustados sobre los resultados, el impacto, a estas alturas, es innegable.
Mientras el agua no baja, sube el malestar de los productores, que empiezan a concretar las primeras protestas. Las inundaciones colmaron el vaso, tras la baja del precio de los granos.