Para el año 2050, el crecimiento de la población mundial exigirá aumentar la producción de alimentos alrededor de un 70% a partir de sistemas agrícolas sustentables que generen un impacto positivo tanto a nivel económico como ambiental. La clave es evitar la expansión de la superficie cultivada y utilizar tecnologías de procesos y prácticas de manejo que ayuden a mejorar el rendimiento del maíz.
“En la Argentina, los rendimientos reales se ubican en el 55% y, de acuerdo con el agua disponible por precipitaciones, los rendimientos potenciales podrían aumentar en un 30%, lo cual significaría un incremento de nueve millones de toneladas de maíz”, especificó Fernando Andrade, coordinador nacional del Área Estratégica de Ecofisiología Vegetal de INTA, en el marco de Maizar 2014.
En esa línea, el ambientalista británico, Mark Lynas, señaló que el desafío para el año 2050 “será producir alimentos en un contexto de cambio climático sin aumentar la superficie en producción ni alternar la evolución natural de los ecosistemas” y que eso podría resumirse en una acción concreta: “intensificación sustentable de la agricultura”.
Andrade destacó que la superficie global cultivada es de 15 millones de kilómetros cuadrados y que esa extensión podía duplicarse, aunque indicó que no era conveniente desde el punto de vista ambiental. En consecuencia, remarcó la necesidad de “aumentar la producción por unidad de superficie y, en particular, de cerrar las brechas de producción antes que aumentar los techos de producción”.
“Si lleváramos la superficie en producción a escala mundial al promedio de rendimiento a través del cierre de las brechas productivas, podrían obtenerse 175 millones de toneladas más de maíz”, acentuó el especialista de INTA Balcarce –Buenos Aires–. Además, aunque la cifra está sujeta a variaciones, se estima que la producción mundial de granos deberá aumentar entre un 66 y un 70% para satisfacer la dieta de toda la población en el futuro.
Claves de eficiencia
Desde el INTA, Andrade dijo que se trabaja en el diseño de un paquete de manejo tecnológico que apunta a incrementar el rendimiento de cada cultivo en función de sus condiciones productivas específicas. Entre las técnicas recomendadas, se destacan el cultivo de baja densidad, el atraso de la fecha de siembra, el uso de híbridos estables y la regulación de la distancia entre hileras.
“Si tenemos que aumentar la producción y el cuidado ambiental, necesitamos muchas tecnologías pero, sobre todo, tecnologías de conocimiento”, explicó el especialista al tiempo que Mark Lynes agregó: “la siembra directa es una tecnología clave para la producción agrícola y tiene un impacto ambiental muy valioso”.
Por su parte, el director regional del Instituto Internacional de Nutrición Vegetal –IPNI–, Fernando García, observó que el manejo adecuado de nutrientes permite mejorar la eficiencia productiva, económica y ambiental y reducir la brecha de rendimiento en cada productor. Además, aseguró que el objetivo es “trabajar mejor lo que ya se trabaja” en pos de contribuir con la seguridad alimentaria de los países incluidos en el organismo como Argentina, Bolivia y Paraguay.
Por último, Andrade dijo que los pequeños productores tenían un aporte importante en la producción de alimentos y que debían comenzar a adoptar principios agroecológicos para sus producciones como rotaciones, cobertura de suelo, reciclaje de nutrientes y, en caso de utilizar insumos, realizar las aplicaciones según las buenas prácticas.