Julio Humberto Grondona murió de un infarto la semana pasada y entonces decenas de dirigentes del fútbol y la política casi lo colocaron en la categoría de estadista. Lo trataron como si fuera un santo. Pero jamás lo fue. Al contrario: siempre pensó, primero, en hacer negocios personales. En transformar una pasión en ventajas particulares. Un mes y medio antes de morir, el fiscal Eduardo Taiano y la jueza María Servini de Cubría lo habían empezado a investigar por el manejo irregular de los fondos del Fútbol para Todos. La denuncia penal la había presentado la legisladora Graciela Ocaña en base a una investigación de La Cornisa TV.
El fiscal y la jueza estaban trabajando para determinar la ruta del dinero G. Es decir: qué hacía Grondona con el dinero que le daba el Estado para repartir entre los clubes por derecho de televisación. Había imputado también a los jefes de gabinete Aníbal Fernández Juan Manuel Abal Medina y Jorge Capitanich. Servini estaba esperando el momento justo para cruzar información entre la AFA y los clubes. Quería averiguar, entre otras cosas, si desde la AFA se sugería a los clubes cobrar los cheques en determinadas cuevas financieras con las que habría un arreglo del que se habría beneficiado Don Julio.
Una de esas cuevas ya había sido observada por la propia AFIP cuando se empezó a investigar casos de evasión vinculada a la transferencia de jugadores de fútbol a clubes considerados fantasmas. Es de esperar que la muerte de Grondona no detenga la investigación. Ocaña había ampliado la denuncia incorporándole el escándalo de la reventa de entradas en Brasil. Los capos de la AFA, incluido su vicepresidente primero Luis Segura, quien ahora reemplaza a Grondona de manera interina, habían vendido entradas, de su propia mano, de manera irregular, en negro, sin recibo, y, por supuesto, con el visto bueno del número uno.
Grondona fue acusado, junto a Joseph Blatter y otros dirigentes de la FIFA, de cobrar coimas para votar a favor de Qatar como sede del Mundial de Fútbol de 2022. Bajo el mandato de Grondona, en Argentina, murieron cientos de personas como consecuencia de la violencia en el fútbol. Grondona manejaba la AFA como si fuera la última monarquía y casi todos los dirigentes del fútbol argentino le temieron hasta el final, y no se animaron a enfrentarlo por temor a que mandaran a sus clubes al descenso. El Padrino nunca le dio voz y menos votos a los miles de clubes afiliados de manera directa e indirecta.
Grondona se transformó en presidente de la AFA en 1979, con la bendición explícita del dictador Jorge Rafael Videla, y jamás dejó de rendirle pleitesía a ningún presidente de la Nación para conseguir su único objetivo: que ningún político se le metiera en los negocios del fútbol que supo conseguir. Al final de su vida, para conseguir el dinero del Fútbol para Todos, tuvo que ir un poco más allá con Néstor Kirchner y Cristina Fernández, aunque no los podía ver ni en figurita. Grondona y su familia montaron parte de un imperio y amasaron una fortuna por fuera de la transparencia mínima requerida.
Grondona estaba vinculado a decenas de empresas que hacían negocios con la AFA, desde agencias de turismo a compañías de seguros. Y no solo Don Julio. También sus hijos y muchos otros familiares. El hecho de que el negocio del futbol en nuestro país se maneje al borde de la ley convirtió al expresidente de la Asociación Fútbol Argentino un vivo del año cero o alguien que podía hacer un asado debajo del agua. Pero de ninguna manera un dirigente digno de ser imitado.
Todo el mundo tiene derecho a expresar sus sentimientos. No tiene nada de malo que decenas de dirigentes y políticos digan que lo van a extrañar. Se supone que la visita para darle el último adiós de la Presidenta y de otras figuras importantes como Lionel Messi responde a la importancia institucional que tenía su cargo. Se puede y se debe ser respetuoso ante la muerte reciente.
Diego Armando Maradona, que, en general dice y hace cosas políticamente incorrectas afirmó que solo iba a mantener un minuto de silencio por los nietos de Grondona. Es obvio que pretendió transmitir que los nietos no son responsables por los pecados que cometen los padres de sus padres. Lo que no se debe hacer nunca es dejarse llevar por la congoja y transformar a un pecador en un santo, porque eso es lo más parecido que hay a una mentira.
Murió Grondona. Que descanse en paz. Ojaláque su sucesor pueda aportar más transparencia y menos corrupción al fútbol argentino.