Se impuso durante la siembra de 2011, a sabiendas de que tendríamos una mala cosecha de soja y maíz. Naturalmente, ello perjudicó nuestro comercio exterior. Todos sabemos que éste es un camino de ida y vuelta: si uno restringe las importaciones, tarde o temprano le comprarán menos y así sucesivamente.
Pero hete aquí que, en 2012, los precios de las commodites argentinas mejoraron, precisamente gracias a la escasez que, entre otros, provocamos nosotros. Así, pasamos un año bastante razonable, todavía ayudados por lo poco que quedaba de crecimiento brasilero.
En 2013, la combinación de precios y cantidades de nuestras exportaciones primarias y agroindustriales, permitió sustentar la formidable reactivación económica vivida hasta el segundo trimestre, previo a las elecciones. Por eso, a mediados del año pasado, todavía se pensaba que el gobierno iba a tener que pagar el Cupón PBI, ya que en el segundo trimestre, gracias a la maquinita de Marcó del Pont y al ingreso de la soja, el Producto creció 5,5% interanual. La industria manufacturera y la construcción volaron y el año terminó con una venta local de autos de más de 960.000 unidades.
Pero el cepo estaba ahí. Y cuando la economía se reactiva, crece el déficit externo del sector manufacturero no agroalimentario y se agudizan las demandas de combustibles, como el gas.
Por esa razón, los dos sectores mercado-internistas (manufactura y construcción) se amesetaron en el tercer trimestre y comenzaron a declinar en el cuarto. Finalmente, no pagamos el Cupón PBI, como hubiera surgido de las cuentas que lleva el Fondo Monetario Internacional y, por ahora, hasta que se revise, el crecimiento del año pasado fue del 2,9%.
La otra cara de este ciclo artificial, se nota en nuestra Balanza de Pagos de 2013, que continuó siendo negativa en el primer trimestre de 2014. Así, en 15 meses, el Banco Central vio evaporar casi MU$S 16.300 de Reservas internacionales. Nuestro comercio de mercancías, que había sido forzado (positivamente) por las “inéditas liberaciones” de Moreno, para vender trigo, maíz y cebada en el primer trimestre de 2013, comenzó a evidenciar, a principios de 2014, la falta de excedentes exportables, producida por la vigencia conjunta de las “siete plagas”, que comentaremos más adelante.
Mientras tanto, sólo el 23% de la pérdida de Reservas se puede adjudicar a pago de intereses y capital de deuda externa. ¿Y la diferencia?. Se reparte en un 69% en Remesas de Utilidades y Dividendos al Exterior y 31% en salida de capitales en la Cuenta Financiera. Obviamente, a muy pocos les interesaba comerciar. La mayor parte del sistema estaba abocada a comprar dólares y fugarlos. Por eso, el amesetamiento y luego la caída de la actividad económica mercado-internista. La plata que sale, no puede estar moviendo la economía.
Según el INDEC, ya en el primer trimestre de 2014, se nota la caída del 0,2% en la actividad económica, motivada entre otros, por la baja del 9% en nuestras exportaciones y la continuidad de la fuga de capitales, que sólo comenzara a revertirse, -al menos en la teoría- en el mes de abril, cuando el Balance de Reservas del Banco Central se tornó positivo por aproximadamente MU$S 1.200. Es difícil proyectar con exactitud el nivel de actividad económica del segundo trimestre, pero a la luz de los números del comercio exterior, no podemos sino ser bastante pesimistas. Se interrumpió la salida “visible” de capitales, pero el comercio siguió en terapia intensiva.
Las “siete plagas” del comercio exterior argentino.
No se puede considerar a la soja-dependencia como una plaga, pero salta a la vista que la hiper-especialización agropecuaria en el yuyo, produce la concentración de las exportaciones en el período abril-octubre y vacía de contenido las ventas de productos primarios y manufacturas agropecuarias, a los meses de noviembre a marzo, generando asfixia financiera. Por esa razón, todo el mundo comenta que La Argentina ha comenzado su reinserción en los mercados de deuda voluntaria, para facilitar el acceso público y privado al crédito internacional, cuando la soja ya ha sido digerida y Brasil flaquea.
A la luz de los números del primer semestre (INDEC), entonces, ¿cuáles son las plagas?..
1. La defensa de la mesa de los argentinos destruyó las exportaciones del complejo agroindustrial no sojero, desde el trigo, maiz y el girasol a los aceites y la carne. Por consiguiente, entre noviembre y abril, no hay qué vender.
2. Particularmente, en 2014, se da una violenta caída de los precios internacionales de nuestros productos exportables agroindustriales, producto de excelentes cosechas, tanto en los Estados Unidos como en el Cono Sur de América Latina. Ejemplos, para el segundo trimestre, son la baja del 13% en el precio de los aceites, del 19% en el del maíz y de casi el 10% en el del biodiesel, rubro en el cual la reacción del gobierno a su equivocada política anterior, fue muy tardía.
3. La permanencia de un déficit en la balanza exterior de combustibles y energía, que prácticamente alcanza los MU$S 3.200 en el primer semestre, con una suba interanual superior al 7%. Ello se corresponde con la pésima política oficial, que no ha logrado ser corregida por YPF, y se ha visto agravada, -por ejemplo en el mes de junio-, con la suba de los precios internacionales que, para el caso argentino, implica una suba interanual del 10% en el rubro combustibles y lubricantes. Estábamos mal y vamos peor, ya que también las cantidades exportadas, del mismo rubro, bajaron 6%.
4. Al no revertirse la salida de capitales, pese a los esfuerzos de reinserción internacional efectuados hasta el 16 de junio, cuando la Corte Suprema de los EE.UU. nos dio nalgadas, no hay plata para importar. No se aprovecha la baja tasa de interés internacional, que contrasta con los elevados costos financieros locales. Por ende, la baja de las importaciones, que afecta sustantivamente a la industria, es del 8% en el semestre. Como se ve, al cepo lo tiraron “para que salga taba y salió … “. Para colmo, de la baja total de las importaciones, afectamos en un 64% a nuestro socio y vecino Brasil que, dicho sea de paso, no la está pasando muy bien en su nivel de actividad económica. Se dice que apenas crecerá 1%, en 2014 y mejor no hacer hipótesis para 2015, ya que al nerviosismo económico y futbolístico, se les agrega la incertidumbre política.
5. La quinta plaga ya fue insinuada en el punto anterior: Brasil, a quien le exportamos 13% menos. Los productos primarios caen 32% y los autos 17%. La baja en dólares, de las ventas de autos, es virtualmente igual a la disminución en las ventas de MOI (Manufacturas de Origen Industrial). Dicho en dos palabras, de la caída de nuestras expo MOI, 61% son autos y de esa caída, Brasil es prácticamente el destino excluyente. ¿Cómo se arregla esto con dos economías friiiiiiias?.
6. La demora en la recolección de la soja de segunda y de los maíces tardíos, que no puede ser atribuida a una mala política oficial y que, en el fondo, revierte en una “ayuda”, para una eventual recuperación de la economía, si la hubiera, y no entramos en default, desde el mes de septiembre hasta fin de año. Recuperación que, en el caso agropecuario, no ha recibido ninguna ayuda: las Retenciones están ahí, siguen los ROEs, el trigo no se puede exportar y la corrección tardía para el negocio del biodiesel no favorece mucho el perfil netamente exportador con el cual fue construida dicha industria, que sigue con elevados niveles de capacidad ociosa. YPF necesita “corte” barato.
7. Si bien tres de las plagas mencionadas no son estrictamente producto de la política local, las otras tres son desaciertos mayúsculos, de los cuales tardaremos en salir y, más aún, si se nos ocurre desengancharnos de los mercados internacionales de capitales. Por eso la séptima y principal plaga es, no sólo la imprevisión en materia de política económica local sino la envidiable habilidad para tropezar varias veces con la misma piedra.
Por Lic. Jorge Ingaramo
Fuente: Años de Campo