La restricción externa sigue marcándole la cancha a una economía argentina cada vez más sedienta de dólares. Entre enero y mayo de este año, las ventas argentinas al exterior cayeron 12%. La menor demanda desde Brasil, la crisis que enfrenta el sector automotor, la incertidumbre en torno a lo que ocurrirá con el dólar, la suba de costos y la falta de inversiones fueron erosionando uno de los pilares sobre los que se sustentaba el ciclo económico del kirchnerismo. Si bien se espera que en los próximos dos meses se incremente la comercialización de soja y aporte más divisas a la balanza, no sería suficiente para revertir la tendencia. Los pronósticos privados muestran que las ventas caerían en torno al 4% este año, lo que llevaría a un superávit comercial a un monto de entre US$6.500 y 7.000 millones, el más bajo desde 2001, cuando había sido de US$6.223 millones.
“Este año tuvimos caída en casi todos los rubros”, resume Mauricio Claverí, economista de abeceb.com. Industria, biocombustibles, energía y una salida moderada de la cosecha le restaron dólares a la balanza comercial. La instauración del cepo al dólar reforzó la tendencia de los productores a acopiar la cosecha con la expectativa de que, cuanto más aguanten, más alto estará el dólar y más ingresos podrán conseguir. Este año, ese comportamiento tuvo un condimento extra: la pulseada con los fondos buitre y la posibilidad –escasa– de que la Argentina entre en default también jugaron para que los chacareros se sienten sobre los silobolsas.
En las últimas semanas, el derrumbe de los precios internacionales de la soja vino a sembrar cizaña. En un mes, la oleaginosa perdió el 10% de su valor. La certeza de que Estados Unidos tendrá una buena cosecha golpeó sobre el mercado de Chicago: la tonelada pasó de US$535 a US$488. La tendencia descendente continúa: a futuro, el precio se negocia en US$400. Aparece así un incentivo para que los productores se desprendan de lo que queda de la cosecha entre julio y agosto. “Hasta agosto debería notarse un aumento sensible de las exportaciones agrícolas. Hacia adelante es probable que haya un dólar más caro, pero con soja más barata”, dice Claverí.
En este punto, los buitres meten el pico. “A fin de mes vamos a saber qué va a pasar con la deuda. Los escenarios son muy distintos. Llegar a un acuerdo daría más aire, persistiría la baja del riesgo país, podría haber algún tipo de crédito y de a poco podrían llegar las inversiones. En cambio, si hubiera default, la caída de la economía sería muy fuerte, la recesión generaría depreciación de costos internos y subiría el tipo de cambio”, resume el economista de abeceb.com.
Para la consultora DNI, el derrape de las exportaciones se alimenta de la inestabilidad que genera la inflación, la fragilidad y el estrés cambiario, la escasez y el encarecimiento del crédito, las fuertes regulaciones que afectan a la producción y al comercio, la alta presión tributaria y los problemas de infraestructura, entre otros temas.
“La mayor parte de las manufacturas perdieron competitividad. Son pocos los sectores a los que la devaluación les permitió un desahogo y un repunte de corto plazo, como paso con la producción vitivinícola”, señala Claverí.
Sin embargo, las complicaciones que enfrenta el comercio exterior van más allá del efecto de la coyuntura. Claverí apunta que uno de los problemas principales es la “enorme concentración de las exportaciones. Cada vez hay más dependencia de la soja”.
El pronóstico de abeceb.com es que las exportaciones caerán 4% en 2014, hasta alcanzar los US$77.500 millones. “Parece bastante optimista, dado que vienen cayendo 12%, pero creemos que eso ocurre porque todavía la mayor parte de la cosecha no se vendió”. En base a esos datos, según la consultora, el saldo comercial de 2014 oscilaría entre US$6.500 y US$7.000 millones. “Claramente, este nivel de superávit es insuficiente para las necesidades de dólares que tiene el país. Si la situación de la deuda se normaliza, entonces ese saldo podría alcanzar. Pero si no hay acuerdo, el saldo no alcanzará a compensar la caída del ritmo de la inversión y la salida de divisas”, indica Claverí.
Según abeceb.com, las importaciones también bajarían 4%, por el efecto del control sobre las compras al exterior para limitar la salida de divisas.
“La Argentina ha pedido muchísima competitividad por todas las barreras comerciales que se generaron en respuesta a las trabas a las importaciones y por los efectos negativos que implicaron las políticas del Gobierno”, señala Maximiliano Castillo Carillo, de la consultora ACM. “A corto plazo hay algunos factores coyunturales que no están ayudando, como por ejemplo Brasil, y en el caso del trigo, las bajas exportaciones de este año”. La proyección de ACM es que las exportaciones sumarán US$77.000 millones en 2014. Así, el saldo sería de US$7.000 millones, “con sesgo a la baja”, dice Castillo.
Como si la situación no fuera compleja de por sí, las dudas que se generan en torno a los datos que proporciona el INDEC sobre el comercio exterior acrecientan la incertidumbre. En enero de este año, el organismo informó que el superávit de 2013 había sido de US$9.024 millones. Meses después, corrigió el dato y lo llevó a US$8.005 millones, y les recortó US$1.356 millones a las exportaciones hasta dejarlas en US$81.660 millones. Pero los economistas privados advirtieron que había inconsistencias entre estos datos y los de la base de usuarios del organismo, donde se registran exportaciones por tan sólo US$74.000 millones.
En base a este último dato, Lorenzo Sigaut Gravina, de Ecolatina, dice que su proyección para este año es que las exportaciones crezcan levemente y lleguen a los US$76.000 millones. En cuanto a las importaciones, estima que bajarán de los US$74.000 millones del año pasado a US$71.000 millones. “Con esas cifras, el año pasado el superávit fue cero. Así se entiende por qué las reservas cayeron US$13.000 millones en 2013. El superávit de este año sería de US$5.000 millones y las reservas esta vez bajarían US$6.000 millones, para cerrar en US$25.600 millones”.