“Será muy difícil convivir con esa situación. Es una desventaja para cualquiera de nosotros”, confesó, en reserva estricta, uno de los seis postulantes que buscan convertirse en herederos de la Presidenta.
La mandataria continúa, como el vicepresidente, atrincherada. No ha mencionado el conflicto en ninguna de sus dos apariciones públicas de esta semana. Tampoco activó la cuenta de twitter. Aunque fue difícil no hacer alguna asociación con una referencia que desgranó ayer a la mañana al recordar otro aniversario de la muerte del ex presidente Juan Perón. Su recordatorio incluyó esta vez también a la figura de Hipólito Yrigoyen, de cuyo deceso se cumplen mañana 81 años. Cristina aprovechó la oportunidad para criticar al Poder Judicial por haber convalidado la doctrina de los golpes de Estado. Tanto Perón como Yrigoyen debieron abandonar el poder por asonadas militares. Recordó que el ex presidente peronista fue perseguido con todo tipo de acusaciones como la de “estupro” o de poseer “cuentas bancarias en Suiza”.
“Ustedes chicos, deberían saber bien estas cosas”, les dijo a los dirigentes de La Cámpora y a militantes juveniles que ocuparon el Salón de la Mujer de la Casa Rosada. Se supone que esos dirigentes, grandecitos ellos, deberían saber esas cosas y muchas más, sin necesidad de ninguna lección presidencial. La parábola sonó enfilada al escándalo Ciccone y a la situación de Boudou. Aunque parezca un auténtico despropósit o intentar asimilar, en cualquier plano, el recuerdo del tres veces ex presidente con las presentes andanzas de su vice.
Lo cierto es que, hacia afuera, el kirchnerismo ha decidido blindar su mensaje con silencio o con un relato dirigido a señalar que Boudou podría estar siendo víctima de una persecución. La pareja del vice, Agustina Kampfer, habló del “fallo alquilado” de Lijo. Quizá porque su apellido podría quedar comprometido en las investigaciones que realizó y realiza el magistrado sobre Ciccone. Además, por la causa de enriquecimiento ilícito.
Los candidatos K, en ese sentido, parecen en una carrera despareja con los de la oposición. Las únicas voces cercanas al poder que se atrevieron salir a la palestra lo hicieron con moderación. Aunque quisieron marcar alguna diferencia con aquellos refugiados hasta hoy en el mutismo. Jorge Taiana señaló que “es bueno que la Justicia actúe y que la responsabilidad caiga sobre quien tenga que caer”. Julián Domínguez, el titular de la Cámara de Diputados, también afirmó que se debe dejar trabajar a la Justicia. Ninguno de los dos quiso opinar sobre la situación política de Boudou.
Tal vez el mayor dilema sea para Daniel Scioli. El Frente Renovador de Sergio Massa, la coalición del Frente Amplio y UNEN, el PRO y la izquierda están reclamando la posibilidad de plantear un juicio político al vicepresidente en el Congreso. Una declaración de buenas intenciones, según parece, antes que un objetivo posible de ser cumplido. La Comisión de Juicio Político está manejada por el kirchnerismo y se desconoce alguna actividad en los últimos tres años. El oficialismo conserva, además, mayorías aún sólidas en ambas Cámaras.
Aquella comisión fue rearmada en diciembre cuando Cristina realizó otro movimiento previsor en torno al futuro de Boudou: designó como presidente provisional del Senado al radical K, Gerardo Zamora, en reemplazo de Beatriz Rojkés. En la nómina de supuestos enjuiciadores se advierte una clara mayoría de inclaudicables a la Presidenta (Eduardo De Pedro, Juan Cabandié, Andrés Larroque, Carlos Kunkel y el senador Aníbal Fernández, entre muchos). Sin hombres afines a gobernadores ni posibles pretendientes a la sucesión.
Cerca del gobernador de Buenos Aires, sin embargo, alguien se animó a romper el fuego.
José Pampuro, ex presidente provisional del Senado, opinó que no sería bueno para la institucionalidad que Boudou presida de ahora en más las sesiones del Senado.
“Debería liberar ese sillón y pedir una licencia hasta que aclare su situación”, cerró el actual vicepresidente del Banco Provincia. La de Pampuro no fue una declaración circunstancial.
Lo hizo a través de un texto escrito.
Como para evitar cualquier desliz en la utilización de las palabras. ¿Pudo haberlo realizado sin el consentimiento de Scioli? ¿O resultó una maniobra urdida para no regalarle el pleito a los rivales de la oposición, sobre todo dentro del espacio peronista?
Los legisladores kirchneristas no quieren pensar lo que puede esperarles. Si Boudou no saliera de la escena, por una licencia o alguna otra treta política, deberían verse sometidos a una constante presión opositora. En el Senado, con seguridad, resultaría peor que en Diputados. ¿Podrá el vicepresidente cumplir esas funciones sin levantar polvareda política? ¿Podrá ser, del mismo modo, el reemplazante natural cada vez que Cristina se ausente en el exterior? La primera prueba está a la vuelta de la esquina: la Presidenta debe participar el martes próximo de la cumbre del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que se celebrará en Fortaleza. Ese mismo día Boudou debería comparecer ante el juez Claudio Bonadio, en una causa por falsificación de documentación pública. Si para cumplir, el vice debiera recurrir a los recaudos que adoptó en Panamá, la salud del Gobierno y de las instituciones no saldría favorecida. Su tránsito por suelo panameño apenas contó con el registro fotográfico. Estuvo custodiado para evitar cualquier contacto con gente –en especial los periodistas– que no tuviera estricta relación con sus obligaciones de protocolo.
El problema no quedaría circunscripto al procesamiento de Boudou. Este caso, entre varios que embreta al kirchnerismo, instalaría la corrupción como eje de la agenda pública. Julio Cobos está fogoneando la propuesta de constituir una “Conadep de la corrupción”. Massa impulsa la idea de declarar los delitos de corrupción como si se trataran de “lesa humanidad”.
Es decir, que no prescriban nunca.
Francisco, el Papa, acaba de decir que la política está devastada por la corrupción. Refirió al mundo.
Pero repiqueteó en la Argentina.