La semana pasada la soja logró recuperarse en buena parte y superar el precio de $2.500 en el mercado disponible.

A consecuencia de ello, la plaza tuvo un interesante movimiento dado que la oferta decidió aparecer con el fin de concretar operaciones postergadas en los días previos.

Según las estimaciones del Ministerio de Agricultura, en lo que hace a esta campaña, hasta el día 18 de junio pasado, se habrían realizado negocios por un volumen final de 23,60 millones de toneladas.

Al tomar la proporción sobre una producción esperada de aproximadamente 55 millones, tenemos que un 42% ha sido comercializado.

Veamos el cuadro:

Es cierto que el cuadro muestra un volumen de producción superior a 50 millones de toneladas. Y es posible que no se logre superar tal número, al menos de forma sustancial. Pero, suponiendo que ello sea así, tendríamos que casi un 60 % de la cosecha aún no se ha comercializado.

La Argentina está, por ello, moderando la baja de los valores internacionales. La demora en las ventas y la política comercial en cuenta gotas ayuda a que los precios se sostengan.

En los últimos meses, los productores fueron vendiendo sólo en la exacta medida de sus necesidades financieras.

Dadas las circunstancias que vive el país, los mercados internacionales temen que la mercadería no fluya con normalidad. Como el país es un importantísimo oferente, el temor se aviva día a día.

De hecho un reporte de Reuter del día 27 de junio alerta respecto a ello.

Textualmente informa que nuestro país como el mayor abastecedor de harina de soja del mundo, una mercadería imprescindible en los países donde la dieta está pasando del arroz hacia la carne de pollo y de cerdo, la incertidumbre económica pone a los importadores en dirección directa a EE.UU.

Las razones son obvias. Es posible que la economía enfrente un nuevo default o, en el mejor de los casos, un cuadro extremadamente crítico con elevadísima escasez de dólares.

No hay que ser demasiado perspicaz para entrever la alta probabilidad de un tipo de cambio en sintonía con este cuadro financiero. La posibilidad de una depreciación de la moneda crece día a día.

Por ello, aún con la perspectiva de precios internacionales en baja, la producción es renuente a desprenderse de mercadería, aún cuando, a mediano plazo, el panorama no resulta alentador en términos de precios.

Los nubarrones que acechan cada vez más a los precios vienen del clima en EE.UU. Las condiciones en las que se está desarrollando la campaña allí se muestran óptimas.

A medida que nos acerquemos a la trilla en el país del norte, el riesgo a la baja de valores irá en ascenso. Es que no sólo habría un alto rinde unitario sino también una mayor superficie.

De hecho, hoy 30 de junio, luego de publicadas las estimaciones del USDA respecto a los stocks al 1 de junio y a la superficie de siembra, los precios iniciaron un acentuado recorrido en baja.

Según el USDA, la superficie será de 1 millón de hectáreas más respecto a lo esperado.

Habrá que tomar decisiones entre el temor a una devaluación -y su consecuente golpe inflacionario- y el temor a una baja en los precios internacionales.

Acá está el dilema…

En tal caso, desempolvar las coberturas parece ser una buena opción.