Los dilemas de Scioli, Massa y Macri- Por Eduardo Van Der Kooy
Se advierten, entre un montón, otro par de aspectos interesantes en la mutante geografía política. Entre los encuestados que se definen como peronistas el 34% apoyaría a Scioli, el 27% a Massa y el 9% a Macri...
Por Clarín. 04/05/2014 | 11:05
Daniel Scioli bascula entre su siempre esforzada diferenciación y el abrazo final del oso a que podría someterlo el cristinismo en la carrera por el 2015. Sergio Massa exprime su imaginación para que nunca termine de deshacerse la espuma social que generó su victoria de octubre en Buenos Aires. Mauricio Macri asegura estar contento porque posee una clientela electoral consistente, que insinúa un crecimiento, pero que no le alcanza todavía para planear una carrera presidencial independiente. Menos cuando el acuerdo del Frente Amplio-UNEN acaba de tender un cerco sobre el espacio político del no peronismo en el cual el jefe porteño también piensa abrevar. Este sería, con pinceladas gruesas, el frondoso e incierto paisaje electoral que existe en la Argentina a un año y medio del epílogo del ciclo de Cristina Fernández.
Un estudio nacional y vasto de una consultora que brinda sus servicios a empresas privadas, apunta datos reveladores de esa actualidad. Tal vez el principal, denotaría la desorientación y la lejanía popular respecto de los postulantes y los comicios. Algo que contrasta con la ansiedad de los políticos y también del periodismo. El 68% de los consultados, por ejemplo, no supo decir categóricamente si las elecciones serán el año próximo. Menos todavía el mes en que deberán emitir su voto.
Una mayoría clara además (el 41%) carece de noción sobre cuál de los tres candidatos que encabezan las preferencias representaría un cambio y una proyección de ideas nuevas para el futuro. Detrás de aquella mayoría asomaría como mejor representante de ese supuesto, Massa con un 32%, luego Macri con un 14% y Scioli con un 12%.
Se advierten, entre un montón, otro par de aspectos interesantes en la mutante geografía política. Entre los encuestados que se definen como peronistas el 34% apoyaría a Scioli, el 27% a Massa y el 9% a Macri. Entre quienes aún manifiestan afinidad con el Gobierno el 37% se inclinaría por Scioli, el 16% por Massa y el 7% por Macri.
Aquel mismo informe, concluido el miércoles último, aportaría otro elemento significativo aunque precario sobre las conjeturas que provoca la irrupción del Frente Amplio-UNEN en la escena electoral. En la hipótesis de una fórmula entre Hermes Binner y Julio Cobos, la suma entre ambos no alcanzaría el total de lo que cada uno obtendría por separado. El laboratorio mostraría una sorpresa con resultado similar en el ensayo del binomio integrado por Macri y Cobos.
Está visto entonces que nadie la tendría fácil. Que la oferta estaría denunciando varias cosas: una fragmentación emparentada con la que caracterizó la elección del 2003; una confusión de identidades sobre todo en el territorio peronista; la permanencia de la profunda crisis del sistema partidario; el fracaso kirchnerista en la pretensión de extenderse con autenticidad después del 2015.
Scioli podría alegrarse, sin dudas, con la cantidad de peronistas que estarían dispuestos a seguirlo. Aunque aquellos que se encolumnarían con Massa tampoco serían para desdeñar. En especial, si se tiene en cuenta que el diputado del Frente Renovador durante este año profundizó su nivel de pelea con el Gobierno. El mayor dilema para el gobernador de Buenos Aires lo representarían ahora aquellos que estarían dispuestos a votarlo por considerarlo un continuador del kirchnerismo. ¿Cómo contenerlos y simultáneamente diferenciarse de los K y de Cristina para hincar en el cuerpo social que resolvió distanciarse para siempre del oficialismo?
¿Cómo representar un hipotético cambio en esas condiciones?
Scioli no encuentra por el momento otro camino que el de un temerario trapecista. El fin de semana pasado asistió al acto del ultrakirchnerismo en el Mercado Central donde Carlos Zannini, el secretario Legal y Técnico, pidió a los militantes que indaguen si los potenciales candidatos están dispuestos a seguir el modelo de Cristina.
¿Alusión al gobernador?
También acompañó a la Presidenta en una ceremonia junto al titular de la CGT K, Antonio Caló. El líder metalúrgico está casi como Scioli. Con un pie cerca del Gobierno pero con el otro enfilado hacia el atisbo de unidad sindical que empujan varios gremios de su sector con el opositor Hugo Moyano.
Para apartarse un poco del kirchnerismo ante la visión pública, el gobernador recurre mucho al marketing. Así podría interpretarse su fotografía junto a Macri en una muestra sobre Francisco, el papa. Aunque su herramienta poderosa apuntaría a lograr resultados sobre la inseguridad en Buenos Aires con la fórmula de la “saturación policial” y la “mano justa pero rígida” que propone su ministro, Alejandro Granados. El intendente de Ezeiza (en uso de licencia) causa escozor entre los K. La semana pasada esos militantes lo instaron al silencio cuando desempolvó la idea de restablecer el servicio militar.
La apuesta para frenar la inseguridad en Buenos Aires debiera tener resultados concretos este año. Así, Scioli podría blandir alguna bandera no bien arranque el 2015.
Pero la gravedad de la situación despierta escepticismo. El delito y la violencia no constituyen un patrimonio del Conurbano. Los crímenes, por diferentes razones, surcan todo el territorio provincial. Junín, con la muerte de una escolar por una salvaje golpiza, sería un reflejo. En ese interior bonaerense cobra fuerza también la instalación de bandas ligadas al narcotráfico. Como siempre se supuso, Buenos Aires no es muy diferente a Santa Fe, aunque la oleada narco en Rosario le haya dado al drama la primera visibilidad.
Scioli enfrenta otros escollos. Su fuerte a futuro estaría en la estructura del PJ. Pero los K han comenzado a trabajar sobre algunos gobernadores. La Cámpora le hizo gestos a Florencio Randazzo. El ministro de Interior y Transporte es uno de los que sondea a mandatarios provinciales.
No le fue mal con Juan Manuel Urtubey. El salteño ya comunicó que apostará a otro período en su provincia. Randazzo pretende competir contra Scioli en las primarias aunque su escala posible sería la gobernación de Buenos Aires.
Aún sorteando esos desafíos, el horizonte de Scioli podría oscurecerse igual si la economía no modifica la tendencia que exhibe en este tiempo. Cayó el mes pasado el último bastión del modelo, el superávit comercial. El dólar administrado, el superávit fiscal, la inflación baja y las reservas elevadas del Banco Central, se rindieron hace rato. Esas variables en regla explicaron el mejor tiempo de Néstor Kirchner. Los otros problemas graves son ahora dos: la caída de la actividad y la inflación. Se ha cumplido un semestre de descenso de la producción industrial (5,9% en marzo).
Eso se llama recesión. La caída incluye a casi todos los rubros tomando la variación interanual: -2,2% para la construcción y el comercio y -1,6% para el transporte. Ese cuadro, antes que el plan de “precios cuidados”, explicaría la atenuación inflacionaria que relata Axel Kicillof. Una inflación que, en el mejor de los casos, nunca estará en el 2014 por debajo del 30%. ¿Podría desmarcarse el gobernador de Buenos Aires de esa declinante realidad?
Massa, en cambio, machaca con la inseguridad y la inflación. Añadió que ese fenómeno es una fábrica de pobreza. La CEPAL estimó que la Argentina tuvo en el 2013 un incremento de la pobreza que, comparativamente, la sigue ubicando en un lugar de privilegio en la región. Aunque ahora por debajo de Brasil (19%), de Chile (11%) y de Uruguay (6%). En esas estadísticas no estarían contemplados el impacto devaluatorio de enero ni el blanqueo inflacionario.
El líder del Frente Renovador requiere de esa agenda para sostenerse en la primera línea. Pero sería insuficiente pensando en el largo tránsito hasta el 2015. Sus dificultades ahora mismo podrían ser otras. Su dinámica de la transversalidad habría menguado el impulso poselectoral que supo tener. La reciente fusión del Frente Amplio y UNEN también constituiría un tope. Massa, sin embargo, no ceja en sus gestiones, incluso con conocidos sciolistas. También sería posible advertir cierta volatilidad en su clientela electoral, donde convergen peronistas, con opositores e independientes.
Pero sin una pertenencia identitaria aún con el massismo.
Macri, después de las últimas novedades políticas, también parece obligado a dar un salto en su caudal para imponer condiciones frente a una eventual y lejana alianza o poder terciar con el PRO si la Argentina resolviera la sucesión presidencial, por primera vez, en un balotaje.
El jefe porteño ha mejorado en el interior. Se notó en la elección municipal de Mendoza. Asoma afianzado en la Ciudad. Pero aquel salto resultaría imposible sin una profunda inserción en Buenos Aires. Por allí transita la vicejefa, María Eugenia Vidal. Macri estaría dispuesto a reforzar esa estrategia con la presencia de otras figuras estelares.
Quizá, la de él mismo. Necesita llegar a una posición base de 20 puntos para soñar con una trepada final el año próximo.
Cristina le promete a Scioli, Massa y Macri –o a quien sea– que dejará un país mucho mejor.
Habla de una productividad y pleno empleo que ya no existen. Insiste con el modelo de inclusión cuando se dispara la pobreza. Descree de toda razón para huelgas y protestas. Menciona la inseguridad como un problema viejo. Parece dispuesta a llevarse toda esa fantasía también afuera del poder.