Una convergencia de fuerzas partidarias que ofrecen abrir sus puertas a la sociedad para que valide o corrija propuestas y participe en la edificación de una alternativa para el 2015.
El gesto viene a contramano de lo que sucedió, en especial, desde la crisis del 2001. La década de Néstor y Cristina Kirchner representó como nunca la época del dedazo. Una práctica muy enraizada en el verticalismo peronista que se derramó como una mancha de aceite en el resto del arco partidario. La gente optó en todo ese tiempo por candidaturas casi siempre prefabricadas y –es verdad– terminó por legitimarlas.
Las elecciones primarias (PASO) resultaron una experiencia fallida, salvo alguna excepción contada. No hubo ánimo en el peronismo de plantear siquiera una mínima y sana competencia al liderazgo de Kirchner y Cristina. La Presidenta también se aferró al ejercicio del encierro cuando, de espalda a la sociedad, al PJ y a su propia administración, ungió en soledad a Amado Boudou como vicepresidente. Es ahora uno de sus mayores dolores de cabeza.
El Frente Amplio-UNEN, donde se alista casi todo el espectro de la centroizquierda, ha dado un paso político importante aunque también, quizá, signifique el más sencillo de los que a futuro le toque dar.
Hubo que deponer divismos y diferencias de los principales líderes (Julio Cobos, Ernesto Sanz, Hermes Binner, Elisa Carrió) para la presentación en conjunto. Esa etapa resultó superada con éxito. Todos se enfrentarán ahora al desafío más bravo: construir confianza en una sociedad mucho más proclive, por cultura y tradición, a los personalismos que a las conducciones colegiadas producto de consensos antes que de imposiciones. En el escepticismo colectivo sobre las posibles coaliciones influyó de modo determinante, sin dudas, el fracaso de la Alianza que encabezó Fernando de la Rúa.
El Frente Amplio-UNEN ha llegado a ser lo que ahora es gracias a la constatación que hicieron varios de sus dirigentes. En especial Sanz, Carrió y Cobos. En menor escala, el socialista Binner. ¿Cuál sería esa constatación? Que con el declive de Cristina y del kirchnerismo y la fragmentación peronista (Daniel Scioli por un lado y Sergio Massa por otro) se podría regresar a un escenario electoral de tres tercios, como el que regía hasta el sorpresivo despegue de Cristina en octubre 2011, tras el cual estuvo, en buena proporción, el shock emocional por la muerte de Kirchner. El retorno a la idea de los tres tercios sólo sería factible, sin embargo, con la fusión de esa franja de la centroizquierda. Esta ha sido la razón esencial de la convergencia de anoche en el teatro Broadway. Sin esa convergencia, Scioli y Massa podrían competir en calma por la sucesión de Cristina.
Ahora asomaría un espacio no peronista con aptitud para terciar en la discusión.
Aquel cálculo tiene, como casi todo, su cuota de arbitrariedad. Nadie sabe el encolumnamiento que podrían tener al final los votos, según fuera el candidato. ¿Arrastraría Cobos a toda la UCR? ¿Aguantaría Binner la presión para ampliar el Frente y sería capaz de conservar sus sufragios? ¿Qué sucedería entre radicales y socialistas si la ungida resultara Elisa Carrió?
Todos los dirigentes del Frente no desconocen que la coalición tiene aún la fragilidad de cualquier alumbramiento y que le aguarda un camino con abismos y serpenteos pronunciados. Esa conciencia los impulsó a la rúbrica de un documento exento de costados controversiales que existen, pero que se intentarán saldar a medida que el proceso avance.
A todos los protagonistas les agradada reflejarse en dos o tres espejos. La Concertación chilena o el Frente Amplio uruguayo suelen ser los ejemplos elegidos. Se trata, más que nada, de simbolismos porque ninguno de aquellos desarrollos serían asimilables al que ensaya ahora el Frente Amplio-UNEN. La Concertación se amalgamó en base a la amenaza que significó Augusto Pinochet en vida, junto al poder de las FF.AA. La experiencia frenteamplista uruguaya viene desde comienzo de los 80 y paró en todas las estaciones antes del Palacio Libertad (sede del gobierno). Arrancó por la eficiente gestión en la intendencia de Montevideo.
Los chilenos le añadieron a aquella amalgama conducciones de alta capacidad. Patricio Aylwin fue un maestro equilibrista frente a los retos de Pino chet. Tabaré Vázquez, José Mujica y Danilo Astori –en su condición de ministro y vicepresidente clave– supieron consolidar una tercera fuerza que desplazó la tradicional preeminencia de colorados y blancos.
El Frente Amplio-UNEN carece aún de liderazgos nítidos. Hay una fragmentación entre varias cabezas. Que además se suelen recelar con inconveniencia. Deberán convivir con esa realidad, sin detonar conflictos, hasta que los ciudadanos elijan en las internas a sus postulantes dilectos. Luego no tendrán más remedio que acatar el veredicto para que la alianza no sucumba.
La tarea no se avizora sencilla. En especial si se tiene en cuenta que, frente a problemas menores, brotaron muchas diferencias. La crisis en Venezuela importa, claro está: pero radicales, socialistas, la Coalición y Proyecto Sur nunca pudieron concordar una declaración única. El megaoperativo dispuesto por Cristina contra el narcotráfico en Rosario constituiría también una bomba de tiempo. Por el momento la discordia invadió sólo al socialismo, donde Binner y el gobernador Antonio Bonfatti, en ese campo, no tocan la misma música. Carrió, Pino Solanas, Margarita Stolbizer y la mayoría de los radicales prefirieron por ahora sellarse la boca. Pero el gobierno kirchnerista, con Sergio Berni en punta, hará con seguridad lo indecible para que esa aparente armonía se rompa.
El otro gran dilema para el Frente Amplio UNEN Mauricio Macri. La víspera del lanzamiento de la coalición estuvo signada por las diferencias sobre el jefe de Gobierno porteño. Se sabe de la línea abierta que existe entre Macri y Carrió. La diputada es la principal interesada en su incorporación al Frente. Pero las astillas saltan dentro del radicalismo y los socialistas. Solanas no deja abierto resquicio a aquella posibilidad.
El jefe porteño dio vía libre para una charla personal con Carrió, que estaría en ciernes.
Y dialoga con algunos radicales. Pero reconoce que su pretensión de ingreso pronto en el Frente pondría en riesgo la vida de esa coalición. Preferiría dedicarse hoy a la construcción política de hormiga, como la que le permitió alcanzar el segundo lugar en las municipales mendocinas junto a los demócratas. O el ensayo que haría con radicales o los vecinalistas por la intendencia de Marcos Juárez, Córdoba, que Eduardo Avalle pondrá en juego el 7 de septiembre.
Macri supone que ese crecimiento –que algunas encuestas reflejarían en números nacionales– le permitiría negociar desde otra posición. Y quizás, según las circunstancias, no sólo con el Frente Amplio-UNEN. Aunque su mirada, ahora mismo, pareciera familiar con la de la nueva coalición.
Esa mirada apuntaría a la tercera vía. A que la oposición no quede como una simple espectadora, si Scioli y Massa llegan a la última batalla por el 2015.