Si levantamos un poco la mirada, encontraremos algunas claves para prever el precio de la soja para los últimos meses del año.
Porque la realidad es que ahora el precio está fundamentalmente determinado por la entrada de la cosecha de la región comprendida por el área agrícola de Argentina, Paraguay, Bolivia, Uruguay y, especialmente, Brasil.
Ello ha permitido que el precio se divorcie claramente de los valores establecidos por el mercado de Chicago. Este mercado fija los valores básicamente por la oferta y demanda que experimenta el país del norte.
Así es posible comprender porqué los precios en Chicago han llegado a niveles tan elevados, en alrededor de 560 dólares. Obviamente, ellos se encuentran muy por arriba de los locales, con una brecha inusual.
De acuerdo a las previsiones del USDA para EE.UU, habría una baja en la superficie de maíz a favor de la soja. Tales previsiones se fundamentan en el cuadro de oferta y demanda que resulta en los stocks finales para este año.
En tal sentido, se aprecia con toda claridad un reducido nivel relativo de stocks finales para la soja respecto al maíz. Efectivamente los stocks de maíz crecerían desde casi 21 millones de toneladas a 37 millones en esta campaña.
El cuadro que sigue es elocuente:
En términos relativos las reservas tienden a la baja. Y el maíz a la suba.
Las reservas norteamericanas se encuentran en baja por la expansión experimentada por la exportación y, también, por la industrialización del poroto. En rigor, los stocks de oleaginosas serán los más ajustados de los últimos diez años.
La fuerza que, en términos virtuales, motoriza la demanda surge de los fondos pues toman posiciones en los futuros más cercanos del mercado de Chicago, obviamente, bajo la influencia de los datos sobre los stocks norteamericanos.
Y la otra fuerza es la tangible. La aspiradora del producto en todas sus versiones, sin dudas, es China, el gran importador. Este país explica el 70% del comercio mundial.
Pese a los vaivenes que pueda sufrir la economía china, no se contempla una reducción en el consumo de alimentos. Por el contrario, para el caso de la soja, se espera un incremento.
Ahora bien, lógicamente deberíamos aguardar un incremento en la superficie de siembra en el país del norte. Pero ello no implica necesariamente que se registre un aumento en la producción. ¿Por qué? Pues porque quienes se dedican al estudio de los fenómenos climáticos prevén un bajo nivel de lluvias a consecuencia de la aparición de un Niño en América del Norte.
Mientras tanto, las fuerzas que dominan los mercados locales se centran en la oferta derivada de la cosecha y de la actitud de venta de los tenedores de soja de América del Sur. En proporción a las existencias, los de Argentina son los más reticentes a concretar negocios.
Sin embargo el ritmo de ventas es claramente superior al ratio del año pasado. Suponiendo un volumen de 50 millones de toneladas y con cerca de 15 millones de toneladas vendidas a la fecha, el porcentaje llega a 30%.
A medida que se vayan desprendiendo de la soja o que la resistencia a vender se incremente, la brecha entre el valor local y el de Chicago debería disminuir. La resistencia a vender, seguramente, crecerá una vez que se hayan satisfecho las necesidades financieras urgentes.
Así están las cosas, al menos hasta fin de año. Las sorpresas, con sus sombras y luces, llegarán cuando comience el nuevo año.