Las conversaciones fueron informales, pero sirvieron para que el ministro tuviera la bendición de los tecnócratas de Washington a su ortodoxo programa de ajuste.
Las conversaciones incluyeron intercambio de “memos” no oficiales y misivas del Palacio de Hacienda a los funcionarios del FMI. En esos “paper”, Kicillof adelantó las medidas del ajuste y sondeó la posibilidad de que el Fondo colabore con el equipo económico en su plan para volver a endeudarse y permitir reforzar las alicaídas reservas.
La comunicación entre el Fondo y Kicillof fue muy intensa en enero y febrero. Aflojó un poco en marzo y ahora las negociaciones continúan con la misión que encabeza en Washington.
La gestión tiene un objetivo: buscar una fórmula para cumplir con la auditoría de la economía argentina con el menor costo para Cristina.
Pero el viaje ocurre en el peor momento político de la Presidenta: ayer, un paro masivo del sindicalismo opositor dejó al descubierto el descontento por la inflación y el ajuste del salario.
El plan del ministro es una copia del que propuso sin suerte Amado Boudou a fines del 2011: hacer un ajuste y amigarse con los banqueros internacionales. Boudou intentó –como Kicillof hoy– permitir la revisión bajo el Articulo IV del FMI. Pero fracasó, porque lo enfrentó Guillermo Moreno y después lo tumbó el caso Ciccone.
Ahora, la necesidad económica y política del Gobierno permite que el ministro logre la bendición de Cristina para avanzar en el camino al FMI.
Por eso, las conversaciones con el Fondo las llevó Kicillof en forma personal y hasta ahora su principal interlocutor fue Alejandro Werner, director del Hemisferio Occidental del FMI.
También intervino Sergio Chodos, el delegado argentino en Washington. Actuó de correo para adelantar información confidencial a los burócratas de Washington.
Cecilia Naón, embajadora en Estados Unidos, no participó porque está aislada de la Casa Blanca.
El Fondo Monetario bendijo y mostró su beneplácito con la orientación del ajuste ortodoxo que aplica Kicillof. También comunicó que estaría dispuesto a no cuestionar “el relato ” del Gobierno, mientras en la práctica sigan con el ajuste que Kicillof lleva adelante como ministro.
Christian Lagarde transmitió su disposición a aceptar discursos para el frente interno de la Argentina, en la medida en que la Presidenta ejecute las correcciones comprometidas.
Kicillof convenció a Cristina de que el diálogo abierto con el Fondo garantizaría el aval necesario para arreglar con el Club de París. En sus promesas el ministro mostró su falta de pericia, fruto de su desconocimiento de cómo funciona el FMI.
Las conversaciones con Washington constituyen una señal, pero de ninguna manera una solución a los múltiples problemas.
La negociación tropieza con inconvenientes serios, como los siguientes: El FMI quiere hechos y no promesas. Pretende que la Casa Rosada cumpla con los compromisos contraídos por el ministro y que todo no termine –otra vez– en falsos juramentos. En 2008, la propia Presidenta firmó un decreto para pagarle la deuda al Club de París, que después ella misma no respetó. Por eso ahora Ramón Fernández, el jefe del Tesoro de Francia, decidió fijar una fecha de inicio de las conversaciones para que Kicillof presente un plan de pago por escrito.
– La inexperiencia del equipo económico para negociar.
Sólo alguien como Kicillof, que desconoce las reglas de juego internacionales, puede sugerir que el BID reemplace al Fondo en la supervisión y auditoría de la economía argentina.
– No existe una sola posición en el Fondo Monetario. La actitud dialoguista de Werner –encargado del “caso argentino”– convive con muchos funcionarios que tienen una posición muy contraria al Palacio de Hacienda. También directores de países desarrollados, como el inglés Steve Field, el alemán Hubert Temmeyer y el japonés Daikichi Momma, desconfían de Cristina y quieren hacer escarmentar al Gobierno. El durísimo informe de esta semana del FMI, que comparó a Argentina con Venezuela y habló del descontrol de la inflación, responde a esa línea intransigente del Fondo.
–Un grupo de funcionarios en Washington y el Club de París consideran que lo más adecuado ahora es no acordar nada con la Presidenta y esperar al próximo gobierno para alcanzar convenios duraderos.
El Departamento de Estado ve en Kicillof a una persona permeable a los intereses de la Casa Blanca.
El ministro trocó su discurso antiimperialista, por la ortodoxia que complace a Washington.
El propio encargado de negocios y virtual embajador de Washington en Buenos Aires abrió una esperanza sobre los compromisos que asumió Kicillof. Kevin Sullivan ponderó los avances en el Ciadi, Repsol y el INDEC, y dijo: “El acercamiento a la comunidad internacional abrió un mejor rumbo en la relación bilateral con Argentina.” Fue el miércoles, durante una reunión del influyente Centro de Estudios Americanos. Su titular, Luis Savino, convocó a políticos y a la cúpula de las “multis” en la Argentina.
Ahí trascendió, también, que el Foro de Convergencia Empresaria emitirá un documento duro y contundente después de Pascuas. Participan AEA, la Sociedad Rural, Amcham, IDEA y dirigentes de la UIA.
El borrador del texto habla de las instituciones, de la inseguridad y de la presión impositiva. Pero el documento pone el énfasis en un reclamo: exige que el Gobierno aplique una política antiinflacionaria sostenible.