Mientras la diplomacia internacional se puso al borde del abismo, ella estará hablando de la deuda con el Club de París, el conflicto con los holdouts y el reencuentro con el Fondo. Problemas con los que la Argentina viene aburriendo desde hace 13 años.

Pero la Presidenta es afortunada. El Espíritu Santo puso al frente del Vaticano a un vecino de la ciudad de Buenos Aires interesado en las peripecias domésticas. El Papa se mostrará receptivo y cordial. Anudó con la señora de Kirchner una relación sin intermediarios. Ni siquiera su antiguo representante, el cura Carlos Accaputo, a quien el obispo Jorge Lozano llama, con cariño, "Paladino".

La Presidenta hablará hoy en Santa Marta de sus dificultades externas. En el centro está el litigio con los holdouts, que llegó a la Corte de Estados Unidos. Ella desea que el procurador de Barack Obama se presente en su favor como amicus curiae. Un colaborador explica: "El Papa recibirá a Obama el 27. Cristina no le va a pedir una gestión. Lo interesará en nuestros problemas y él hará lo que pueda".

Va a ser apasionante leer la próxima Carta Abierta que explique que, "en un giro alocado de la historia", hubo que recurrir a Su Santidad para obtener la clemencia del "Imperio".

Hay malos augurios. El secretario de Estado, John Kerry, dijo el miércoles pasado que su gobierno no hará una presentación. Sus voceros aclararon después que "no la hará por propia iniciativa". Nada nuevo: la Casa Blanca sólo se pronuncia si la Corte lo solicita. De ocurrir ese pedido, ¿qué sucedería? Kerry dio una pista: "Vamos a seguir presionando para que la Argentina pague sus deudas". Y agregó una frase provocadora: "La Argentina está cumpliendo con algunas de sus obligaciones porque la hemos presionado". Héctor Timerman llevó la mano al alicate. Pero aún no respondió.

Así y todo, Kerry es el más proclive a abogar por el país. Jacob Lew, el secretario del Tesoro, prefiere bajar el pulgar. Sencillo: David Cohen, su subsecretario para el Terrorismo, posó su lupa sobre la Argentina desde que se aprobó el memorándum con Irán.

La embajadora Cecilia Nahón tiene informado a su gurú Axel Kicillof sobre estas desventuras. De modo que el ministro y Carlos Zannini analizan otra salida: que un par de grandes fondos compren los títulos de los holdouts y los cambien con el Gobierno en los términos del canje de 2005. La pérdida que soporten sería compensada con negocios en hidrocarburos y telecomunicaciones. El pago a los malditos "buitres" quedaría disimulado.

No debe sorprender el desdén de los Estados Unidos. Durante la asunción de Bachelet, el vicepresidente Joe Biden se entrevistó con casi todos los líderes de la región, pero apenas se dio un apretón de manos con la señora de Kirchner. Washington, que nunca invitó a un Kirchner a la Casa Blanca, estudia desde hace una semana las visitas de Bachelet y José Mujica.

Es probable que el Papa quiera hablar sobre la turbulencia venezolana, que también se analizó en Chile. Obama le planteará el problema. Washington y Brasilia auspician una mediación entre Nicolás Maduro y sus opositores encabezada por la Iglesia. No podría llevarla adelante el arzobispo de Caracas, Jorge Urosa, porque es antichavista. La figura clave es Pietro Parolin, quien antes de ser designado secretario de Estado de la Santa Sede demostró sus dotes de equilibrista como nuncio en Venezuela.

La Presidenta debe prepararse para que Bergoglio se refiera al Código Civil. Pero no por las reformas sobre reproducción humana que hieren a la Iglesia: el rector de la UCA, Víctor Fernández, y el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, ya las eliminaron. Al Pontífice le interesa aclarar que no rechaza una cláusula sobre la función social de la propiedad. "No sé de dónde sacaron que estoy en contra", se quejó frente a un amigo días atrás.

MALVINAS Y CRIMEA

En el intercambio de obsesiones, Cristina Kirchner quiere sensibilizar al Papa con la reivindicación sobre Malvinas. Sabe que Francisco se reunirá con Isabel II, la reina de Inglaterra, el 3 de abril. En la Casa Rosada imaginan que ese día -o el 2, cuando se recuerda a los caídos en la guerra- podría recibir a Daniel Filmus, secretario de Malvinas.

Las islas son un buen tema para llamar la atención de François Hollande, pasado mañana, en París. El conflicto de soberanía con el Reino Unido tiene puntos de contacto con las pretensiones de Moscú sobre Crimea. Lo sugirió el canciller ruso, Serguei Lavrov, cuando dijo que "Crimea es más importante para Rusia que las «Falklands» para Gran Bretaña". Además, el Parlamento ruso prevé aceptar el referéndum que celebraron ayer los crimeos como título para la anexión de esa república ucraniana. Los países de la OTAN se oponen a la maniobra. El más incómodo es el Reino Unido, que defiende el recurso al plebiscito en el caso de Malvinas. David Cameron salva la incoherencia alegando que la consulta de Crimea se realizó en condiciones que la vuelven ilegal. Cristina Kirchner, como es lógico, se alineó con los Estados Unidos y Europa. Su mujer en la ONU, Marita Perceval, votó anteayer en el Consejo de Seguridad a favor de una condena al referéndum, que no fue aprobada por el veto ruso. Tal vez Julio De Vido ya no pueda viajar a Rusia en busca de auxilio energético. Al revés: debería rogar que el expansionismo de Putin no dispare el precio del gas encareciendo las importaciones argentinas.

A diferencia de los Estados Unidos, Francia ya se presentó como amicus curiae a favor de la Argentina en el pleito por los holdouts . Ahora, la Presidenta pedirá a Hollande que ayude en las negociaciones del Club de París. Antes, el anfitrión sacará su talonario de facturas: Cristina Kirchner todavía no saldó las deudas con las empresas Suez, Total y Saur, que ganaron arbitrajes contra el país.

Hollande y la señora de Kirchner hablarán también del demorado acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. La reticencia argentina a suscribirlo genera ansiedad entre los empresarios brasileños, alarmados por las ventajas que obtendría Estados Unidos si suscribe un tratado con los europeos. Putin, sin quererlo, aceleró ese proceso. El próximo 26 Obama anunciará en Bruselas una eliminación general de aranceles. Sería una revolución para los flujos comerciales del planeta.

Mientras discute el nuevo diseño del universo, la Presidenta estará llamando a su casa. Dio orden de definir esta semana las discusiones sindicales. La espiral inflacionaria exige una caída del salario real sin la cual cualquier trámite EXTERNO resultaría estéril. El Gobierno formó un equipo para negociar con los gremialistas. Lo integran Kicillof; Carlos Tomada; el secretario de Obras Públicas, José López, y De Vido. Como entre Kicillof y "los Gordos" hay un choque de civilizaciones y Tomada se vuelve exasperante con su teoría de "la maduración de los conflictos", la Presidenta encargó la solución a los prosaicos López y De Vido.

Estos dos pingüinos quieren oficializar cuanto antes un acuerdo porque desconfían de Daniel Scioli. Temen que su eterna negociación con los maestros sea tramposa y concluya en un número inaceptable para la política oficial. En Olivos llama la atención que Eduardo Duhalde defienda al mismo tiempo la candidatura presidencial de Scioli y la salida anticipada de la Presidenta. Para despejar estos fantasmas, De Vido y López hablaron con Antonio Caló (UOM) y Gerardo Martínez (Uocra). Esta semana incluirán a Luz y Fuerza, bancarios, mercantiles y textiles. Pretenden un aumento anual de 24% repartido en varios tramos, más una suma fija que va de 1000 a 1200 pesos. Para vengarse de Héctor Méndez, el presidente de la UIA que denunció sus presiones, negociaron con el empresario metalúrgico Juan Carlos Lascurain. Es lo único que quedó de dócil en la ingrata burguesía nacional.

El pacto supone una corrección a las deducciones de Ganancias para los que cobren menos de 15.000 pesos, a quienes también se les mantendrían los subsidios energéticos. Además, hay una cláusula secreta: se reconocerá a los gremios parte de la deuda con las obras sociales, aunque sea con un bono.

Si se sella este convenio, el próximo paso es encuadrar a Hugo Moyano. Los funcionarios están hablando con su segundo, el petrolero Guillermo Pereyra. Y cuentan con la involuntaria cooperación de Liliana Zulet: la esposa de Moyano tiene pesadillas con la causa penal que la tiene en el banquillo. En esa frontera, vuelve la política: De Vido y López deberán gestionar la paz con los gremios cercanos a Sergio Massa. Sobre todo Sanidad, y la CGT de Luis Barrionuevo. Allí el ajuste económico se cruzará de nuevo con la ansiedad electoral.