Luego del fenomenal despilfarro de recursos de estos 10 años, que quedará en la historia como los la década desperdiciada, el gobierno está atrapado y sin salida en lo económico. Haga lo que haga, se mete en un problema.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que el pánico que deben sentir en el gobierno es decirle a la gente la verdad: los engañamos durante 10 años haciéndoles creer que habíamos encontrado la fórmula mágica para que Uds. pudieran entrar en una orgía de consumo sin trabajar, y ahora les tenemos que decir que era una joda para Tinelli. En rigor, el mayor pánico no debe venir tanto de los cacerolazos de la clase media, que siempre ignoraron a pesar de ser multitudinarios. El verdadero pánico lo tienen en el impacto que van a sentir en el bolsillo el obrero de la construcción, el metalúrgico y los que viven el Gran Buenos Aires.
¿O alguien piensa en serio que CFK está preocupada por las molestias que tienen los automovilistas con los piquetes como para proponer una ley que los regule? A lo que le tienen miedo es que no sea solamente la clase media que salga con sus cacerolas a la calle. Le tienen pánico a que las barriadas salgan a la calle a protestar cuando le pasen la cuenta de la fiesta de consumo. Esos sí que, como diría Abal Medina, van a pisar el pasto. Si hoy la gente está molesta con la situación económica, ¡cómo va a estar en un tiempo más!
¿Cuál es el problema económico? El gobierno, ya sin recursos para financiar el consumo artificial, tuvo que recurrir a la emisión monetaria como mecanismo de financiamiento. Esa emisión acelera la inflación y hace caer el tipo de cambio real, por lo tanto, por un lado, baja el salario real y se contrae el consumo y, por otro lado, el tipo de cambio real artificialmente bajo destroza las exportaciones, con lo cual le faltan dólares. No entran suficientes dólares para enfrentar los pagos en esa divisa y tiene mínimo margen para usar parte de las reservas del Central para financiar el gasto público.
¿Qué está intentando por ahora el gobierno? Lograr que los aumentos de salarios sean menores a la inflación que viene. Es decir, licuar el salario real o, si se prefiere, hacer caer el consumo. Esto más que un pronóstico económico ya es un dato. La gente va a poder consumir menos.
Recuerdo que Néstor Kirchner le decía a los empresarios: ganen un poquitito menos. Bien, ahora CFK tendrá que decirle a la gente: ganen un poquitito menos. El problema es que no será un poquitito menos. Será mucho menos.
Ahora bien, al caer el nivel de actividad, las empresas cortarán horas extras, turnos y finalmente reducirán la cantidad de empleados. Estoy diciendo que habrá más desocupación. Cuando la gente ve que en la empresa se produce menos y se vende menos, advierte que la mano viene complicada y si en la casa la esposa le dice que quiere pintar, la respuesta es: no, ahorremos por si la mano viene complicada. Las expectativas económicas pasan a ser cada vez más negativas y la gente, por las dudas, consume menos y ahorra más.
Ahora bien, si en el medio de la caída del salario real, con la gente al tope con sus tarjetas de crédito pagando en 24 cuotas el televisor, le aumentan las tarifas del transporte, la energía, el agua, etc. es de imaginar el lío social en el que se meten. Si no optan por subir las tarifas, entonces, el gasto en subsidios tendrá que ser financiado con emisión monetaria, con lo cual la inflación erosionará más el salario real y el tipo de cambio real.
Claro que el Central puede hacer lo que hizo en febrero, es decir, absorber los pesos emitidos vía endeudamiento. Esto significa financiar el gasto con deuda pública emitida por el Central que paga intereses. Podrán ir armando una bola de nieve renovando capital e intereses todo el tiempo, pero esa bola de nieve finalmente terminará como el plan primavera: en una explosión cambiaria y financiera. Al igual que Alfonsín en 1988, cuando adelantó las elecciones y lanzó el plan primavera, el objetivo es tratar de llegar a las elecciones con el tipo de cambio tranquilo y sin corrida financiera. Alfonsín no lo logró y eso que le faltaban unos 7 meses para las elecciones.
El famoso 6 de febrero saltó todo por los aires. La diferencia entre aquél plan primavera y esta copia que 13 años después vuelve a ensayar el Central tiene una diferencia sustancial con el plan primavera de 1989. En aquél momento ese plan de emergencia era para que durara 7 meses. Este tiene que durar más de un año y medio y con una feroz recesión. O sea, hay que aguantar con tasas altas, recesión, desocupación e inflación todo ese tiempo.
Si a mitad de camino el gobierno tira la toalla para salir de la recesión, lo único que le queda es emitir y entrar en una espiral inflacionaria y cambiaria que puede descontrolarse rápidamente. Con escases de dólares y pesos sobrando en el mercado, se reeditaría el fin del plan primavera.
La última opción que podría intentar el gobierno para amortiguar la recesión que viene es lograr colocar nuevamente deuda externa. Sin embargo, como esos créditos serían para financiar los desequilibrios macroeconómicos para intentar llegar al 2015 sin que estalle la economía, tengo mis grandes dudas del monto que podrían conseguir en el mercado y el nivel de la tasa de interés que habría que pagar. Tal vez tampoco pueda conseguir tanto crédito externo, aunque tenga que tragarse el relato del desendeudamiento si no hace las reformas de fondo. Y si las hace, no necesitaría del crédito externo.
¿Por qué está atrapado y sin salida el gobierno? En primer lugar, porque ya no tiene credibilidad. Ha violado tantas normas. Ha sido tan arbitrario en el manejo de la economía que nadie está dispuesto a invertir en la Argentina mientras esté el kircherismo en el gobierno.
En segundo lugar, porque para salir del encierro tendría que bajar el gasto público, la presión impositiva, eliminar el cepo cambiario, los controles de precios y demás regulaciones que asfixian la economía. Eso no lo va a hacer por dos razones: a) es demasiado para su relato y b) tendrían que tocar los intereses de la legión de militantes ahora cobrando un sueldo del Estado y tocar los negocios poco claros de obras públicas. Meterse con el gasto público es como meterse con el alma mater del kirchnerismo.
Insisto, desde el punto de vista económico, el kirchnerismo está atrapado y sin salida. Solo le queda rezar para llegar al 2015 sin que la bomba no estalle antes. Todo un desafío.
Fuente: Economía para Todos