En el caso actual los cortes fueron distintos, no programados, pero la irritación que generaron en la población fue alta debido a que en ambos casos dichos cortes de energía coincidieron con una ola de calor que aumentó la demanda de energía, la que no pudo ser abastecida por la falta de inversión en infraestructura eléctrica debido a las bajas tarifas aplicadas por muchos años.
En aquella época, los mecanismos de mercado se habían distorsionado y los
precios políticos de los servicios públicos requerían incrementos del 1000% para
cubrir todos los costos, incluidos la amortización y los costos de ampliación de
la oferta. De hecho, esas fueron las proporciones de las correcciones que
debieron efectuarse en julio del 89, especialmente en gas, luz, agua, transporte
y combustibles. Actualmente, los combustibles tienen precios bastante realistas,
pero el resto de los precios de los servicios públicos presentan desvíos que
incluso en algunos casos superan a los de 1989, especialmente en Capital Federal
y Gran Buenos Aires, donde viven unas 14 millones de personas.
Cuando los gobiernos se encuentran desesperados por recursos suelen incrementar las retenciones al agro sin miramientos
Los subsidios cruzados (pagados con dinero del pueblo recaudado por el Tesoro o entre sectores con mayor a menor capacidad de presión política) estaban descontrolados en 1988/9. Por ejemplo, además de los subsidios al consumo de servicios públicos, había derechos de exportación de 45% a las exportaciones del agro y también todo tipo de protecciones arancelarias para sectores con lobby efectivo y eso implicaba fuertes subsidios cruzados de un sector a otro de la producción. También había dinero fácil para muchos sectores, incluso incongruentemente, para el mismo agro. Cuando los gobiernos se encuentran desesperados por recursos suelen incrementar las retenciones al agro sin miramientos, aunque saben que es una medida muy distorsiva y que va a traer muchos problemas después.
La promoción industrial se había desvirtuado y la llamaban "industria con rueditas", pues se producía en GBA y se llevaban los papeles a los lugares de promoción y Tierra del Fuego para aparentar una producción local y, de esa manera, no pagar impuestos y recibir créditos blandos de esas zonas "promocionadas". A lo sumo se armaba una pequeña parte de los productos en la zona promocionada.
El gasto público se había desbordado, con una recaudación impositiva declinante, por lo que el déficit fiscal conjunto del tesoro y empresas del Estado se había descontrolado. Para dar una idea de esta situación recordemos que el déficit fiscal llegó al 23% del PIB mensual a mediados de 1989. Ese déficit se financiaba con emisión monetaria por lo que la inflación se volvió muy alta desde enero de 1989 y se hizo explosiva cuando los agentes económicos no quisieron más dinero local (australes). Una devaluación más rápida se inició hacia fines de enero de 1989 por la caída de las pocas reservas disponibles. La velocidad de circulación del austral en las cuentas corrientes pasó de unas 5 veces por mes a alrededor de 23 veces por mes en muy poco tiempo. Esto ocurría a pesar de las subas de las tasas de interés, aunque siempre fueron negativas en relación a la inflación general.
La pobreza empezó a crecer significativamente por la alta inflación que de 5-8 % que estaba en 1983/84 llegó a 42% hacia mediados de 1988. La política de ingresos consistía en un sistema de "enganche salarial" y ajustes de precios de los productos que provocaba una "inercia inflacionaria" inmanejable, dado que el conflicto social se "lubricaba" con aumentos nominales a uno y otro sector de la sociedad, lo que derivó en inflaciones del 50% mensual y aún más hacia el final del proceso. El último mes de aquella gestión, julio de 1989, presentó una inflación de 196% mensual, equivalente anual de 46.500.000 %.
La inversión bruta interna fija era menor que la depreciación del capital, o sea que la inversión física neta era negativa y no había flujos de inversión externa hacia la Argentina. Se mantenía el default de 1982 en muchos rubros de la deuda con arreglos parciales progresivos sin completar nunca el proceso de normalización de la misma.
Al no haber inversión neta incremental, no se pudo aumentar más el PBI que languidecía o incluso se volvió progresivamente recesivo con el consiguiente efecto sobre el aumento del desempleo. El gobierno de aquel momento no podía reelegirse y eso generaba también una mayor incertidumbre política que afectaba fuertemente las decisiones económicas.
Como vemos, hay algunas similitudes entre las dos épocas que estamos comparando de las cuales se puede destacar la coincidencia en la orientación política básica, lo que se conoce con el nombre de "populismo". La característica principal de este modelo es que se piensa en la obtención de votos en el corto plazo para lo cual se fomenta el distribucionismo, lo que acelera el consumo, pero no se piensa en la inversión para abastecerlo, con lo cual en un mediano plazo se encuentra con faltante de muchos productos y el modelo llega a la necesidad de un "service", de un ajuste.
Los niveles de distorsión de las variables macroeconómicas en1988 comparadas
con las distorsiones actuales son bastante distintos, excepto en los precios
subsidiados de luz, gas, agua, colectivos, subtes, trenes. La presión impositiva
es mucho más alta en la actualidad que en aquella época y las retenciones al
agro son similares en ambos casos, aunque había poca producción de soja en 1988.
La gran diferencia la encontramos en el nivel de reservas de oro y divisas que
hoy está muy por encima de los datos de 1988/89, aunque en la presente situación
preocupa la tendencia muy marcada al descenso.
Se requiere también profesionalidad para hacer el diagnóstico real, no ideológico, de la situación
¿Cómo rebalancear las variables distorsionadas para darle oxígeno al crecimiento económico que se basa en la inversión reproductiva (fábricas, vientres vacunos, maquinaria agrícola, infraestructura, educación, tecnología)? Es muy difícil salir suavemente de estas situaciones en las que se fue cayendo gradualmente con el paso de los años, pues los errores en que se fue incurriendo se corrigieron con parches (nuevos errores) y ahora hay que ordenar todo en la forma correcta (en griego forma "correcta" se dice "ortodoxa", pero esta palabra no se puede usar hoy porque está mal vista).
Para establecer un plan general, ante todo se requiere credibilidad política del gobierno, los ministros y demás responsables de la política para poder implementar un programa que pueda ser aceptado por la sociedad, aunque sea un programa fuerte, condición básica para su éxito.
Se requiere también profesionalidad para hacer el diagnóstico real, no ideológico, de la situación y cuantificar bien los efectos de las medidas, tanto el efecto directo como sus repercusiones secundarias en muchas variables y en varios meses posteriores al lanzamiento del plan.
En tercer lugar, el plan debe ser integral, debe corregir todas las
distorsiones y ser sustentable en el largo plazo, no solo en unos pocos meses
para después caer otra vez en lo mismo. Esto no quiere decir que todas las
variables se van a corregir en un solo acto sino que pueden duran varios años
dichas correcciones. Como ejemplo mencionamos que en 1989 se eliminaron las
retenciones pero en un plan de 3 años, por lo que llegaron a cero en 1992 y
provocaron la mayor reacción del agro en 100 años: de 30 millones de toneladas
en 1989 a 90 millones pocos años después, aunque luego se estancaron las
toneladas producidas por el agro al reimplantarse otra vez las retenciones.
No hay magia en estos saneamientos macroeconómicos
Las medidas deben ser de la magnitud adecuada. Una medida correcta, pero en proporción inapropiada, no consigue éxito, ya sea por defecto o exceso de la medida adoptada. Y esto para muchas variables, directa e indirectamente unas 2000, que son las que normalmente deben considerarse en los planes de saneamiento de la macroeconomía.
Tampoco se pueden esperar resultados en toda la economía en un mes o unos pocos meses, sino que, siguiendo con la misma política, los resultados se pueden apreciar claramente en unos tres años, aunque cada año se notan mejoras y la tendencia adecuada ayuda a que los que coagulan dinero líquido en inversiones de activo fijo se vayan animando a hacerlas. Las decisiones y el conjunto de leyes de 1989 empezaron a dar resultados visibles en 1992. Siguiendo con el ejemplo, en el año 2000, las medidas aplicadas no se tradujeron en resultados visibles, pues se requería toda la estructura legal previa que no se había hecho en esa circunstancia y la política económica, aun aplicada por la misma persona que en 1992 fracasó. Es decir, no hay magia en estos saneamientos macroeconómicos sino gerenciamiento de política económica para "lograr que las cosas ocurran" y esto es lo que hay que hacer en estas circunstancias.
Tenemos cerca de 28.000 millones de dólares de reservas y aún podemos perder unos 16.000 millones de dólares antes de llegar a un punto crítico, pero no es lógico esperar a perderlas para hacer después una política de correcciones entre la desesperación y el miedo, con consecuencias enormes en el aumento de la pobreza, como pasó en 2002. El Gobierno inició una corrección del tipo de cambio mediante flotación del mismo hasta 8 $/u$s, la duplicación de la tasa de interés que paga el BCRA y la reducción de algunos subsidios pero no otros, aunque el plan, que no se anunció ni se explicó, dista de ser integral. Hay que efectuar todas las correcciones que hagan falta, aunque estas medidas puedan resultar inicialmente impopulares. La Patria nos pide este esfuerzo a todos, empezando por los dirigentes. Hay que hacerlo.